Sábado, 27 de agosto de 2005 | Hoy
LIBROS Y PUBLICACIONES
En 1988 apareció un libro que se publicitaba como el libro que iba a “cambiar de arriba abajo la concepción humana del universo”, al hacer accesible para todo el mundo la imagen del cosmos imaginada –con la ayuda de la física cuántica y relativista– por los científicos modernos. A 17 años de la salida (triunfal) a la venta de Historia del tiempo: del Big Bang a los agujeros negros de Stephen Hawking, se puede decir que la estrategia de marketing elegida fue la correcta: después de todo la obra del físico teórico inglés –que se metía de lleno con las especulaciones sobre la naturaleza del espacio y del tiempo, las fuerzas de la naturaleza, la factibilidad de los viajes al pasado y al futuro, y con la edad, tamaño, violencia y belleza del universo– fue un éxito colosal. Se dice que uno de cada 750 hombres, mujeres y niños de la Tierra compraron un ejemplar. Pero hete aquí que de comprar a leer hay una larga brecha: Historia del tiempo... pudo haber trepado al tope de la lista de libros de divulgación científica más vendidos de todos los tiempos (por detrás de Cosmos de Carl Sagan), pero no logró su objetivo primario de “accesibilidad total” y bien pronto después de romper el papel en el que venía envuelto y ojear las primeras páginas fue abandonado por los lectores. Todas aquellas personas ajenas a la física teórica dura se topaban con una pared infranqueable: gráficos detestables, ecuaciones alocadas, tan lejanas como un idioma extranjero. Por algo se conoce también a Historia del tiempo... como la “obra de divulgación menos entendida del siglo XX”. Hawking tardó casi 20 años en darse cuenta de este grosso error y ahora vuelve al ruedo para ver si puede hacer que más de un lector termine sin chistar el libro.
Así es como en Brevísima historia del tiempo, una especie de remake mejorada del libro original, los autores presentan una obra aggiornada, casi escueta, despojada de las complicaciones técnicas de su libro anterior, pero con nuevos ingredientes como la teoría de las supercuerdas y las últimas observaciones del satélite Cosmic Background Explorer (COBE) y el telescopio Hubble.
Ahora, los capítulos son bien cortos, pese a lo cual no pierden su elegancia y sentido del humor. A diferencia de Sagan, que mezclaba datos duros con anécdotas de culturas ancestrales, Hawking mecha las últimas teorías físicas con razonamientos filosóficos (y subrepticias alusiones a la figura de un dios creador) e ilustraciones del mismo tipo que las de su anterior libro, El universo en una cáscara de nuez. El resultado es, pues, un ensayo ameno y didáctico en el que Hawking pretende contagiar su optimismo científico y el convencimiento final de que la ciencia está a las puertas de comprender los fundamentos últimos del universo.
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