ARTE Y ASTRONOMíA
› Por Mariano Ribas
A mediados de 1890, Vincent Van Gogh, que por entonces vivía en un pequeño pueblo cercano a París, se detuvo a pintar una casona vecina durante un atardecer. Y como tantas otras veces, puso mucha atención en los detalles, incluso, en los del cielo: apenas asomado por encima del techo, “algo” muy brillante dominaba el crepúsculo, y evidentemente le llamó la atención. Más de cien años más tarde, un astrónomo, un historiador del arte y un grupo de alumnos se pusieron el traje de detectives, y gracias a una serie de pistas, no sólo descubrieron la identidad del objeto, sino que también fijaron, con toda precisión, el día y la hora en que el gran maestro holandés pintó Casa blanca de noche, una de sus últimas obras.
Enigma pictorico
Hace tres años,
Casa blanca de noche se convirtió en el blanco de una investigación
sumamente interesante. Resulta que el profesor Russell Doesher (Southwest Texas
State University, Estados Unidos) y sus alumnos de la cátedra de “La
astronomía en el arte, la historia y la literatura”, notaron que
en la parte superior derecha de la pintura aparecía un extraño
objeto de color amarillo: ¿el Sol o la Luna, quizás? Teniendo
en cuenta ciertas sombras, el aspecto del objeto y la forma en que Van Gogh
había representado al Sol y a la Luna en otros cuadros, Doesher descartó
rápidamente ambas posibilidades. Y a partir de allí, y pidiéndole
una mano al astrónomo Donald Olson (de la misma universidad), todos juntos
se embarcaron en el desafío de averiguar qué era esa “cosa”.
Una de las claves para resolver el misterio fue una carta que Van Gogh le envió
a su hermano, que vivía en París, desde el vecino pueblito de
Auvers-sur-Oise, donde pasó sus últimos días (antes de
su famoso suicidio, el 29 de julio de 1890). La carta fue escrita el 17 de junio
de 1890, y allí le menciona, como algo muy reciente, la pintura de aquella
casona blanca. Teniendo en cuenta que, por entonces, su ritmo de trabajo era
muy intenso (antes de morir, hizo 70 cuadros en 70 días), era lógico
pensar que Van Gogh la había hecho poco antes de escribir la carta para
su hermano. Primer dato.
La casa y el software
En mayo de 2000,
Olson, Doesher y sus alumnos viajaron hasta Auvers para ver si la casa verdaderamente
existió, y si todavía estaba allí. Y lo estaba: después
de una recorrida de cuatro días por este pueblo de cinco mil habitantes,
los estudiantes dieron con el edificio (no sólo estaba habitado, sino
que también se conservaba muy bien). Primero, se pararon frente a ella,
buscando la misma orientación del cuadro, y luego midieron los puntos
cardinales: la fachada miraba al Norte, y en el cuadro aparece oblicuamente
iluminada por los últimos rayos de Sol (que se estaba ocultando por el
Noroeste). Sin dudas, concluyeron, la pintura correspondía al anochecer.
Y Van Gogh miraba hacia la parte occidental del firmamento. Más datos.
Y otro más: teniendo en cuenta el punto de vista de Van Gogh, y el techo
de la casa como referencia, el equipo determinó la altura a la que estaba
el objeto: unos 15 grados sobre el horizonte. Luego le llegó el turno
a la informática: Doesher, Olson y los alumnos cargaron las coordenadas
geográficas de Auvers-sur-Oise en uno de los tantos programas que reproducen
los cielos de cualquier lugar y en cualquier época. Y probaron con fechas
cercanas del 17 de junio de 1890. Una vez que la computadora les mostró
el cielo, comenzaron a buscar estrellas brillantes: Vega y Arturo aparecían
en la parte más alta del cielo, y Capella a poca altura en dirección
noreste. No podían ser. La Luna tampoco, porque el programa les indicaba
que estaba en su fase Nueva (cuando es invisible). ¿Algún planeta
brillante, acaso? A la hora de la puesta del Sol en Auvers-sur-Oise, Marte apenas
asomaba por el sudeste. Descartado. Júpiter recién salía
hacia la medianoche. Tampoco. Pero alrededor de las 7 de la tarde, en pleno
crepúsculo, Venus aparecía en el cielo del Oeste a unos 15 grados
de altura. Un objeto súper brillante casi exactamente en el mismo lugar
que en la pintura: asunto resuelto.
La fecha
Van Gogh había
pintado al famoso “lucero” sobre el techo de la casa. Pero los detectives
quisieron hilar aún más fino: la idea era determinar la fecha
exacta del cuadro. Y para eso, el equipo se puso a revisar los registros meteorológicos
del Observatorio Montsouris, de París, correspondientes a junio de 1890.
Así averiguaron que entre los días 7 y 14, el tiempo había
sido malísimo, con abundante nubosidad y continuas lluvias. El 15 comenzó
a mejorar lentamente, y el 16 estuvo espléndido. Pero al día siguiente
volvieron las nubes y las tormentas. Teniendo en cuenta que Van Gogh le escribió
la carta a su hermano el 17 (donde le habla de la pintura como algo flamante),
todo indica que pintó Casa blanca de noche el 16 de junio de 1890, a
eso de 7 de la tarde.
Para el final, vale la pena recordar que ésta no fue la única
que vez que Van Gogh pintó a Venus: hay muy buenas razones para pensar
que el lucero también aparece en Noche estrellada de St. Remy, y en Camino
con un ciprés y una estrella. Y no es nada raro, al fin de cuentas, es
el tercer astro más brillante del cielo, luego del Sol y la Luna. Un
gran maestro de impresionismo, sus cuadros y un planeta vecino: pequeñas
historias del arte y la ciencia.
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