futuro

Sábado, 21 de julio de 2012

Libros y publicaciones

 Por Ezequiel Acuña

Historia de los genes. De los factores hereditarios a la secuencia completa del genoma humano
Susana Gallardo. Capital Intelectual

En 1905, el biólogo William Bateson propuso la palabra “genética” para nombrar la disciplina de la cual se encargaría un nuevo instituto de Cambridge. El objetivo era investigar sobre las bases teóricas y científicas de la herencia, es decir, el modo en que los rasgos se transmiten de padres a hijos. Además de establecer el nombre que sigue denominando a la disciplina, Bateson introdujo otros términos hoy en uso como “cigoto” y “alelo” para definir de manera universal algunos conceptos. Pero fue Wilhelm Johannsen, un profesor de fisiología vegetal de Copenhague, quien acudió a la palabra “gen” para definir lo que Mendel había llamado “factor heredable y discreto”.

Sin embargo, la historia de los genes y el libro de Susana Gallardo no empiezan con esta fundación disciplinaria. Tanto Bateson como sus contemporáneos estaban a hombros de gigantes, por lo menos uno en particular, Gregor Mendel, el monje austríaco que descubrió las leyes de la herencia. Bateson fue, en definitiva, uno de los redescubridores de Mendel y su gran paladín.

Así, Historia de los genes continúa con la propuesta metodológica que siguen los libros de la colección Estación Ciencia como Historia de la salud, Historia de la materia, Historia de la energía, Historia de las epidemias o Historia de la luz. Se trata, en todo caso, de la reconstrucción de la historia del concepto, las idas y vueltas en la teoría y la historia de la investigación que sedimentan en el presente en aquellos fenómenos que hoy la ciencia moderna parece haber definido de una vez y para siempre. Cómo se llegó a saber lo que se sabe, cómo discutieron, se acumularon, contradijeron y refutaron los científicos, sus investigaciones y sus teorías respecto de la herencia. Mientras que los genes aparecen frecuentemente mencionados en los medios de hoy, de las noticias científicas a las notas políticas, las telenovelas y los casos policiales, hay un largo camino en la pregunta por los factores hereditarios. Historia de los genes recorre el camino que va de Hipócrates, Galeno y la escuela de medicina de Padua en el siglo XVI al famoso modelo del ADN como doble hélice de Watson y Crick, el Proyecto Genoma Humano y las consecuencias actuales de la secuenciación completa de nuestros genes.

Los matices de esta historia, como es de esperar, son variados. Pero catastrofismo, evolución, dios relojero o azar mediante, la historia de los genes es en definitiva el desarrollo y las distintas formas de planteo de la pregunta por la vida y su reproducción. Si Mendel y Darwin tienen un papel fundamental, no resultan menos interesantes los desarrollos teóricos establecidos alrededor de estos gigantes y que, permeados por las concepciones de cada época histórica respecto de lo que debe ser la vida, intentaron explicar y especificar las investigaciones anteriores. Esto quiere decir que una de las características más notables de Historia de los genes –y que parece ser propia de la colección Estación Ciencia– es que no se trata de la historia normalizada de la disciplina genética, de una evolución del quehacer científico, sino también un relevo de los errores y los desvíos, algunos de los cuales fueron igual de provechosos.

Algunas trayectorias científicas como la de Thomas Hunt Morgan son importantes, sobre todo para ejemplificar las tensiones entre la investigación y las teorías epocales. Entre la década del ’10 y del ’20 del siglo XX, Morgan tenía el objetivo de confirmar la hipótesis de la variación discontinua según la cual las especies surgen por mutaciones de manera repentina y sin transición. Es decir, su investigación y esfuerzo estuvieron dedicados a refutar la teoría cromosómica postulada por Sutton que suponía que los cromosomas paternos y maternos podían ser la base física de la ley mendeliana de la herencia. Finalmente, Morgan terminó haciendo un hallazgo crucial que le valió el Premio Nobel, aunque confirmando lo que quería refutar: que los cromosomas son los portadores de los genes. Por otro lado, Historia de los genes se cuida de ensalzar a Watson y Crick más allá de su logro en la revelación de la estructura química del ADN. “Hacia la doble hélice”, el capítulo que muestra el recorrido final hasta la conclusión de Watson y Crick, intenta dar cuenta de los científicos que hicieron su aporte para armar el rompecabezas, más allá de las internas con Rosalind Franklin y Maurice Wilkins. Al poner en serie a científicos como Miescher, Levene, Griffith, Avery, Chargaff, Laue, Hershey, Chase y Pauling, con sus pequeños grandes aportes, a veces minimizados, esta historia de los genes alecciona sobre la construcción colectiva de la ciencia.

De la misma forma, no todo se termina en el Proyecto Genoma Humano y el mapa de la secuencia completa. El libro de Susana Gallardo avanza sobre el estado actual de la genética, la epigenética por un lado, y los riesgos éticos que implican la eugenesia y el determinismo biológico, por el otro. Quedan aún hipótesis por discutir, respuestas por plantear, enfermedades genéticas por curar, que siguen interrogando sobre el funcionamiento del genoma en cualquier organismo. En todo caso, Historia de los genes, antes que una teleología, deja abierto todo lo que aún no sabemos al respecto.

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