LA SONDA MESSENGER PARTIRA EL LUNES
› Por Mariano Ribas
Será el regreso al planeta olvidado: después de treinta años, una nave espacial está a punto de despegar rumbo a Mercurio. Su viaje será largo, lento y complejo. Pero finalmente, en 2011, se colocará en órbita alrededor de este mundo pequeño, demacrado e infernalmente caliente. La misión de la Messenger (Mensajero) durará un año, y dará como resultado un completo perfil físico, químico, magnético y geológico del vecino más cercano del Sol. Y entre otras muchas cosas, podría confirmar una sospecha científica sumamente interesante: la presencia de agua congelada en sus cráteres polares.
MUNDO DE EXTREMOS
Mercurio es un planeta de bajo perfil. No tiene los atractivos de Marte, el
tamaño de Júpiter o el glamour de Saturno. De hecho, a primera
vista es bastante parecido a nuestra Luna: un triste mundito gris, con una superficie
seca, rocosa y abrumadoramente cubierta de cráteres. Con apenas 4880
kilómetros de diámetro, es el integrante más chico de la
corte planetaria, después de Plutón. Y está tan cerca del
Sol que apenas tarda 88 días en dar una vuelta a su alrededor. Un “año”
muy corto, sin dudas. Sin embargo, su período de rotación es extremadamente
lento: demora 59 días en girar sobre sí mismo a una velocidad
de apenas 10 kilómetros por hora (la Tierra, en comparación, gira
150 veces más rápido). Sea como fuere, Mercurio ostenta un record
impresionante: tiene la mayor amplitud térmica del sistema solar. Al
carecer de una verdadera atmósfera (sólo muestra ínfimas
trazas de helio y argón a su alrededor), la temperatura oscila salvajemente,
superando los 400C de día, y desplomándose a 200C bajo cero durante
la noche.
REGRESO ESPERADO
A través de un telescopio, el pequeño planeta luce realmente decepcionante:
apenas una diminuta bolita carente de todo detalle, cuyo único atractivo
es cambiar de fases con el correr de los días. Y si bien es cierto que
puede observarse a simple vista, y debido a su posición, Mercurio nunca
aparece demasiado lejos del Sol en el cielo, cosa que lo convierte en un blanco
difícil. De hecho, hay quienes dicen que el mismísimo Copérnico
nunca llegó a verlo. Quien sí llegó a verlo, y muy de cerca,
fue la Mariner 10, de la NASA, que en 1974 lo sobrevoló fugazmente en
tres oportunidades. La nave fotografió casi la mitad de su superficie,
enviándonos los únicos primeros planos de Mercurio disponibles
hasta hoy. Y descubrió que está rodeado por un intenso campo magnético.
Sí, han pasado treinta años y ninguna otra sonda lo ha vuelto
a visitar. Pero en un par de días, un nuevo explorador robot partirá
a su encuentro.
VUELTAS Y VUELTAS
La misión de regreso a Mercurio se llama Messenger, y es un nuevo emprendimiento
espacial de la NASA, mucho menos promocionado que las actuales misiones en Marte
o Saturno. Si todo marcha bien, la nave despegará el lunes desde Cabo
Cañaveral, y a partir de entonces iniciará un largo y complicado
periplo interplanetario. De hecho, la pequeña exploradora –de 500
kilos, y poco más grande que un lavarropas– dará varias
vueltas alrededor del Sol, cada una más chica que la anterior, hasta
llegar a su destino final. En la primera vuelta volverá a acercarse a
la Tierra el año próximo. Luego, en 2006 y 2007, pasará
cerca de Venus. Y ya en enero y octubre de 2008, y septiembre de 2009, a medida
que vaya “apretando” progresivamente su órbita solar, tendrá
tres encuentroscercanos y breves con Mercurio. En cada una de esas oportunidades,
Messenger lo fotografiará de pies a cabeza. Pero ahí no terminará
la aventura. En realidad, sólo será su comienzo: en marzo de 2011,
y después de todas esas larguísimas y complicadas vueltas, la
sonda finalmente se pondrá en la órbita del planeta.
La pregunta sale sola: ¿por qué tantas vueltas? Simple: mediante
la “asistencia gravitatoria” de la Tierra, Venus y el propio Mercurio,
la nave irá modificando lenta y naturalmente su rumbo, ajustando su trayectoria
y velocidad. Así, el combustible necesario para el viaje es mucho menor,
reduciendo notablemente el tamaño y el costo de la nave.
MISTERIOS A RESOLVER
La Messenger permanecerá todo un año terrestre en órbita
de Mercurio. Y desde allí dará una vuelta a su alrededor cada
12 horas, protegida del tremendo calor solar por un escudo de fibra de cerámica.
Sus siete instrumentos obtendrán incontables imágenes de alta
resolución de todos los rincones del planeta, mediciones topográficas,
información sobre la química del suelo, y nuevos datos sobre esa
atmósfera casi inexistente. Pero más allá de todo esto,
hay dos temas cruciales en la agenda de la nave: por un lado, estudiar el poderoso
campo magnético que, según se piensa, es el resultado del movimiento
de grandes masas de metal líquido en torno de un enorme núcleo
de hierro sólido. Y por el otro, examinar a fondo los cráteres
cercanos a los polos: distintas observaciones de radar realizadas desde la Tierra
sugieren que muchos de ellos podrían estar repletos de agua congelada.
¿Cómo es posible que haya hielo en un lugar tan caliente? Ocurre
que la luz solar nunca llega al fondo de esos cráteres. Y en esa oscuridad,
profunda y eterna, la temperatura debe ser bajísima. Ahora bien: ¿de
dónde habrían salido esas masas de hielo? Seguramente, son los
restos de impactos de cometas (que son, básicamente, bolas de agua congelada,
roca y polvo) hace más de 4000 millones de años, durante la violenta
infancia del Sistema Solar. Mediante un sofisticado espectrómetro, la
Messenger intentará resolver el fascinante misterio del hielo de Mercurio.
Una vez cumplida su misión, en marzo de 2012, la heredera del Mariner
10 hará su último movimiento: saldrá de órbita,
y terminará estrellándose contra la dura superficie del planeta.
Esa maniobra fatal, en un mundo fatal, cerrará la larga aventura que,
pasado mañana, iniciará el intrépido mensajero.
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