Sáb 27.03.2004
futuro

LA SOJA GENERA DIVISAS Y CONTROVERSIAS

La antipartícula de Feriagro

› Por Esteban Magnani

Así como toda partícula tiene su antipartícula, parece que todo encuentro de poderosos –organizado por el WTO, el Banco Mundial o el G-7– tiene su anti-encuentro. El método ya se ha instalado en la Argentina y es por eso que en San Pedro, mientras los grandes de la industria agropecuaria se reunían en Feriagro del 18 al 21 de marzo para festejar los dividendos que ha dejado el campo en los últimos años, cerca de 25 ONG se autoconvocaron en un intento de restablecer la mirada a futuro de los productores de soja que parece algo nublada por los dólares que llueven del exterior. Su consigna fue “Por una agricultura con agricultores, por alimentos sanos y nuestros para todos, por el control social de los recursos naturales”.

EL BOOM SOJERO
En los últimos años la soja, a pesar de su insípido sabor, logró un protagonismo capaz de competir con algunas de las vedettes que aparecen en la televisión. Es que buena parte del superávit comercial de la Argentina se debe al aumento de la producción y de los precios internacionales de esta forrajera que avanza sobre los campos. Ya cerca de la mitad del área cultivable de la Argentina está dedicada a la soja en desmedro de otros cultivos tradicionales como el maíz o el trigo, o incluso el ganado vacuno, que permitían una oferta alimentaria más variada. Hoy en día buena parte de la leche que se toma en el país proviene del exterior.
Las ONG que se reunieron en San Pedro intentaron que los productores tomaran conciencia del impacto negativo de la soja que queda oculto detrás de las ganancias a corto plazo. En primer lugar la soja que se cultiva en la Argentina es transgénica, es decir que tiene modificados algunos genes, algo que, por sí mismo, no está demostrado que sea peligroso. Lo que sí está causando estragos es lo que implica esa modificación: esta soja está diseñada para resistir al glifosato, un pesticida muy poderoso que mata todo, excepto la soja. El resultado es una tierra muerta, sin pestes, pero también sin los microorganismos que la mantienen fértil, por lo que hay que agregarle fertilizantes químicos sistemáticamente. Para colmo, el precio internacional de la soja –que no deja de subir– hace que no se sacrifique ni una cosecha por lo que la rotación y el descanso de la tierra son historia, al igual que sus microorganismos. La ganancia urgente es un motivador poderoso.
En segundo lugar este modo de producción rompe con saberes y formas de relaciones sociales equilibradas: la soja transgénica trabaja de una manera particular (la siembra directa), que requiere grandes máquinas y por lo tanto inversiones. Por eso los pequeños productores arriendan sus tierras a los grandes que casi no utilizan mano de obra. Desde el “antiFeriagro” señalan que se produjo un éxodo masivo de más de 100.000 pequeños agricultores a las ciudades que, para colmo, van perdiendo sus saberes tradicionales.
Y en tercer lugar la crítica a la soja es porque se trata de un pésimo alimento para seres humanos (de hecho en Europa la utilizan como forraje). A pesar de ser muy rico en calcio y hierro posee antinutrientes que anulan la absorción de los mismos si no se lo procesa a muy altas temperaturas. Por otro lado posee estrógenos vegetales –fitoestrógenos– en cantidades muy altas que modifican el normal desarrollo de los niños. En una Argentina con índices de pobreza como los actuales y en la que se redujo la oferta alimentaria, muchos comedores alimentan con soja a niños empeorando su mala nutrición. Un pequeño cuadernillo que sacó el Gobierno y que se llama “Foro para un Plan Nacional de Alimentación y Salud”, señala en su página 30 que se “desaconseja el uso de soja en los niñosmenores de 5 años y especialmente en menores de dos”. En China, país con milenario consumo de soja, nunca la comen en su forma original, sino que la fermentan por largos períodos para desactivar la enzimas.

VERDE QUE TE QUIERO
Desde la vereda de enfrente a Feriagro, las ONG intentan convencer a los pequeños productores del suicido ecológico y económico que están cometiendo, y reconocen que ninguno de los argumentos que le puedan dar a los grandes sirve para hacerles dejar un negocio tan jugoso. En el Gobierno saben lo que está ocurriendo, pero la intervención estatal sobre un cultivo que fogonea el crecimiento del PBI es poco probable. Según Diego Domínguez, del Grupo de Estudios Rurales, otra de las organizaciones que participaron, el “balance es positivo y alentador. Entablamos un diálogo entre organizaciones críticas del modelo agropecuario dominante, acercamos material e información a la que los productores y agricultores no acceden por el manejo que hacen los medios en general. También logramos un diálogo con aquellos que ya sintieron en carne propia los efectos de este modelo”.
Desde otra de las ONG, el Grupo de Reflexión Rural, aseguran que “el modelo sojero es como el de la convertibilidad: la fiesta de hoy será la tragedia de mañana”. La frase resulta algo escalofriante si recordamos la forma en la que la fiesta del consumo de los ‘90 tapaba las pocas críticas que se hacían. Una vez más, parece, se llorará sobre la leche de soja derramada.

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