Sáb 29.03.2003
futuro

El Album de las Galaxias

› Por Mariano Ribas

Son los grandes ladrillos de la macro estructura cósmica. Enormes islas de estrellas, gas y polvo que, de tanto en tanto, interrumpen las cada vez más profundas y oscuras lagunas de vacío que dominan el universo. Las primeras galaxias nacieron unos pocos cientos de millones de años después del Big Bang. Y, al principio, no eran más que colosales nubes deformes de gas (casi todo hidrógeno), que merced a sucesivos choques y fusiones comenzaron a crecer y crecer. La gravedad las fue modelando lentamente, de afuera hacia adentro. Y de a poco, en sus interiores, los parches más densos de gas originaron las primeras estrellas.
Hoy, 13 mil millones de años después del gran estallido primigenio, el universo cuenta con unos 100 mil millones de galaxias. Una cifra aterradora en la que la Vía Láctea, a pesar de todo su esplendor, se pierde irremediablemente. Sin embargo, hasta hace apenas un siglo, la mayoría de los científicos creía que nuestra galaxia era todo el universo. Recién a mediados de los años 20, un astrónomo parco, amigo de las pipas y del buen tabaco, descubrió que las difusas siluetas que mostraban los telescopios no eran otra cosa que galaxias muy distantes: Edwin Hubble había corrido el velo que nos separaba del verdadero reino galáctico. Un reino que de pronto se reveló extremadamente rico y exquisitamente variado. Hubble observó galaxias de todos los tamaños y formas. Y trató de clasificarlas según su aspecto: desde entonces se habla de “espirales”, “elípticas” e “irregulares”. Pero durante los últimos años, el telescopio espacial que lleva su nombre, y otros monstruos de la astronomía óptica, nos están revelando especímenes con los que Hubble ni siquiera soñó. E incluso, espectaculares colisiones que causan escalofríos de sólo imaginarlas. A continuación, un pequeño álbum de galaxias “clásicas” –vistas con ojos modernos– y otras rarezas especialmente elegidas del extravagario cósmico.

1. Andromeda: un clasico
Es uno de los iconos de la astronomía. Y no podría faltar en ninguna colección de galaxias que se precie de tal: Andrómeda es una de las maravillas del cielo nocturno. Y bien puede decirse que es la “hermana mayor” de la Vía Láctea. Se trata de una típica galaxia espiral, formada por 400 mil millones de soles y fabulosas nubes de gas y polvo. En sus brazos abundan las estrellas azules, jóvenes y calientes. Y en su enorme núcleo esférico predominan las estrellas más amarillentas y ancianas. Durante los últimos años, distintos estudios han sugerido que allí se esconde un súper y voraz agujero negro. Andrómeda y la Vía Láctea son, por lejos, las dos galaxias más grandes del “Grupo Local”, formado por más de treinta integrantes. Y a pesar de estar a más de 2 millones de años luz de distancia, es una de las más cercanas. De hecho, Andrómeda es el objeto más lejano que puede verse a simple vista, aunque esa luz que nos llega haya partido cuando el género Homo recién comenzaba a existir, en Africa. Pero las hermanas no siempre estarán separadas: ambas se están acercando –forzadas por su propia gravedad– a una velocidad de 500.000 km/hora. Y dentro de tres mil millones de años se darán un abrazo fatal que originaráuna nueva supergalaxia (de todos modos, el espacio interestelar es tan enorme que es casi imposible que sus estrellas choquen entre sí). Como veremos más adelante, estas colisiones son moneda corriente en el universo.

2 y 3. Vecinas irregulares
No todas las galaxias son tan enormes y elegantes como Andrómeda. Hay otras mucho más chicas y desprolijas: son las irregulares. Y una de ellas es nuestra vecina más próxima. Hasta hace una década, parecía que la galaxia más cercana a la Vía Láctea era la famosa Nube Mayor de Magallanes. Pero en 1994, un grupo de astrónomos de la Universidad de Cambridge descubrieron una galaxita a “apenas” 60 mil años luz, del otro lado del centro de la Vía Láctea. Como puede verse en la fotografía –que muestra parte de ella, escondida detrás de algunas estrellas de nuestra propia galaxia– no es gran cosa. Se la conoce como “Galaxia Enana de Sagitario”, y la pobre está siendo desgarrada, devorada y asimilada por la Vía Láctea. Canibalismo galáctico, con todas las letras.
Mejor suerte, al menos por ahora, tiene NGC 6822, también integrante del Grupo Local, pero que está más lejos (a 1,5 millón de años luz). Es otra galaxia irregular, un poco más grande, y llama la atención por las grandes nebulosas de emisión (masas de gas excitado por la radiación de estrellas cercanas) que la rodean, especialmente visibles en la parte superior de la imagen como pequeñas manchitas.

4. La furia de Centauro A
Saliendo del Grupo Local, y ya a 10 millones de años luz de casa, nos encontramos con un peso pesado. A diferencia de las anteriores, Centauro A es una galaxia elíptica. Y esta imagen –tomada por uno de los cuatro telescopios que forman el Very Large Telescope (VLT), el coloso europeo instalado en el norte de Chile– la muestra con lujo de detalles. Centauro A está atravesada por un grueso sendero de polvo, que bloquea la luz de buena parte de sus estrellas. Y tiene un núcleo extremadamente energético –mucho más que el de la Vía Láctea– que constantemente emite generosas dosis de ondas de radio, rayos X y rayos Gamma. La fuente de esa energía serían los ardientes remolinos de materia cayendo hacia un agujero negro central. Según algunas evidencias recientes, en la compleja estructura de Centauro A pueden adivinarse los restos de una pequeña galaxia espiral, que alguna vez fue atrapada y devorada. La canción se repite.

