Sáb 01.02.2003
futuro

ARQUEOASTRONOMIA: EL MAPA ESTELAR MAS ANTIGUO

Una constelación de marfil

Por Federico Kukso

Mucho antes de que existiese el telescopio espacial Hubble, el Chandra; mucho antes de que hubiera en tierra aparatos ópticos para mirar el cielo, había cartas estelares. Incluso hace casi 32.500 años. Al menos, así lo atestigua una pequeña tabla de marfil de 38 x 14,1 mm (y 4,5 mm de espesor) encontrada en la cueva de Geissenklösterle (Alemania) que, al parecer, representaría la constelación de Orión.
Ocurre que esta tablita rectangular, hecha a partir de un colmillo de mamut, contiene tallada en uno de sus lados la figura de un hombre con los brazos extendidos y las piernas estiradas en una posición muy similar a como se ven desde la Tierra las estrellas que conforman la constelación de Orión, también conocida como “el cazador”. Tal interpretación corresponde al doctor Michael Rappenglück, especialista de la Universidad de Munich y famoso por sus trabajos de identificación de cartas estelares en las paredes de cuevas históricas.
“La tablilla, a la que llamamos `el antropoide en el cielo’ y que fue hallada en 1979 en una cueva del valle de Ach, al sudoeste de Alemania, data de entre unos 32.500 y 38.000 años, según pruebas de carbono 14 realizadas a restos de huesos encontrados junto a ella”, explicó a Futuro el científico alemán.
Para llegar a la notable conclusión de que la figura humana tallada en la tablita corresponde a la constelación de Orión, Rappenglück se basó en información arqueológica, las propias características de la tabla y, en especial, en cómo se veía el cielo en la época en que los muy pocos conocidos auriñacenses (que eran Homo sapiens sapiens y se desplazaron desde el este de Europa reemplazando en la zona a los Neanderthal) habitaron esas cuevas. “A partir de un programa de computadora (el Starry Night Pro 3.12) pudimos establecer la posición de la constelación de Orión durante esos años: sorprendentemente, en los períodos que van entre 7600 y 17.300 o entre 33.500 y 43.500 años atrás, la constelación del cazador no aparece completamente sobre el horizonte de la cueva de Geissenklösterle, o sea que, combinado con las pruebas de carbono 14, deja un único período temporal posible: entre 32.500 y 33.000 años”, explicó Rappenglück a este suplemento.
Pero la fascinante tablita que, según se cree, también cumplía funciones de amuleto, aún dice más: en su reverso contiene 86 perforaciones, distribuidas en cuatro columnas, y que conformarían –según Rappenglück– una suerte de calendario de embarazo. El número de agujeros correspondería a los días que habría que restarle al año para completar el período de embarazo que es de 280 días o 40 semanas. También es el número de días del año en que Betelgeuse, una de las estrellas más brillantes de Orión, no era visible: un curioso dato que demostraría, según Rappenglük, cómo los hombres (y mujeres) de hace 32 mil años asociaban la fertilidad (así como la llegada de la primavera y el verano) con las imágenes que veían en el cielo.

Analogia estelar
Hasta ahora, la famosa tablita ha sido objeto de múltiples interpretaciones: algunos arqueólogos suponen que se trata de una figura mitad gato, mitad hombre, un hombre rezando, o un dios que representaría al “señor de los animales”. Lo cierto es que sus rasgos corresponden con la distribución estelar de Orión: la postura de la figura, con un pie levemente más arriba que el otro, representaría la parte inferior; la parte media, el cinturón de Orión y los brazos alzados en formaperpendicular, la parte superior. Así, el tronco estaría conformado por las estrellas Betelgeuse (hombro derecho), Bellatrix (hombro izquierdo), Saiph (pierna derecha) y Rigel (pierna izquierda). Por otra parte, el apéndice que sobresale entre las piernas se correspondería con el grupo de estrellas de la constelación llamado “Espada de Orión”, que incluye a la nebulosa M 42.
La figurilla del “antropoide en el cielo”, que se encuentra en el Landesmuseum, en Stuttgart, no es la única que concuerda con esta formación estelar. Existen dos estatuillas similares, de la misma época aproximadamente, que fueron encontradas una en una cueva de HohlensteinStadel (Alemania) y la otra en Galgenberg (Austria). Ambas comparten la misma postura del cuerpo, aunque una cuenta con un brazo o una garra alzada, y la otra, una cabeza de león. Las similitudes entre las tres esculturas llevan a Rappenglück a preguntarse si algunas tribus auriñacenses, que se asentaron a lo largo del río Danubio, compartían la misma concepción antropomórfica expresada en mitos, ritos y obras de arte.

Las muchas caras de Orion
No es casualidad que muchas culturas hayan asociado diversas figuras al grupo de estrellas que conforman Orión. Resulta que –en lucha codo a codo en los índices de popularidad con la Osa Mayor– Orión es una de las constelaciones más fáciles de identificar en una noche despejada.
Para los sirios, Orión era Al Jabbar, el gigante. Los egipcios la llamaron Sahu, alma de Osiris. Los antiguos habitantes de la Polinesia, que fueron grandes navegantes, veían en esta constelación una red de pescar. Y los árabes, un collar de perlas. Pero es la concepción de la mitología griega la que pesó más a lo largo de los siglos: Orión era un gran cazador, famoso y engreído, que afirmaba que no había ningún animal sobre la faz de la Tierra que lo pudiese derrotar.
Lo cierto es que sorprende la fecundidad de la imaginación humana capaz de lucubrar distintas historias alrededor de objetos celestiales tan espectaculares que no escapan a la mirada. Y que tampoco escapaban 30.000 años antes de Cristo.

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