Una cuestión...
Por Raul A. Alzogaray
Desde tiempos remotos se hizo evidente que el color de la piel humana no está distribuido al azar en el planeta. La piel de los habitantes de la región ecuatoriana es oscura, la de quienes habitan regiones más frías es clara. El naturalista romano Plinio el Viejo (siglo I a. C.) afirmaba que los africanos tenían la piel oscura porque estaban más próximos al Sol y por lo tanto más quemados que los europeos.
Los primeros intentos de explicar seriamente el origen de la coloración se remontan al siglo XVIII. De todas las hipótesis propuestas desde entonces, la más difundida es la que sostiene que el oscurecimiento protege a la piel de los efectos nocivos de la radiación solar (quemaduras, cáncer de piel). Pero esta explicación nunca terminó de convencer a los científicos.
Una hipótesis reciente propone que la variedad de colores es una adaptación que les permite a los habitantes de distintos ambientes mantener los niveles de vitamina D y folato que necesitan sus organismos.
Las razas humanas
En 1758, en la décima edición de su libro Systema naturae, el naturalista sueco Carl Linneo determinó que la especie Homo sapiens pertenece al grupo de los mamíferos y estableció la existencia de cinco subespecies o razas humanas: personas con malformaciones de nacimiento (las llamó H. sapiens monstruosus), europeos blancos, asiáticos amarillos, africanos negros y americanos rojos. Cada raza, afirmaba Linneo, podía ser reconocida por el color de la piel, el carácter, el atuendo y las costumbres (a los nativos americanos, por ejemplo, los describió como poseedores de piel roja y mal carácter, habituados a peinar sus cuerpos y ser gobernados por la costumbre).
Los estudios moleculares realizados en las últimas décadas del siglo XX por Cavalli-Sforza demostraron que las diferencias entre las supuestas razas son superficiales y no reflejan diferencias a nivel genético. “No es que la raza no exista –ha escrito el antropólogo Jonathan Marks–... es que la raza no existe en tanto que entidad biológica. La raza existe indudablemente como categoría simbólica y social, lo cual la convierte en un concepto más real e importante que si fuera biológico.”
Los científicos prefieren hablar ahora de poblaciones humanas que presentan características propias y visibles (color de piel, tipo de cabello, las formas de los párpados, el rostro y el cuerpo).
Daños y beneficios de la radiacion UV
La piel humana, cuyo color varía entre el marrón oscuro de los centroafricanos y el rosa pálido de los noreuropeos, debe su color a la presencia de un pigmento llamado melanina. La cantidad de células productoras de melanina es más o menos la misma en todas las personas, lo que varía –y origina la diversidad de colores– es la cantidad de pigmento producido. La melanina de la piel cumple una importante función protectora al absorber la radiación ultravioleta (UV).
El Sol emite distintos tipos de radiación UV (UVA, UVB, UVC). El tipo C es detenido por la capa de ozono; los tipos A y B llegan hasta la superficie terrestre y producen distintos efectos en los seres vivos.
La radiación UVA alcanza los vasos sanguíneos que irrigan las capas más profundas de la piel y destruye el folato transportado por la sangre (un nutriente indispensable para la biosíntesis de ADN). La radiación UVB daña las glándulas sudoríparas –causando un desequilibrio en el control de la temperatura del cuerpo–, produce quemaduras y es una causa demostrada de cáncer de piel. Pero no todos los efectos son negativos. La luz UVB convierte el colesterol en provitamina D, que luego, en los riñones, es convertida en vitamina D. Esta sustancia regula la absorción de calcio y fósforo en el organismo; su deficiencia impide la normal formación de los huesos, causando raquitismo en los niños y osteoporosis en los adultos.
Menos pelo, mas pigmentos
Los científicos piensan que la piel de los primeros humanos debió ser clara, como la de los chimpancés, que constituyen el grupo animal más próximo al H. sapiens. La piel de los chimpancés es clara en todas las partes del cuerpo cubiertas con pelo, pero es oscura en las zonas sin pelo (cara, labios, párpados, orejas, área anogenital).
Los linajes chimpancé y humano se separaron hace unos 7 millones de años. Con el paso del tiempo, los humanos abandonaron los bosques de sus ancestros y ocuparon la sabana del este africano. En este nuevo paisaje, la exposición al Sol era mayor y conseguir alimento requería más movimiento, dos factores que tendían a aumentar peligrosamente la temperatura del cuerpo.
