HOY, 31 DE MAYO, DíA DE LA ENERGíA ATóMICA
El gobierno argentino continúa con el plan de expansión de la actividad nuclear, tanto en la búsqueda de la independencia energética a partir de la nucleoelectricidad –es inminente la producción de energía en Atucha II y hay larga vida para la Central Nuclear de Embalse– como de reactores de última generación con aplicaciones en la medicina, la industria y la investigación científica, como el RA 10, uno de los dos primeros reactores construidos con Brasil.
El RA 10 es una de las mayores inversiones impulsadas por el Estado nacional. Hasta hoy se llevan invertidos 275 millones de pesos. La obra civil costará unos 800 millones de pesos y comenzará en noviembre.
El RA 10 es un proyecto argentino-brasileño, nacido de la creciente cooperación bilateral en los usos pacíficos de la energía nuclear. La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) y la Comisión Nacional de Energía Nuclear de Brasil (CNEN) tienen prevista la finalización de dos reactores similares para 2018. Desde aquel momento la región tendrá asegurado el autoabastecimiento de radioisótopos.
Ya ha completado la fase de ingeniería básica y los estudios del sitio para su emplazamiento en el Centro Atómico ubicado en la localidad bonaerense de Ezeiza. Se encuentran muy avanzadas las gestiones para dar comienzo a la licitación por la obra civil de la instalación. También se hicieron los estudios y gestiones para obtener la licencia de construcción por parte de la Autoridad Regulatoria Nuclear, y el certificado de aptitud ambiental por parte del organismo para el desarrollo sustentable de la provincia de Buenos Aires.
Ningún reactor es resultado de la casualidad. Desde agosto de 2006, los ejes del plan de reactivación del sector nuclear se basan en dos cuestiones técnicas primordiales y de neto contenido estratégico: la generación masiva de energía nucleoeléctrica, y las aplicaciones de la tecnología nuclear a la salud pública y en la industria.
La Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) tiene una vasta experiencia en la construcción de reactores. En 1958, Argentina puso en marcha el primer reactor nuclear del Hemisferio Sur, el RA1, de apenas 40 kw, que le permitió acumular la experiencia y los conocimientos necesarios para concretar otros emprendimientos de mayor envergadura.
En 56 años se desarrollaron los reactores de investigación RA0, RA2, RA4 y RA8; se construyeron los reactores RA-3 y RA-6 (en el Centro Atómico Bariloche), y se exportaron al mundo los RP-O y RP-10 (Perú), el NUR (Argelia), el Etrr-2 (Egipto) y el Opal (Australia).
El RA 10 es desarrollado por un equipo central de 30 personas en el Centro Atómico Bariloche, tal vez uno de los más reconocidos centros de investigación científica del continente. Otras 100 personas colaboran con el proyecto de modo indirecto y, si bien la autoridad de diseño es la CNEA, el Invap –empresa argentina estatal de alta tecnología ubicada en Bariloche– aporta ingeniería específica.
En efecto, el nuevo reactor reemplazará al RA3 que funciona en el Centro Atómico Ezeiza desde 1967 y que en 2003 fue repotenciado, pasando de 5 a 10 mw (en cuyo núcleo se produce el 5 por ciento del radioisótopo molibdeno-99 que se consume en todo el mundo). El molibdeno-99 se descompone en tecnecio-99m y se obtiene fisionando átomos de uranio enriquecido en el corazón de los reactores nucleares. Cientos de miles de imágenes médicas son reducidas a diario en todo el mundo a partir de este material radiactivo.
Herman Blaumann es ingeniero nuclear, trabaja desde 1986 en la CNEA y es el jefe del proyecto RA 10. En diálogo con Futuro, dice que su trabajo fue ante todo vencer “el escepticismo”. “Crecí profesionalmente en los años ’90, la época del ‘no se puede’. No había recursos, no había proyectos –dice Blaumann–, sólo se podía sobrevivir. Lo que estamos viviendo hoy resultaba inimaginable.”
El ingeniero armó un equipo que él denomina del “sí, se puede”. Y, tras cuatro años de trabajo, lo que era un reactor de papel, es decir en fase de ingeniería, hoy está transitando el puente hacia la construcción. Para él representa la posibilidad de concretar cosas de útiles. Antes, Blaumann formó parte de una experiencia que lo marcó a fuego. Participó de los equipos que en el año 2003 desarrollaron la terapia por captura neutrónica en boro para tratamiento en pacientes.
Aquella experiencia piloto fue el germen del centro de radioterapia que hoy se está levantando en Bariloche, cuyo bunker de acelerador está en plena construcción. Se lo denomina multipropósito porque tendrá un tridente nuclear de aplicaciones: la salud, la industria nuclear y el desarrollo científico tecnológico. Y sobre todo porque es subir un escalón más en la carrera por el desarrollo.
