FISICA: DESCUBREN UNA NUEVA PARTICULA SUBATOMICA
De la complejidad a la simplicidad
o de la simplicidad a la complejidad parecen ser dos de los caminos usualmente
más recorridos por los físicos que miran (no con sus propios ojos,
claro) la estructura básica de la materia, esperando encontrar allí,
en un mundo de partículas bastante exóticas, los ladrillos sobre
los que se edifica prácticamente todo. Hace mucho quedó atrás
la idea de que todas las cosas están constituidas por átomos indivisibles.
Hoy, los científicos, podría decirse, ven la materia como una
cebolla, compuesta por más de una capa, o como un juego de cajas chinas,
unas dentro de otras, que no se sabe dónde termina. Hasta el punto de
que para abrir cada una de estas cajas los sentidos humanos ya son obsoletos.
En cambio, los físicos juegan con gigantescos ciclotrones donde aceleran
protones y electrones hasta hacerles alcanzar enormes energías, los estrellan
contra un objetivo, y luego analizan los escombros. Y a veces, se llevan algunas
sorpresas.
Hace unas semanas ocurrió justamente eso. Un equipo de físicos
encontró una nueva partícula subatómica, a la que bautizaron
como Ds (2317) y que, al parecer, es bastante caprichosa: ni su peso ni su tiempo
de vida (o sea, lo que tarda en desintegrarse) coinciden con los que la teoría
(hace años) había previsto.
Marcello Giorgi de la Universidad de Pisa (Italia) y su grupo de investigación
se topó con la extraña partícula luego de que hicieron
estrellar en el Standford Linear Accelerator Center (SLAC) de California (Estados
Unidos) electrones y positrones (los positrones son, en el mundo de la antimateria,
el equivalente de los electrones; o dicho de otro modo, son las antipartículas
correspondientes a los electrones). Y luego, el detector BaBar (cuyo nombre
es, curiosamente, el mismo del de un dibujo animado) registró las partículas
creadas como resultado de la colisión. Allí, entre los restos,
estaba Ds (2317), la nueva vedette de la física, que está formada
por un quark y un antiquark (los quarks son las partículas que en tríos
forman protones y neutrones).
Las particulas del señor
Joyce
La búsqueda de los componentes fundamentales de la materia no se
detiene: no ocurrió ni en 1897 cuando el físico inglés
J. J. Thompson descubrió el electrón, ni en 1919 cuando Ernest
Rutherford se topó con el protón (partícula de carga positiva
que integra el núcleo del átomo), y tampoco en 1932 cuando James
Chadwick encontró el neutrón (partícula casi idéntica
al protón pero sin carga, que también integra el núcleo
atómico). En 1963, los físicos Murray Gell-Mann y George Zweig
predijeron, trabajando por separado, que incluso los protones y neutrones estaban
compuestos por partículas más pequeñas. Gell-Man, además
de físico, era por entonces aficionado a la literatura y a las aves,
y vio la oportunidad de combinar sus dos amores. Así, pues, releyendo
la novela Finnegans Wake, de James Joyce, encontró el nombre de
las nuevas y diminutas partículas en una frase: Three quarks for
muster mark (libro segundo, capítulo cuarto, canción inicial),
que combinaba no sólo a uno de sus autores favoritos sino también
el sonido quark que hacen los cuervos y fonéticamente el
kwork que emiten las gaviotas. Así adquirieron su nombre
los quarks.
Como era de esperar, se los siguió estudiando. Hasta ahora se identificaron
seis tipos de quarks (y, naturalmente, seis antiquarks, ya que toda
partícula tiene su antipartícula) a los que se les pusieron raros
nombres: arriba, abajo, extraño,
encanto, verdad y belleza. Así, por
ejemplo, un protón está formado por dos quarks arriba
y uno abajo; un neutrón, por dos abajo y uno
arriba. Toda la materia de la que está compuesta la Tierra,
nosotros, en fin, todo, está formada solamente de quarks arriba
y abajo, que son los que están en la naturaleza libremente;
los demás hay que fabricarlos en aceleradores.
Pero el juego caprichoso de nombres sigue: las interacciones entre los quarks
están determinadas por el color y el sabor (no
el sabor y color como lo entendemos en la vida cotidiana sino que son una especie
de carga quárkica). Las actuales estimaciones indican que
la partícula Ds (2317) está formada por un quark encanto
y un antiquark extraño.
Quarks hasta en la sopa
Para los físicos de partículas no es muy raro encontrar nuevos
ejemplares de este mundo infinitesimal. Hay catálogos llenos con este
tipo de combinaciones de quarks. Esta vez no fue diferente: la existencia de
Ds (2317) no es una sorpresa. Pero su masa, sí: es más pequeña
de lo esperado. Según la teoría, Ds (2317) debería tener
una masa de 2500 mega electronvolts (las unidades que los físicos utilizan
para describir tanto la masa como la energía de partículas, y
que equivalen más o menos a 10-33 gramos). Sin embargo, ocurre que la
partícula encontrada es 10 por ciento más ligera: pesa sólo
2317 mega-electronvolts.
La partícula que se encontró tiene una vida media mucho
más larga -algo menos que un millonésimo de segundo y una
masa bastante más baja de lo que se esperaba teóricamente, a tal
punto que hace dudar de que realmente sea lo que se esperaba, comentó
a Futuro el físico Ricardo Piegaia, de la Facultad de Ciencias Exactas
y Naturales de la UBA. O está mal la teoría o se ha encontrado
un bicho distinto que nadie esperaba.
Lo interesante de la investigación, que se publicó en Physical
Review Letters, es, según los físicos, averiguar por qué
Ds (2317) es como es (y no como debería ser), lo que a su vez permitirá
avanzar en el conocimiento de una de las cuatro fuerzas básicas de la
naturaleza, la fuerza nuclear fuerte que atrae a los quarks, ata a los protones
y a los neutrones, y mantiene unido al núcleo atómico (las otras
tres fuerzas de la naturaleza son la gravitacional, la electromagnética
y la nuclear débil).
Quarks... En realidad, estas pequeñísimas porciones de casi nada
merecen un buen trato (para compensar los estrambóticos nombres que les
encajaron) y, por qué no, cierto reconocimiento: después de todo
son, junto a otras particulejas llamadas leptones (entre ellas, los electrones),
las unidades constitutivas del universo.
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