En respuesta a estas presiones ambientales, surgieron dos mecanismos para disipar el calor corporal: aumentó considerablemente el número de glándulas sudoríparas –que enfrían el cuerpo mediante evaporación– y disminuyó la cantidad de pelo –cuya presencia menoscaba la tasa de evaporación–. Pero la pérdida del pelo creó un nuevo problema, ya que éste protegía a la piel de la radiación solar. La respuesta a esta nueva presión ambiental fue un aumento en la pigmentación.
Durante años, los científicos pensaron que la piel humana se oscureció en respuesta al peligro representado por la luz UV. Pero nunca estuvo muy claro, desde un punto de vista evolutivo, en qué consiste exactamente ese peligro.
Es verdad que la piel oscura es menos propensa que la clara a desarrollar cáncer por exposición a la radiación UV. Sin embargo, este tipo de cáncer no suele ser fatal durante la edad reproductiva. De acuerdo con la Teoría de la Evolución, una característica es considerada exitosa cuando favorece la capacidad reproductiva de quienes la poseen. Si el cáncer de piel afectara de algún modo la reproducción, se entendería que el oscurecimiento de la piel, al evitarlo, representa una ventaja. Pero como este tipo de cáncer no tiene un efecto importante sobre la reproducción de las personas, el origen del oscurecimiento debe tener una explicación diferente.
Según otras hipótesis, la piel oscura protege a los habitantes de los trópicos de la sobreproducción de vitamina D (pero el organismo posee mecanismos que evitan la sobresíntesis de esa vitamina); impide que los pezones maternos sufran quemaduras que dificulten el amamantamiento (pero la piel clara es suficiente para impedir este tipo de daño); la piel blanca es más resistente al clima frío (pero la piel de los esquimales es oscura).
Nina Jablonski y su esposo George Chaplin, experto en sistemas de información geográfica (ambos de la Academia de Ciencias de California), son los autores de una de las más sólidas hipótesis presentadas hasta el momento.
Nace una hipotesis
Jablonski empezó a investigar el tema hace diez años, cuando fue invitada a dar una conferencia en la Universidad de Australia Occidental. Ella era especialista en primates y eligió hablar sobre la evolución del color de la piel humana. Al buscar bibliografía para preparar la conferencia, encontró que ninguna hipótesis explicaba satisfactoriamente la causa del oscurecimiento de la piel. Dos artículos científicos sobre el folato, un derivado del ácido fólico que forma parte del complejo vitamínico B, llamaron su atención. El primer artículo demostraba que la luz UV destruye rápidamente el folato presente en el cuerpo humano. El otro artículo informaba que animales de laboratorio con bajos niveles de folato producían fetos deformes.
Unos pocos años antes, otros investigadores habían encontrado una estrecha relación entre la falta de folato y la aparición de espina bífida y otras malformaciones en fetos humanos (la espina bífida se produce cuando las vértebras no terminan de cerrarse alrededor del cordón nervioso, formando un tubo neural incompleto). Estos defectos eran responsables del 15% de las muertes prenatales y del 10% de las posnatales en poblaciones humanas de piel clara.
Este descubrimiento permitió desarrollar un método de diagnóstico prenatal. Agregando ácido fólico en la dieta de las mujeres embarazadas que presentaban bajos niveles de folato, se logró reducir considerablemente la aparición de las malformaciones.
También se demostró, en animales de laboratorio, que la falta de folato malogra la producción de espermatozoides en los machos y disminuye la fertilidad.
Jablonski y Chaplin explican que estos y otros resultados les hicieron pensar que el oscurecimiento de la piel protegió los depósitos de folato. “Nuestra idea fue apoyada por un informe publicado en 1996 por el pediatra argentino Pablo Lapunzina, quien halló que tres jóvenes y, en otros aspectos, saludables mujeres atendidas por él dieron a luz bebés con defectos en el tubo neural después de broncearse en camas solares durante las primeras semanas de sus embarazos.”
distribuciones
A diferencia del cáncer de piel, la destrucción del folato tiene un efecto importante sobre la capacidad de dejar descendencia. Jablonski había encontrado una explicación satisfactoria al oscurecimiento de la piel humana: la melanina evita la destrucción del folato, permitiendo la normal producción de espermatozoides y el desarrollo normal del feto. Sin embargo, existía otro factor que no debía perder de vista. El cuerpo necesita radiación UV para fabricar vitamina D.