Será una fábrica de átomos que curan esos valiosos materiales para la salud que se producen artificialmente y son utilizados esencialmente para el diagnóstico temprano de tumores cancerígenos, en estudios de perfusión cardíaca (“cámaras gamma”) y en diferentes exámenes de tiroides, huesos, vesícula, pulmones, cerebro o riñones. Los radioisótopos detectan enfermedades a tiempo y salvan vidas.
El uso de la medicina nuclear está generalizado en nuestro país con la red de más de 300 centros médicos instalados en varias provincias. “El objetivo es sostener la demanda nacional y proveer el autoabastecimiento regional, junto al reactor brasileño, estimativamente la décima parte del mercado mundial”, explica Blaumann. “En líneas generales, la demanda de insumos para medicina nuclear crece un 10 por ciento al año, dependiendo de los precios globales”, agrega.
Se calcula que anualmente más de 35 millones de personas reciben tratamiento con radiofármacos, generando un mercado de 2500 millones de dólares. Ello cobra especial importancia ante la escasez de proveedores de estos insumos. En la actualidad sólo existen cinco países productores de radioisótopos: Francia, Canadá, Sudáfrica, Australia y la Argentina (responsable por el 5 por ciento de la producción mundial).
Y es un secreto a voces la inminente salida de servicio de los reactores experimentales de Canadá. Ya hace tiempo desde el Ministerio de Planificación Federal se estudiaron indicadores internacionales, que con suficiente anticipación mostraban una gran oportunidad a mediano y largo plazo en el mercado de los radioisótopos. Posteriormente, el ministerio encargado de la infraestructura del país instruyó a la CNEA para que inicie este proyecto, con el que se abre una oportunidad para incrementar la participación argentina en este selecto mercado global.
“No se trata de competir sino de buscar sinergia”, subraya Blaumann. “Apuntamos a mantener una cooperación en la etapa de exportaciones, esto le dará a la región un potencial diferente”, dice.
Con el RA 10 también la industria de combustibles nucleares dará un salto. La Argentina pasará a ser un jugador más completo en su diseño y producción. Allí se harán ensayos de combustibles nucleares, práctica que hasta hoy no es posible realizar en el país. Sin ir más lejos, las barras de zircaloy y dióxido de uranio que componen el combustible del reactor de potencia, ciento por ciento argentinas, cuya construcción avanza en Atucha, serán irradiadas en Halden, Noruega. El objetivo es testear los combustibles, sometiéndolos a las condiciones que se dan en el núcleo del reactor para verificar su diseño.
Además, el RA 10 proveerá haces de neutrones para realizar investigaciones en física de materiales, materia condensada y química. Se trata de una capacidad inexistente en el país y que permitirá el desarrollo del campo de la técnica neutrónica aplicada a la investigación y a la tecnología.
El plan de trabajo al que pudo acceder Futuro indica que para el año que viene está previsto elevar la curva de inversión para la realización de la instalación y el montaje, y comenzar al entrenamiento de operadores. La mayor inversión está prevista para 2016. En 2017 se harán las pruebas preliminares y se pondrá en marcha un año después.
Desarrollos tecnológicos de esta magnitud reactualizan las nociones de soberanía y autodeterminación.
Desde el retorno de la democracia, la Argentina y Brasil iniciaron una nueva etapa de reciprocidad y confianza en la relación bilateral en materia nuclear. Este acercamiento condujo a un proceso de negociaciones sin precedentes, que culminó con un acuerdo para fiscalizar en forma conjunta el uso pacífico de su tecnología nuclear, y se creó una organización única en el mundo: la Abacc, un ente binacional de salvaguardias.
El proyecto de construcción de dos reactores gemelos en la Argentina y Brasil –el RA 10 y el RMB (Reactor Multipropósito Brasileño)– nació en la Declaración Conjunta que firmaron los presidentes Cristina Fernández de Kirchner y Luiz Inácio Lula da Silva en febrero de 2008.
En 2009, la Argentina comenzó a pararse de otro modo frente al mundo, y fue así que asumió un desafío con fuertes implicancias regionales. Durante unos meses de aquel año, el reactor canadiense NRU, proveedor de –aproximadamente– un tercio de los radioisótopos que se utilizan a nivel mundial, salió de servicio, y la CNEA, para evitar el desabastecimiento del vecino Brasil, duplicó su producción.
El RA 10, que inició su trabajo en junio de 2010, es también un símbolo de integración en materia nuclear con Brasil. Es fruto del actual contexto de reciprocidad y creciente cooperación bilateral en los usos pacíficos de la energía nuclear. Contarán con sistemas comunes y similar ingeniería, que toma como base la experiencia del reactor Opal que nuestro país vendió a Australia.
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