Sábado, 1 de septiembre de 2012 | Hoy
FALSO SUICIDIO MASIVO Y APOSEMATISMO
La leyenda del flautista de Hammelin tiene su –digamos– paralelo en la extraña voluntad suicida de los lemmings, fraguada por un documental ganador del Oscar, algunas notas de la prensa masiva norteamericana y un par de obras de ficción. Sin embargo, como aquélla, parece ser nada más que un mito popular.
Por Esteban Magnani
“Estaba parado solo sobre el punto más alto del precipicio...”
Lemmings, Peter Hammill
“...nos imaginábamos a los lemmings preparados para darse el palo, como los kamikazes japoneses...”
Los lemmings, Fabián Casas
Entre las muchas especies de roedores, los lemmings tienen su nicho particular: supuestamente, son el único ejemplo del suicidio animal de masas. No es poca cosa, ya que se discute incluso si existe el suicidio no humano a secas. Hay quienes citan como ejemplo la extraña costumbre de algunas ballenas de vararse en las costas por razones que se desconocen. Hay casos que son aún más discutibles (como el de algunas arañas macho que, se cree, se ofrecen como alimento para las hembras) y otros en los que parece entrar alguna forma de enloquecimiento animal. En cualquier caso, la cuestión del suicidio no humano aún está abierta a la discusión.
En este contexto el comportamiento de los lemmings (que en castellano se llaman leminos, aunque la mayoría usa el término en inglés) resulta especialmente relevante para los investigadores.
Los lemmings son roedores que habitan en las zonas heladas del norte de América y Eurasia. Son unos herbívoros similares a los cobayos, aunque más pequeños, de entre 5 y 15 cm. de largo. El rasgo más inusual de la especie lo da su caótico comportamiento demográfico: pueden resultar una plaga en determinados momentos y quedar al borde de la extinción poco después. Esto resulta muy extraño, ya que las especies suelen moverse dentro de un rango razonable dado por la capacidad reproductiva y el medio ambiente (sobre todo por la existencia de alimentos disponibles o la cantidad de predadores) a menos que haya algún repentino cataclismo.
En 1954 la por entonces popular revista estadounidense The American Mercury relataba testimonios de estos roedores saltando desde el borde de un precipicio. Al año siguiente un comic retomó la anécdota y en 1958 el documental White Wilderness exhibió a cantidades de lemmings “saltando” hacia un río (el fragmento se puede ver en YouTube). Allí aparecen, filmados desde abajo, husmeando el vacío para, repentinamente, salir volando hacia adelante, chocar y rebotar contra las piedras, y caer al agua: no cuesta demasiado imaginar que estos repentinos émulos de Superman estaban siendo empujados desde atrás. Hoy en día se sabe que en realidad los protagonistas del documental fueron transportados a Alberta, Canadá, para filmarlos y luego lanzarlos desde un precipicio hacia el río. La edición invitaba a pensar a los ingenuos consumidores de medios de aquella época que el fenómeno era real y que los animalitos saltaban por voluntad propia.
El documental ganó un Oscar, lo que no habla muy bien del rigor de la Academia en aquel entonces, pero explica que el mito del lemming suicida se haya instalado en la cultura popular como atestiguan, entre otras, las citas del comienzo de esta nota. Lo cierto es que el mito se utilizó también para explicar las violentas y caóticas fluctuaciones en la población de estos animales.
Lo que hoy se sabe, y que puede explicar el origen del equívoco, es que estos roedores se reproducen muy rápidamente (como ratones) y cuando saturan su hábitat algunos de ellos pueden decidir emigrar. Hay testimonios de éxodos masivos a través de un río que terminan con cantidad de ahogados por la corriente pese a que saben nadar. Es decir que no hay indicios de comportamientos altruistas hacia los demás miembros de su especie para dejarles libre espacio y alimento, pero sí de migraciones con consecuencias indeseadas. En cuanto a las fluctuaciones demográficas caóticas e imprevisibles, aunque no se entienden bien las causas, se cree que tienen que ver con las poblaciones de predadores. Incluso se está encontrando cierto orden en los picos y caídas poblacionales de la especie en ciclos de cuatro años, aunque aún no se ha llegado a una teoría clara y consensuada.
Otro ingrediente particular de la especie, que contribuye a su imagen de suicida, es su pelaje y comportamiento. Así es: a diferencia de otros roedores que intentan mimetizarse con el paisaje para pasar lo más desapercibidos posible, algunas variedades de lemmings están cubiertos de manchas marrones, amarillas y negras bastante llamativas. ¿Cómo se explica tanto afán por llamar la atención? La respuesta parecería darla el aposematismo, una adaptación que consiste en distinguirse de otras especies para disuadir a los predadores de que los ataquen. Un ejemplo común son los insectos o animales de colores llamativos que tienen pésimo sabor o son venenosos, por lo que resulta mejor evitarlos. En el caso de los lemmings, aunque no está del todo claro, parecería haber algo de eso, ya que muchas veces enfrentan a sus predadores en forma agresiva sin importar que por su tamaño no tienen ninguna chance de ganar la batalla. Su aparente inconsciencia puede servir para disuadir a los predadores, que terminan eligiendo otras especies más pasivas. Algunos estudios estadísticos muestran que, en los casos en los que pueden elegir, los predadores evitan los lemmings con más frecuencia.
Medios masivos y comportamientos extraños han abonado la reputación de una especie que ha encontrado su lugar en la mitología popular.
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