Un grupo de médicos de la Universidad de Boston se preguntó en qué época del año los habitantes de su ciudad estaban expuestos a suficiente radiación UV como para iniciar la fabricación de vitamina D. Para averiguarlo, tomaron prepucios humanos obtenidos de circuncisiones, los llevaron al techo de la Escuela de Medicina y los dejaron un día entero expuestos a la luz solar. Al finalizar el día, midieron la síntesis de vitamina D.
Tras repetir estas pruebas en distintas épocas del año, llegaron a la conclusión de que en Boston, recién a partir de mediados de marzo llega a la superficie terrestre la cantidad de radiación UV necesaria para sintetizar la vitamina.
Al conocer este dato, Jablonski y Chaplin se preguntaron cuál sería esa cantidad de luz UV y qué sucedería en otras partes del planeta (la cantidad de radiación UV que llega a la superficie terrestre depende de la inclinación del Sol, el espesor de la capa de ozono, la nubosidad y la presencia de polvo y contaminantes en la atmósfera). Una colega de la Universidad de Colorado en Boulder les ofreció lo que necesitaban. Durante 15 años, la NASA había estado reuniendo datos satelitales para confeccionar un mapa planetario de la capa de ozono. Uno de los parámetros medidos era la cantidad de radiación UV que alcanza la superficie del planeta. Jablonski y Chaplin se fijaron cuánta radiación recibía la ciudad de Boston a mediados de marzo y, a partir de ese valor, hicieron un mapa mundial de la radiación UV.
En el mapa se podían identificar tres zonas: a) una alrededor del Ecuador, que durante todo el año recibe suficiente radiación UV para permitir la síntesis de vitamina D; b) una subtropical, que recibesuficiente radiación sólo durante once meses del año y c) una por encima de los 45 de latitud (Norte y Sur), que en ningún momento del año recibe suficiente radiación.
“Esta distribución podría explicar por qué la gente nativa de los trópicos tienen en general piel oscura –razonan los investigadores–, mientras que la piel de los habitantes de las regiones subtropicales y templadas es más clara pero tiene la capacidad de broncearse, y aquellos que viven cerca de los polos tienden a ser muy claros de piel y se queman fácilmente.”
En cada una de las zonas, la cantidad es lo suficientemente alta para permitir la síntesis de vitamina D y, al mismo tiempo, lo suficientemente baja para evitar la destrucción del folato.
Mujeres y otras excepciones
Entre sus hallazgos, Jablonski y Chaplin destacan la diferencia entre hombres y mujeres y algunas excepciones a la distribución de los colores de piel en el mundo.
Las piel de las mujeres es entre un 3 y un 4% más clara que la de los hombres. Hasta ahora, los científicos no habían encontrado mejor explicación que la que sostiene que los hombres prefieren las mujeres de piel más clara (se trataría, entonces, de una selección sexual). Jablonski y Chaplin señalan que las mujeres necesitan más calcio, especialmente durante el embarazo y la lactancia, por esa razón, “tienden a tener una piel más clara que los hombres para permitir que un poco más de rayos UVB penetren la piel y así aumentar la capacidad de producción de vitamina D”.
Los tibetanos y los esquimales parecen una excepción a la distribución general. La piel de los tibetanos es más clara que la que corresponde a la latitud en que viven. Esto se podría deber a que han ocupado esa región durante menos de 10.000 años y a que, por el frío, viven cubiertos de ropa, compensando de esa manera la escasa protección que les brinda el bajo nivel de melanina.
Los esquimales, por el contrario, tienen la piel oscura a pesar de habitar una latitud donde la radiación UV nunca es suficiente para la síntesis de vitamina D. “Esto se debe probablemente a dos factores -especulan los investigadores–. El primero es que ellos son habitantes relativamente nuevos de esos climas, habiendo migrado a Norteamérica hace unos 5000 años. El segundo es que la dieta tradicional de los esquimales es extremadamente alta en alimentos que contienen vitamina D, especialmente peces y mamíferos marinos.”
La ciencia ha demostrado que el concepto de las razas humanas carece de fundamento biológico, y que la coloración de la piel puede ser explicada en términos de adaptaciones a distintos ambientes. ¿Serán estos hallazgos suficientes para que las razas dejen de existir en la mente de fanáticos y aprovechados, y que el color de la piel deje de ser motivo de sufrimiento para millones de personas? En términos muy optimistas, Jablonski ha declarado que “vivimos en una época en que la gente está dispuesta a dejar de basar sus juicios en el color de la piel”. Un optimismo que cuesta compartir, pero que ojalá resulte profético.