Sábado, 30 de marzo de 2013 | Hoy
LA RAIZ HISTORICA Y ANTROPOLOGICA DE LOS MUERTOS VIVIENTES
Los zombis y los muñecos para pinchar son quizá las dos referencias más populares de la religión vudú en la cultura de masas. Incluso muchos desconocen que el vudú es de hecho una religión, ya que suele mostrarse más bien como un extraño sistema de creencias relacionado con la magia negra y los hechizos.
Por EZEQUIEL DEL BIANCO
Determinar el punto de inicio de algunas religiones es un poco complejo porque pueden no surgir de una revelación sino de la mezcla de diferentes creencias y rituales de procedencias varias. En este caso, el vudú moderno surgió en Haití y se cristalizó como tal alrededor del siglo XVIII.
Francia había comenzado a poblar la isla un siglo antes, y para eso arrastró miles de personas negras que había esclavizado en el Africa Subsahariana. En esos lugares existía lo que ahora llamamos vudú africano, una estructura de creencias bastante compleja, técnicamente monoteísta pero politeísta en la práctica: creían en una deidad un tanto lejana y abstracta que tenía numerosos espíritus llamados orishas que le servían de ayudantes. Los fieles les rendían culto a estos seres inmateriales mediante rituales y conjuros mágicos. Los colonizadores prohibieron este culto y forzaron la propagación del cristianismo. La rebeldía natural del ser humano mantuvo encendida la llama del vudú, a la vez que comenzó a incorporar elementos de los indios taínos –que casualmen- te tenían muchos puntos en común–, y de la religión de los colonizadores.
Algunos historiadores afirman que las reuniones clandestinas de practicantes de vudú fueron una buena oportunidad para organizar las primeras revueltas en 1790, que terminaron en la revolución e independencia de 1804. El vudú se había convertido en el germen de la libertad de una isla poblada por personas de raza negra, cerca del sur de Estados Unidos, donde recién se aboliría la esclavitud 60 años después.
La imagen externa del vudú se hacía cada vez más turbia a medida que los comerciantes de esclavos rechazaban a quienes profesaban esta religión, por miedo a que se contagiaran las ideas de revolución. Los sureños norteamericanos promovían la idea de las atrocidades que realizaban los “bárbaros pobladores del país negro”. Algo que si bien era exagerado, tenía un poco de cierto: el ex
esclavo y primer emperador de Haití, Jean Jacques Dessalines, ordenó una masacre contra los pocos blancos que quedaban en la isla apenas tomó el poder.
Dentro de la religión vudú, existen hechiceros capaces de comunicarse con los espíritus mediante rituales para lograr diversos objetivos. Se denominan Houngan, los hombres, y Mambo, las mujeres, y vendrían a ocupar el lugar de los sacerdotes en el cristianismo. Una de las diferencias es que no existe una autoridad central y “cada Houngan y Mambo son líderes de su propia casa”, como reza el dicho popular, por lo que la estructura de creencias y ritos es un tanto heterogénea. Si bien el papel que cumplen estos hechiceros es positivo (pedir una buena cosecha, agradecer la buena salud, atraer a un ser amado), existen hechiceros que hacen “magia negra”: los Bokor.
Los haitianos suelen rehuir al tema de qué pueden hacer estos personajes, especialmente cuando se les pregunta sobre la zombificación. Según se cuenta, es un hechizo que les permite levantar a los muertos de sus tumbas para hacerlos trabajar como esclavos en el campo. Si bien no hay pruebas de primera mano que indiquen que algo así es posible, desde los años ’80 algunos científicos vienen proponiendo que los Bokor podrían inducir un estado de signos vitales débiles (con extractos de pez globo que contienen una neurotoxina llamada Tetradotoxina) para hacer pasar a la víctima como muerta, y luego del funeral lo seguirían drogando con algún psicotrópico natural (extraído de plantas del género Datura) para mantenerlo cautivo. Por otro lado, en el artículo “Zombies and Tetrodotoxin” publicado en 2008, el profesor de Psicología Terence M. Hines critica las hipótesis sobre estos químicos y atribuye el fenómeno más a una psicosis colectiva.
