Sábado, 5 de abril de 2014 | Hoy
UNA SORPRESA ASTRONóMICA
Es el primer asteroide al que se le detectan anillos como los de Saturno. Parte de las observaciones se realizaron en el Observatorio de la Universidad Nacional de Córdoba.
Por Lucas Viano
En tierra de gigantes anillados como Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, un pequeño objeto celeste también está coronado a su alrededor por rocas y mucho hielo. Se trata de Cariclo, el primer asteroide con anillos.
El hallazgo se dio a conocer esta semana en la revista Nature y tuvo en él una participación destacada el Observatorio de la Universidad Nacional de Córdoba. Los descubridores fueron los astrónomos aficionados Carlos Colazo y Raúl Melia, y los investigadores del Instituto de Astronomía Teórica y Experimental (Iate), Diego García Lambas y Matías Schneiter.
Es la primera vez que se detecta esta formación en un objeto menor de nuestro Sistema Solar. El hallazgo plantea nuevos interrogantes sobre la formación de planetas y de nuestra vecindad solar. Lo más sorprendente es que fue un descubrimiento casual.
“Un Saturno en miniatura no figuraba en las más aventuradas hipótesis de los científicos. Ahora tendremos que salir a buscar anillos en diferentes tipos de asteroides, planetas enanos, satélites y hasta en cometas. Puede que sea un caso aislado, pero puede que no sea así. Tenemos que investigarlo”, cuenta Carlos Colazo.
Presentemos a Cariclo, un recién conocido entre los habitantes del Sistema Solar, ya que fue descubierto en 1997. Es el mayor de los asteroides del grupo Centauro, una pléyade de cuerpos menores que orbitan entre Júpiter y Urano. Tiene 250 kilómetros de diámetro y mucho hielo entre sus componentes. La órbita elíptica de Cariclo se ubica a una distancia de 13 a 18,5 unidades astronómicas del Sol, es decir, a más de 1800 millones de kilómetros de la Tierra. Tarda algo más de 63 años en dar una vuelta completa al astro rey.
Los astrónomos cordobeses usaron los telescopios del Observatorio de Bosque Alegre, ubicados sobre una montaña entre la ciudad de Córdoba y Villa Carlos Paz. No es que hayan tomado una instantánea de Cariclo y sus anillos, sino que los estudiaron a través de una ocultación estelar.
Esperaron que el asteroide pasara por delante de una estrella y midieron la cantidad de luz que tapó. Al compararla con la que habitualmente emite la estrella, podrían calcular el tamaño y la forma del asteroide. Pero cuando realizaron el experimento, para sorpresa de ellos, detectaron que la ocultación era muy leve como para ser la del fornido asteroide.
Hubo mucha incertidumbre, hasta que otros telescopios de Chile detectaron lo mismo. Pensaron que era un satélite o eyección de hielo y roca del asteroide. Pero los cálculos determinaron que esas sombras detectadas formaban dos anillos alrededor de Cariclo. Sorpresa y celebración por mails entre los astrónomos.
Y ahora los dos anillos. El interior tiene un diámetro de 782 kilómetros y el exterior, de 810 kilómetros. Los anchos son de 7 y 5 kilómetros respectivamente. Entre ambos hay un espacio vacío de 8,5 kilómetros. Imagine que centramos a Cariclo en la ciudad de Córdoba. El asteroide ocuparía todo el centro de esta provincia y los anillos serían circunferencias que tocarían las ciudades de Santiago del Estero, Chilecito (La Rioja), San Juan, Realicó (La Pampa) y San Nicolás (Buenos Aires).
Los anillos están compuestos principalmente de hielo. Si hiciéramos una sola pelota de ellos, tendría un diámetro de 4 kilómetros. Este descubrimiento viene a resolver un enigma de Cariclo. Entre el descubrimiento en 1997 y otra observación en 2008 se había detectado una disminución en la cantidad de agua del asteroide. Ahora se explica porque en la segunda oportunidad los anillos no fueron detectados en todo su esplendor.
