Sáb 31.08.2013
futuro

Los quásares hoy

› Por Mariano Ribas

Desde el histórico descubrimiento de Maarten Schmidt (ver nota principal), hace ya 50 años, los quásares han dejado de ser una limitada colección de extravagantes bestias astrofísicas: hoy en día, los científicos ya llevan catalogados cientos de miles. Sólo durante la última década, el famoso Sloan Digital Sky Survey (un programa internacional de sondeo cósmico, que trabaja con un telescopio de campo amplio en Nuevo México, Estados Unidos) ha detectado unos 150 mil quásares. Algunos, tan “cercanos” como el legendario 3C 273, a 2 o 3 mil millones de años luz, y otros tan lejanos que arañan los límites del universo observable. Al punto tal que su luz, sus ondas de radio y otras formas de radiación, han tardado 12 y 13 mil millones de años en llegar a la Tierra. Censos astronómicos de esta escala lógicamente han permitido saber más sobre sus rasgos, su historia y su evolución.

El modelo standard

A partir de múltiples observaciones, realizadas con diferentes instrumentos y en distintas longitudes de onda, los astrónomos de hoy en día clasifican los quásares a partir de tres parámetros principales: masa del agujero negro central, velocidad de giro del disco de acreción y el ángulo con el que los vemos desde la Tierra. Y describen estructuralmente su anatomía, según este “modelo standard” (ver gráfico):

1) Un disco de acreción gaseoso “alimenta” un agujero negro supermasivo, con un tamaño similar al del Sistema Solar (10-20 mil millones de km. de diámetro). Un jet bipolar –con materiales expulsados a velocidades sub-lumínicas– nace en cercanías del agujero negro.

2) Más lejos, entre 0,5 a 1 año luz del centro, ya lejos de la intensa radiación central, el disco de acreción comienza a estar dominado por oscuras nubes de polvo.

3) Más lejos aún, a cientos de años luz, un grueso anillo de polvo, más frío y oscuro, cierra la estructura.

La presencia de pesados envoltorios de polvo, justamente, sumada a los diferentes ángulos de visión, explicaría ciertas variaciones en el brillo de los quásares.

Origen y evolución

Según los modelos actuales, los quásares son agujeros negros supermasivos, rodeados de colosales y ardientes discos de acreción, materiales circundantes que emiten poderosos chorros de radiación. Nacieron y crecieron en los núcleos de las galaxias primitivas, cuando el universo sólo tenía unos pocos cientos de millones de años. Y su población alcanzó su máximo unos 3 a 4 mil millones de años después. Es decir, en plena juventud del universo, cuando, por ejemplo, ni siquiera existía el Sistema Solar. Con el correr de los cientos y miles de millones de años, los quásares fueron perdiendo su energética y súper luminosa furia inicial, a medida que estos agujeros negros supermasivos se fueron quedando sin “alimento” a su alrededor: gas, polvo y estrellas. Paradójicamente, sus propios mecanismos de funcionamiento y esplendor pudieron ser la causa de su lenta decadencia: probablemente sus luminosidades extremas fueron erosionando y soplando los materiales de sus alrededores, dejándolos sin ese combustible (gas, polvo, estrellas enteras) que alimentaba su furia de juventud. Tan es así que en el universo cercano, espacial y temporal, ya no hay quásares: todo lo que queda de esos monstruos que dominaron el cosmos hace unos 10 mil millones de años son los núcleos de las llamadas “galaxias activas”, o bien los núcleos más calmos de galaxias como la Vía Láctea. Súper agujeros negros que han menguado considerablemente su furia y su actividad periférica. O, dicho de otro modo, los núcleos galácticos actuales son quásares dormidos.

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