HACIA LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO
A pesar de que internacionalmente
es aceptado, considero oportuno dar algunas razones para justificar la necesidad
de planificar en materia de Ciencia y Tecnología, porque en los últimos años se perdió la
capacidad de hacerlo.
El mundo vive transformaciones profundas: se sale de la Sociedad Industrial
y se ingresa en la nueva Sociedad del Conocimiento. La historia enseña
que cada vez que estos cambios se producen hay también alteraciones
en los esquemas de poder: los países y las organizaciones que se beneficiaban
con la forma de hacer las cosas en el viejo Paradigma, si no se adaptan rápidamente
pueden perder posiciones. Al revés, los perdedores en el Paradigma anterior
pueden ser los ganadores en el nuevo, si juegan bien. La Argentina tenía
pocas posibilidades de éxito en la Sociedad Industrial. El cambio de
paradigmas nos ofrece ahora una excelente oportunidad, siempre que seamos capaces
de visualizar el futuro correctamente y de adelantarnos a los cambios de modo
que cuando éstos se produzcan nos encuentren bien posicionados. Primera
razón para planificar: para buscar desde la ciencia y la tecnología
las nuevas actividades productivas que serán más demandadas en
el futuro y en las que, además, podemos alcanzar máximos niveles
mundiales de competitividad.
Hay otra razón para planificar, y tiene que ver con la misma Sociedad
del Conocimiento. Si en la producción y utilización del conocimiento
radica la razón del éxito en esta nueva sociedad, las preguntas
clave a contestar son: qué y cuánto conocimiento producir; cómo
hacerlo y a quién distribuirlo. Si le damos al conocimiento el mismo
tratamiento que a cualquier otro bien, esas preguntas conforman el denominado “problema
económico”; en la teoría económica existen dos formas
extremas de resolverlo: o lo resuelve el Estado, mediante planificación
y regulación; o lo resuelve el mercado, por la libre interacción
de oferta y demanda sin intervención estatal. En la práctica,
ninguna de las dos posiciones en forma pura y extrema han funcionado. La historia
y la experiencia nos demuestran que en el mundo entero el problema económico
se resuelve con una solución de mercado mixta: el mercado funciona,
pero el Estado planifica y regula. Segunda razón para planificar: para
poder priorizar correctamente el uso de nuestros recursos, a fin de resolver
con eficacia y eficiencia la cuestión de la producción y distribución
del conocimiento, factor de producción vital en esta nueva sociedad.
Hay una tercera razón para planificar. Nuestro sistema nacional de ciencia
y tecnología ha funcionado, en la práctica, como un conglomerado
de organismos, que dependen de seis ministerios distintos, actuando cada uno
en función de sus propios planes. Como consecuencia, hay casos de superposiciones
de esfuerzos, áreas del conocimiento sin cubrir y, en general, no se
ha alcanzado una óptima eficiencia en la utilización de los recursos.
Un buen Plan de Ciencia y Tecnología ayudará a que los esfuerzos
aislados de los múltiples organismos se enfoquen en objetivos estratégicos
de interés nacional y los recursos afectados se utilicen con los máximos
niveles posibles de eficacia y eficiencia.
¿Qué estamos haciendo desde la Secretaría de Ciencia, Tecnología
e Innovación Productiva en materia de planificación para el área
de nuestra incumbencia?
Estamos recuperando en el Estado la capacidad y la costumbre de planificar
y estamos terminando de confeccionar un Plan Nacional de Ciencia y Tecnología
para el mediano plazo, tomando un horizonte de 10.15 años, siguiendo
las metodologías de los países más desarrollados, sobre
todo los que integran la Unión Europea. Tuvimos una primera etapa de
formulación de diagnóstico, donde analizamos las fortalezas
y debilidades internas y las amenazas y oportunidades externas, actuales
y futuras.
La continuamos con una segunda etapa de consulta al sector científico
y a la sociedad en general sobre expectativas para el futuro, que estamos terminando
y procesando. Esto es muy importante: en materia de ciencia y tecnología
suele pasar mucho tiempo desde la toma de decisiones hasta los primeros resultados;
por eso, los planes deben poder ser sostenibles en el tiempo. Para eso, los
planes deben responder a las inquietudes de la mayor cantidad de personas interesadas
posible; sólo así podremos garantizar que las cuestiones básicas
se mantengan.
La encuesta será completada con reuniones de paneles de expertos, que
nos ayudarán a definir las áreas prioritarias a desarrollar en
el futuro. Por último, daré un ejemplo de los problemas que se
pueden tener si no se planifica, sólo para confirmar la necesidad
de hacerlo.
Si el conocimiento es el factor de producción fundamental en esta nueva
sociedad, el recurso más importante pasa a ser el recurso humano, porque
el ser humano es el único capaz de generar conocimiento y de darle sentido
trascendente a la utilización del mismo. Por eso es necesario tener
más y mejores técnicos, profesionales, científicos y tecnólogos
con niveles de excelencia.
A modo de anticipo, algunos resultados preliminares de nuestros trabajos
dentro del Plan Nacional nos indican que, para que la Argentina pueda tener
un perfil de producción con alto contenido tecnológico incorporado, necesita
casi triplicar su cantidad de investigadores con nivel de doctor en los próximos
diez años. Es decir, tendríamos que pasar de 8000 doctores en
la actualidad a por lo menos 20.000 doctores en el año 2015. O sea,
necesitamos formar e incorporar al sistema más de 1000 nuevos doctores
por año. Pero el sistema universitario argentino forma, en la actualidad,
no más de 400 doctores por año y, lo que es peor, no necesariamente
en las áreas de conocimiento que el país necesitará en
el futuro. Como para tener un doctor necesitamos unos 10 años (5 o 6
años de formación de grado y 4 o 5 de formación de posgrado)
tenemos que estar planificando para formar ya los doctores que necesitaremos
dentro de diez años. De paso, ésta es una buena explicación
a la necesidad de que los planes de ciencia y tecnología tengan perdurabilidad
en el tiempo.
Si no planificamos, o si lo hacemos mal, esos errores se pagan caro y la
carencia de recursos humanos calificados en el futuro significarán, sin dudas,
un formidable “cuello de botella” para nuestro desarrollo.
* Secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
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