Sáb 16.02.2013
futuro

La Gran Espiral

› Por Mariano Ribas

El caso de NGC 6872 no se agota en la espectacularidad de sus dimensiones. Según los investigadores que acaban de presentar sus resultados en el último encuentro de la Sociedad Americana de Astronomía (celebrada en Long Beach, California), esta monumental isla de estrellas recibió una “ayudita” para ser lo que es. ¿Cómo? La respuesta es de lo más interesante, y está llena de curiosos detalles. Parte de esa respuesta, y de esos detalles, los encontraremos en la impresionante imagen que hoy ocupa la tapa de Futuro. Y para el resto, bueno, habrá que seguir leyendo, hasta el final, la historia de la Gran Espiral.

UNA PALIDA MANCHA EN EL PAVO

A través de un buen telescopio, y bajo un cielo oscuro, la protagonista de esta flamante historia no resulta demasiado llamativa. Por el contrario: NGC 6872 no es más que una muy pálida manchita alargada, perdida en la muy austral constelación del Pavo. Con una magnitud visual de 11,7 y un diámetro aparente de tan sólo 6 x 1,5 minutos de arco, luce extremadamente modesta en comparación con muchas otras vistosas galaxias australes, como M 83, Centauro A, o NGC 253 (la famosa “moneda de plata”). Y ni hablar de la Nube Mayor y la Nube Menor de Magallanes, dos galaxias “satélites” de la Vía Láctea que pueden verse fácilmente a ojo desnudo.

Pero resulta que todas esas galaxias están relativamente cerca de la nuestra. En cambio, NGC 6872 está a una distancia de 212 millones de años luz. Teniendo en cuenta este dato, aquellos parámetros visuales adquieren otra dimensión: para verse como se ve, a semejante distancia, esta galaxia espiral barrada necesariamente debe ser muy grande. Y eso, los astrónomos lo sabían desde hace muchos años. Por empezar, su barra central, a partir de cuyos extremos nacen sus dos brazos principales, mide más de 50 mil años luz de diámetro. El doble de lo normal de las “barras” de grandes galaxias, como la nuestra (que también es una espiral barrada). Y algo similar ocurre con la longitud (visible) de sus brazos. En suma: hasta hace poco, se pensaba que NGC 6872 era todo un peso pesado. Una galaxia dos veces más grande que la Vía Láctea, o Andrómeda (islas de estrellas que, dicho sea de paso, superan cómodamente los 100 mil años luz de diámetro, y dominan el llamado Grupo Local, una familia de, al menos, 60 galaxias “vecinas”, desparramadas en unos pocos millones de años luz). No era poco. Y sin embargo, NGC 6872 resultó ser aún mucho más grande de lo que aparentaba. Su aspecto en luz visible era tan sólo la punta de un colosal iceberg cósmico.

LA REVELACION... CASI POR CASUALIDAD

Durante buena parte de 2012, un grupo de astrónomos estadounidenses, brasileños y chilenos pusieron la mira en NGC 6872. O más bien, en una serie de imágenes de archivo de la galaxia, tomadas por el veterano Galex (Galaxy Evolution Explorer), un observatorio orbital ultravioleta de la NASA (lanzado en 2003). Inicialmente, la idea del brasileño Rafael Eufrasio (Goddard Space Flight Center/NASA) y sus colegas era estudiar las regiones de formación estelar en la galaxia y sus alrededores. Y eso incluía a su pequeña vecina, la IC 4970 (que, como veremos, es parte esencial de esta historia).

La cuestión es que a poco de ver las imágenes ultravioletas del Galex, Eufrasio y su equipo se quedaron atónitos: además del cuerpo principal de la galaxia, salieron a la luz (en este caso, ultravioleta) todo un desparramo de jóvenes estrellas extremadamente masivas y calientes (debido a su altísima temperatura superficial –de decenas de miles de grados– emiten la mayor parte de su luz en el rango ultravioleta). Esa suerte de “fantasma ultravioleta” extendía drásticamente las dimensiones generales de NGC 6872. Y muy especialmente, estiraba (y engrosaba) su brazo visible noreste (izquierdo) otros 150 mil años luz.

Lo que aquí vemos es una impresionante postal “multi-longitud de onda”. Una “suma” de imágenes en luz visible (tomadas con el famoso Very Large Telescope, en Chile), luz infrarroja (Telescopio Espacial Spitzer, NASA, y el programa 2MASS), y por supuesto, las vistas en luz ultravioleta del propio Galex, que son justamente las más reveladoras. “Sin la habilidad del Galex para detectar la luz ultravioleta emitida por todas esas estrellas jóvenes y calientes, nunca hubiésemos reconocido la extensión total de este intrigante sistema”, dice Eufrasio.

Así, y sólo así, esta magnífica isla de estrellas nos reveló su verdadera y profunda dimensión: de punta a punta mide 522.000 años luz. Casi cinco veces el diámetro de la Vía Láctea (ver gráfico a escala). Con alegre honestidad, el científico brasileño reconoce: “NGC 6872 es la galaxia espiral más grande de todas las que jamás hayamos observado, pero la verdad es que no la estábamos buscando. Esto ha sido un regalo”.

