Sáb 28.08.2004
futuro

DEFENSA ESPACIAL: LA MISION DON QUIJOTE

El ingenioso hidalgo contra los asteroides

› Por Mariano Ribas

Don Quijote ha doblado la apuesta: esta vez, no se lanzará alocadamente contra molinos, sino contra un asteroide. Y a pesar de tener todas las de perder, su nueva embestida, tozuda y heroica, cobrará verdadero sentido. Algún día, una de estas enormes rocas espaciales podría chocar contra nuestro planeta. Y no podemos quedarnos con los brazos cruzados. Por eso, la Agencia Espacial Europea ya le ha dado el visto bueno a un proyecto español bautizado, precisamente, “Don Quijote”. Es una misión de prueba que, dentro de unos años, se acercará a un asteroide, lo estudiará en detalle y, literalmente, lo atacará. La aventura del hidalgo del siglo XXI será, ni más ni menos, el primer intento concreto de la humanidad destinado a la defensa de la Tierra.

Una amenaza latente
Se conocen unos 600 asteroides potencialmente peligrosos. Y podrían ser aún más, porque todos los meses se descubre alguno nuevo. A diferencia de sus primos del “Cinturón de asteroides” (ese anillo de escombros que rodea al Sol, entre las órbitas de Marte y Júpiter), estos objetos descarriados siguen otros derroteros que, de tanto en tanto, los acercan a la Tierra. E incluso, hasta cruzan la órbita terrestre. Las implicancias son obvias. Por eso, todas las noches, astrónomos profesionales y aficionados de todo el mundo patrullan el cielo, siguiéndoles el rastro. Y así pueden trazar sus órbitas y, eventualmente, determinar posibles chances de impacto a futuro. A pesar de ciertas falsas alarmas mediáticas (que no son otra cosa que torpes distorsiones de informes serios), hasta hoy no se conocen casos particularmente peligrosos en el corto y mediano plazo: ningún asteroide chocaría contra nuestro planeta, al menos, en los próximos cincuenta o sesenta años. Sin embargo, a largo plazo, las cosas cambian: tarde o temprano habrá un impacto. Es inevitable. Y ya ha sucedido montones de veces: la Tierra está llena de cicatrices que lo prueban. Por eso, los astrónomos saben que no alcanza con patrullar a los asteroides. También hay que ir pensando en cómo defenderse.

Dos naves, dos caminos
Ahora bien: ¿cómo nos podemos defender de una montaña espacial que se nos viene encima? Durante los últimos años, especialistas de todo el planeta se ocuparon del tema. Pero, hasta ahora, no había ninguna iniciativa concreta. Finalmente, hace poco, y luego de analizar varias propuestas, un grupo de expertos (el “Panel Consultivo para la Misión de Objetos Cercanos a la Tierra”) de la Agencia Espacial Europea (ESA) se inclinó a favor de Don Quijote. Y ahora, la ESA ya está comenzando a dar los primeros pasos (búsqueda de socios y financiamiento, entre otras cosas) para convertir al proyecto en realidad. “Por primera vez en la historia de la humanidad podemos evitar una catástrofe de este tipo pero, para lograrlo, tenemos que conocer mejor a los asteroides y, también, ver cómo reaccionan ante un impacto”, dice José González, integrante del panel y una de las cabezas de Deimos Space, la compañía española que propuso la iniciativa. Conocerlos y atacarlos: ésa es la clave de la misión.
Si todo marcha como está previsto, Don Quijote viajaría al espacio dentro de 5 o 6 años. Y, en realidad, se trata de una misión doble, formada por las naves Hidalgo y Sancho. Ambas serán lanzadas en el mismo cohete, perouna vez que abandonen la Tierra cada una seguirá un camino diferente. Sancho tomará la ruta más corta para llegar al objetivo: un asteroide de alrededor de 500 metros de diámetro, que todavía no ha sido elegido. La nave se pondrá en órbita de la mole y durante siete meses su cámara y su espectrómetro la estudiarán en detalle. Pero, además, Sancho lanzará varios “penetradores” y “fuentes sísmicas” contra el asteroide, formando una red de instrumentos que trabajarán en equipo. Las fuentes provocarán estallidos controlados que producirán ondas sísmicas, y esas ondas serán captadas y analizadas por los sismógrafos de los penetradores. Mediante esta estrategia –que ya ha sido utilizada en la Luna, durante las misiones tripuladas Apolo– Sancho también obtendrá preciosa información sobre la anatomía, densidad, estructura y composición del asteroide. Y eso es muy importante en este asunto. ¿E Hidalgo? Su participación será mucho más breve, pero verdaderamente explosiva.

Sancho mira, Hidalgo ataca
Una vez que Sancho haya completado su trabajo de siete meses, llegará su intencionalmente demorada compañera. Y entonces será el turno de la épica embestida, que inspiró el nombre de la misión y de las naves: mientras Sancho toma una distancia prudente, Hidalgo se lanzará contra el asteroide. Y se estrellará heroicamente, a 36.000 km/hora. Será su final. Pero su sacrificio habrá valido la pena, porque Sancho presenciará toda la escena y sus instrumentos estudiarán el cráter –de decenas de metros– producido por el impacto (que dejará a la vista capas más profundas de su superficie). Y más importante aún, la nave y la red de sismógrafos clavados en el asteroide medirán la intensidad de la sacudida. E incluso, y esto es especialmente importante, registrarán cualquier pequeña alteración en la órbita de la roca espacial. Es que allí, precisamente, está la clave de la maniobra suicida de Hidalgo: en definitiva, se trata de probar tecnologías de defensa y de averiguar cuánta fuerza sería necesaria para cambiar la trayectoria de un hipotético asteroide empecinado en atacarnos. Con un pequeño empujoncito dado a tiempo alcanzaría para olvidarse del problema.
Al igual que sus contemporáneos, Miguel de Cervantes nunca escuchó hablar de los asteroides (los primeros se descubrieron a principios del siglo XIX). Y mucho menos de amenazas espaciales. Sin embargo, y sin que él jamás hubiese podido imaginarlo, su tan querible Don Quijote de la Mancha ha servido de inspiración para una espectacular aventura científica. Ya no se trata de delirantes e inútiles embates contra molinos. Esta vez, la cosa va en serio: la amenaza de los asteroides es bien real. Y para comenzar a enfrentarla, allí marchará Don Quijote, mirando sin temor hacia el horizonte cósmico y llevando, orgullosamente, la bandera de la especie humana.

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