En Haití, el siglo XIX fue agitado por embargos económicos, revoluciones, luchas raciales entre negros y mulatos, asesinatos de gobernantes, golpes de Estado, invasiones de islas aledañas y la independencia del lado este de la isla: República Dominicana, en 1844.
El mundo no podía conocer en detalle cómo funcionaba la cultura de la isla negra. “La revolución de Haití privó a los europeos y americanos blancos de poder ‘civilizar’ el mundo negro formalmente conocido como Saint-Domingue; por lo tanto, Haití tenía que ser demonizado con el objetivo de crear una situación donde las ‘fuerzas civilizadoras’ del mundo blanco pudieran salvar a esta nación de sí misma. Por lo que la revolución y el país que resultó no podrían ser vistos nunca como un proceso exitoso”, comenta Chera Kee en el libro Better Off Dead: The Evolution of the Zombie as PostHuman.
La desinformación de lo que estaba sucediendo dio rienda libre a la imaginación de más de uno. El explorador Spencer Saint John publicó en 1884 el libro Hayti, or the Black Republic sobre sus experiencias como cónsul en la isla. A pesar de no haber participado en ninguna ceremonia vudú, el británico no tuvo problemas en usar el chismerío como fuente bibliográfica y afirmar que los fieles realizaban sacrificios humanos, robo de tumbas y canibalismo. Encontrar estas truculentas afirmaciones en un libro llevó a que los comentarios al respecto se reprodujeran exponencialmente, y para principios del siglo XX los blancos habían concluido que los haitianos eran unos salvajes que no podían autogobernarse y debían ser democratizados. Así, Estados Unidos ocupó militarmente la isla entre 1915 y 1934.
La palabra zombi pisó suelo norteamericano en 1929 con la publicación del libro The Magic Island, del explorador William Seabrook. La historia está llena de relatos racistas, exagerados y totalmente prejuiciosos sobre la religión vudú y los Bokor. Pero dio pie a que en 1932 saliera la películaWhite Zombie. Los muertos vivos ya formaban parte de la cultura y habían cumplido su cometido de justificar y prolongar la invasión de la isla. La siguiente vuelta de tuerca que les dieron a los muertos caminantes fue mostrarlos en King of the Zombies, en 1941, con un Bokor que era en realidad un espía nazi. Más adelante se reemplazó la magia negra por productos radiactivos en Creature with the Atom Brain (1955), en donde el que los controlaba también era nazi.
No fue sino hasta 1968 que George Romero les quitó el “maestro controlador” (sea Bokor o nazi) a los muertos vivientes para transformarlos en criaturas simplemente motivadas por el hambre de carne humana, con La noche de los muertos vivos. El paso del tiempo los fue haciendo más habilidosos y violentos.
Pasaron de ser esclavos con la mirada perdida a ser monstruos con la ropa hecha harapos, manchas de sangre y heridas imposibles para una persona normal. La película británica 28 Days Later (traducida aquí como Exterminio) se estrenó en 2002 y los mostró corriendo como verdaderos depredadores en lugar de arrastrando los pies al caminar, al igual que El amanecer de los muertos dos años después, y todas las variantes desde entonces.
Los zombis han sido durante todo el siglo XX la materialización perfecta de nuestros miedos. Nos vienen persiguiendo desde siempre con el único objetivo de ponernos entre la espada y la pared para mostrarnos lo frágil que es nuestra sociedad y cuánto dependemos de las demás personas. Y esto es una trama de la que no sólo son responsables los cineastas de clase B y los autores de best-sellers como Stephen King (con su novela Cell en 2006). Escritores de la talla de José Saramago se han volcado a mostrar nuestra cruda esencia en Ensayo sobre la ceguera, que si bien no utiliza muertos vivientes, sí tiene incontables paralelismos.
“Los villanos de mis películas son siempre los vivos y no los muertos”, suele contestar Romero en las entrevistas, demostrando que los muertos vivientes no son más que el telón de fondo para mostrar el verdadero drama humano.
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