INMENSA, PERO CON UNA “AYUDITA”...

Ahora bien: al parecer, la Gran Espiral ha recibido cierta “ayudita” para alcanzar estas dimensiones ya casi grotescas. Volvamos a la foto: la manchita ovalada que está justo por encima de la zona central de la galaxia es IC 4970, su pequeña compañera de tipo lenticular. Ambas forman un par galáctico en plena interacción gravitatoria, algo que, es cierto, también se sabía desde hace tiempo (no hay que confundir a IC 4970 con la mancha anaranjada, que es una estrella de la Vía Láctea interpuesta en la visual). De hecho, con una magnitud visual de 13,6 y un tamaño aparente de 42 x 12 segundos de arco, esta modesta galaxia puede verse con telescopios de aficionados junto a su hermana mayor. Pero recién ahora, IC 4970 ha cobrado un especial protagonismo: según Eufrasio y sus compañeros, la pequeña galaxia tiene muchísimo que ver con la forma y las extensiones estelares ultravioletas de NGC 6872. Sin su presencia, o lo que es lo mismo, sin su tirón gravitatorio, otra sería la historia. La Gran Espiral no sería tan grande.

SIMULACIONES Y PESQUISAS

Retrocedamos unos años: en 2007, astrónomos de Suecia y Australia realizaron una serie de simulaciones por computadora del sistema de NGC 6872 e IC 4970. Fundamentalmente, tuvieron en cuenta sus masas, dimensiones, posiciones, velocidades y la dirección de sus movimientos. Así, jugando con modelos virtuales de ambas galaxias, estos científicos llegaron a una conclusión de lo más interesante: hace 130 millones de años, NGC 6872 e IC 4970 protagonizaron un encuentro extremadamente cercano. Casi un choque. Al parecer, IC 4970 venía moviéndose desde abajo, y cruzó todo a lo largo del plano principal de su compañera mayor. Y bien, resulta que las flamantes revelaciones de Eufrasio y su equipo encajan perfectamente con este escenario. Lo que ellos han revelado, con la ayuda ultravioleta del Galex son, justamente, las dramáticas consecuencias de este coqueteo galáctico: la interacción gravitatoria entre las dos galaxias afectó, especialmente, a la región noreste de la mayor. “La galaxia que chocó con NGC 6872 ha dejado muchas estrellas desparramadas por toda esa zona”, dice el astrónomo del Goddard Space Center.

Y hay más: todo indica que el encuentro ocurrido hace 130 millones de años también de-sató una oleada masiva de formación estelar en NGC 6872, a partir de la abrupta y furiosa compresión de sus masas de gas y polvo. Los recientes estudios realizados por estos investigadores indican que, actualmente, en la zona central de NGC 6872 predominan las estrellas viejas (aquellas de color amarillento, anaranjado y rojizo). Y que no hay signos de reciente formación estelar. La galaxia en su conjunto parece bastante pobre en materia prima –grandes masas de hidrógeno, fundamentalmente– para fabricar nuevos soles, como si ya hubiera gastado esos materiales. Todo este panorama apunta en la misma dirección: de no haber sido por su interacción gravitatoria con IC 4970, hoy en día, la galaxia espiral barrada NGC 6872 no sería lo que es. Su pequeña compañera no sólo la “estiró”, sino que también la ayudó a encender, de golpe, millones y millones de nuevas estrellas. Esos mismos soles, jóvenes, masivos y ardientes que brillan en luz ultravioleta, y fueron revelados por el Galex.

¿PADRES DE UNA MINIGALAXIA?

Y para el final, nos guardamos una perlita. De nuevo: mire con cuidado la foto de la tapa. Allí, en el extremo izquierdo de la Gran Espiral, algo parece estar desconectado del resto de la superestructura galáctica. Es esa especie de islita. Y bien, al parecer, se trata de lo que los astrónomos llaman una “galaxia e-nana de marea”. Una población de millones de estrellas que, probablemente, se ha separado de NGC 6872 a raíz de su encuentro cercano con IC 4970. En cierto modo, ambas galaxias serían los padres de esta nueva criaturita, una minigalaxia repleta de jóvenes y fulgurantes soles, hasta hace muy poco ignorados por nuestras miradas en luz visible. Pero ahora revelados en toda su gloria ultravioleta. Una criaturita que, además, nos plantea una paradoja: generalmente, los encuentros y choques galácticos dan como resultado la fusión de sus protagonistas. Pero en este caso, en lugar de quedarnos con una sola galaxia final, aquí ha nacido una nueva.

Así de curiosa, así de fascinante, es la historia de la Gran Espiral.

GRAFICO A ESCALA, MOSTRANDO A LA SUPER GALAXIA ESPIRAL NGC 6872 EN COMPARACION CON ANDROMEDA Y CON NUESTRA GALAXIA, LA VIA LACTEA.

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