5 y 6. El Monstruo y el Sombrero
En este álbum no podían faltar otras dos vedettes del catálogo de Messier: M87 y M104, más conocida como la galaxia “Sombrero”. Ambas forman parte del gran cúmulo galáctico de Virgo, distante a unos 60 millones de años luz. Esta verdadera metrópolis cósmica está formada por más de dos mil galaxias, y su enorme gravedad está atrayendo a todo el Grupo Local: hacia allí marcha la Vía Láctea, Andrómeda y todas sus pequeñas compañeras. La reina indiscutida del Cúmulo de Virgo es la monumental M87, que con un billón de estrellas es, sin dudas, una de las galaxias más grandes y masivas de todo el universo. Su forma pasablemente esférica la ubica en la categoría “elípticas”, y como ocurre con este tipo de galaxias –y a diferencia de las espirales– su población estelar es muy anciana, y contiene muy pocas nubes de gas y polvo. Tal como muestra la fotografía, el monstruo de Virgo está rodeado de cientos de cúmulos globulares –agrupaciones esféricas de miles estrellas– que parecen revolotear como moscas alrededor de un elefante. No hace falta explicar por qué la galaxia “Sombrero” se llama así. Esta gran galaxia espiral es una de las vistas más pintorescas del cielo. Y se nos muestra de perfil, ostentando una gruesa banda de polvo que recorre su zona central (más o menos similar a la de Centauro A). Un resplandeciente núcleo central y un halo muy extendido –formados por miles de millones de estrellas mayormente anciana– completan su simpática silueta.
Distintas observaciones y análisis espectroscópicos sugieren la presencia de agujeros negros en ambas galaxias. Y el de M87 estaría acorde a las dimensiones de su hogar: se calcula que tiene unas 3 mil millones de masas solares. Desde los años 90 parece cada vez más evidente que toda gran galaxia –incluso la nuestra– alberga un súper agujero negro en su centro. Y hasta se piensa que son una condición necesaria para su origen y evolución.


7. El “renacuajo” del Hubble
Una de las imágenes más recientes y llamativas del Telescopio Espacial Hubble es la de una insólita galaxia con “cola” ubicada a 420 millones de años luz. Su nombre formal es Arp 188, pero es mucho más conocida como “el renacuajo”. Salta a la vista el porqué. Esa cola está formada por millones de estrellas, y mide casi 300 mil años luz de largo (unas tres veces el diámetro de la propia galaxia). ¿Cómo explicar semejante rareza? Lo más probable es que sea el resultado de un desgarro provocado por un encuentro muy cercano con otra galaxia –que se insinúa por detrás de sus brazos espirales– que habría pasado de izquierda a derecha. Pero esta extravagancia es demasiado frágil, y no puede durar mucho: tal como ocurre con los verdaderos renacuajos, Arp 188 inevitablemente irá perdiendo su cola con el correr del tiempo; en este caso, de los millones de años. Y las estrellas que la forman terminarán formando pequeños cúmulos “satélites” a su alrededor.

8 y 9. Un choque y un anillo
Los últimos dos lugares de esta selecta colección están reservados a un espectacular choque de galaxias y a una hermosa criatura anillada. El choque está protagonizado por las lejanas NGC 2207 y la más pequeña IC 2163, dos galaxias espirales que desde hace cientos de millones de años están interactuando gravitacionalmente. Lo que muestra esta fotografía del Hubble es apenas un cuadro en una larga y sufrida película. Una verdadera guerra de las galaxias repleta de episodios caóticos, protagonizados por corrientes de estrellas disparadas a la deriva, oleadas de compresión de nebulosas, y sus consiguientes nuevos alumbramientos estelares. El resultado final está sellado: la galaxia más grande (NGC 2207, a la izquierda de la imagen) terminará “asimilando” a la más chica, IC 2163 (a la izquierda).
La última parada de este viaje nos lleva a 600 millones de años luz de la Tierra. Allí nos espera la frutilla del postre: una galaxia rodeada por un anillo. Se la conoce como “Objeto de Hoag”, en honor al astrónomo Art Hoag que la descubrió en 1950. El anillo está dominado por brillantes estrellas azules; en cambio, el cuerpo central, más o menos esférico, está repleto de viejos soles rojos y amarillos. Y ambas estructuras están separadas por una zanja de vacío. ¿El origen? Se sospecha que la criatura de Hoag seguramente nació hace algunos miles de millones de años, cuando una pequeña galaxia atravesó a otra más grande. Y no es la única: durante los últimos años, los astrónomos han descubierto varias más, abriendo otra categoría dentro de la tradicional clasificación galáctica de Hubble: las “galaxias anillo”.

Final
De Andrómeda al Sombrero. De la espiral al renacuajo. Del monstruo a la belleza anillada. Se suele decir que para muestra vale un botón, pero en este caso han sido diez: el extravagario galáctico nos pedía a gritos una muestra más generosa.

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