Sáb 11.06.2005
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El libro de los seres imaginarios Jorge Luis Borges Emecé, 232 páginas

Cruzar a Borges con la ciencia ficción es una tarea que no muchos críticos literarios arremeten con asiduidad. Y con justa razón: el máximo escritor argentino no se metió de lleno con este género. Sí lo leyó con avidez, tradujo cuentos, prologó La máquina del tiempo y El hombre invisible de H.G. Wells, autor que admiró, y comentó la vida de sus máximos exponentes, H.P. Lovecraft, por ejemplo. Lo suyo, en cambio, fue la literatura fantástica, ámbito que defendía separándolo del mundo sci fi con las etiquetas de “fantasía de carácter científico”, “ficciones de cosas probables”,“pesadillas que rehúyen un estilo fantástico” o “imaginación razonada”.

Su admiración por la trama oculta de lo real, por su dimensión no apreciable de la cotidianidad, se advierte por ejemplo en la compilación que emprendió con sus partenaires Bioy Casares y Ocampo en la genial Antología de la Literatura Fantástica y también en su maravilloso y exquisito libro, Los seres imaginarios, recientemente reeditado por Emecé.

Publicado originalmente en 1957 con la colaboración de Margarita Guerrero, el máximo bestiario borgeano nació con otro nombre, Manual de zoología fantástica, para transmutar recién en 1968, con una ampliación. Los dos títulos, sin embargo, le caen bien a este compendio que, injustamente, terminó ocupando un lugar poco central en la obra borgeana. Allí, Borges presenta un jardín zoológico de mitologías lejanas y adictivas, ayudado por las leyendas que afloran del Islam y la Cábala, la literatura china, la epopeya babilónica, los clásicos griegos y latinos, la Edad Media y el Renacimiento, y recordando los animales fantásticos que perturbaron los sueños de C.S. Lewis, Kafka, Swedenborg y Poe.

De todo eso resulta un recorrido fragmentario y prolífico por la fauna de la imaginación: el Minotauro, la Sirena, la Quimera, el Dragón, el Basilisco, el Cancerbero, el Ave Fénix, el Grifo, el Golem, el Simurg, las Hadas, y muchos más seres imaginarios, tan imaginario como Hamlet, las rectas y los triángulos, que no aceptan someterse al teorema de Pitágoras.

F.K.

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