De esta forma Cariclo ingresa al selecto club de objetos espaciales anillados integrado sólo por él y los cuatro gigantes gaseosos de nuestro Sistema Solar. El que se lleva todas las fotos es Saturno. Sus anillos fueron observados por Galileo en 1610, aunque el astrónomo italiano pensó que eran dos grandes lunas. Christiaan Huygens, con un telescopio más potente, avizoró su fisonomía anillada.
El descubrimiento de los anillos de Urano también fue fortuito y por ocultación estelar, como el caso de Cariclo. En 1977 James Elliot, Edward Dunham y Douglas Mink observaron que la estrella que había detrás del planeta desaparecía brevemente cinco veces antes y después de ocultarse detrás de Urano. La única explicación era un sistema de anillos que luego fue observado por las sondas Voyager en la década de 1980. Estas naves fueron las únicas capaces de detectar los tenues anillos de Júpiter y Neptuno.
Ya hay algunas hipótesis sobre cómo algo tan pequeño como Cariclo puede tener anillos. Podría haber pasado algo similar a lo ocurrido en la etapa previa a la formación de la Luna. Un objeto del tamaño de Marte chocó contra la primera Tierra. El impacto dejó un disco de escombros orbitando nuestro planeta que se fueron apelmazando para formar nuestro satélite. En el caso de Cariclo, tras el impacto con otro asteroide, la gravedad de las rocas más grandes habría actuado de pastores de las más pequeñas, ordenándolas como anillos.
Otra alternativa se basa en el hecho de que el 5 por ciento de los asteroides centauros tiene pequeños compañeros que lo orbitan. Algún escombro espacial podría haber impactado con este satélite. La gravedad de Cariclo habría retenido buena parte del material resultante y lo habría ordenado a su alrededor.
Para que eso sucediera el impacto debería haber ocurrido a muy poca velocidad, algo que permite pensar que el sistema de anillos se formó en las etapas iniciales del Sistema Solar, cuando había muchos más objetos en órbitas cercanas y chocando con menor velocidad que en el Sistema Solar actual. Tampoco se descarta la posibilidad de que Cariclo tenga pequeños satélites pastores cuya gravedad está acorralando a los escombros que forman los anillos.
Lo cierto es que los anillos de Cariclo causarán gran revuelo en las teorías planetarias. “Como siempre ocurre en la exploración planetaria: las ideas teóricas raramente conducen a descubrimientos, pero hallazgos como éste son los que originan nuevas interpretaciones”, escribió en Nature Joseph Burns, del Departamento de Astronomía de la Universidad de Cornell (EE.UU.).
La astronomía cordobesa (y argentina) se coloca nuevamente en la vidriera mundial. El Observatorio Astronómico de Córdoba fue el primero en estudiar los cielos del Hemisferio Sur desde que Domingo Faustino Sarmiento lo creara en 1871.
El prócer nacional invitó al astrónomo estadounidense Benjamin Gould a Argentina. Antes de que instalaran el telescopio en la parte más alta de la ciudad de Córdoba, Gould ya había catalogado 7000 estrellas sólo con la ayuda de unos anteojos de teatro. Gould fue el primero en el mundo en realizar fotografías astronómicas.
Ya en las décadas de 1940 y 1950, Enrique Gaviola lideró el observatorio hacia la excelencia científica con construcción de la Estación Astrofísica de Bosque Alegre. Mario Bunge, Ernesto Sabato y José Antonio Balseiro se formaron en esta institución.
Para la observación de Cariclo se utilizaron dos telescopios, el histórico con 1,54 metro de diámetro, diseñado por Gaviola, y uno nuevo de 0,28 centímetro. Fueron los únicos telescopios argentinos que observaron los anillos del asteroide.
“Para la astronomía cordobesa es un aliciente sin igual. Tratamos de recuperar Bosque Alegre a pulmón y ésta es una recompensa fabulosa. Estamos ganando nuevamente la confianza científica perdida como observatorio de primer nivel”, comenta Diego García Lambas, director del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional de Córdoba.
Con estos telescopios y otro más de 0,76 centímetro de diámetro, los astrónomos están observando sistemáticamente el tránsito de exoplanetas, la rotación de asteroides, nebulosas gaseosas, estrellas dobles y galaxias. En el espacio todos sonríen para las fotos que se tomarán desde Córdoba.
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