Sáb 06.05.2006
futuro

LIBROS Y PUBLICACIONES

› Por Federico Kukso

ASQUEROSOLOGIA DEL BAÑO A LA COCINA
Sylvia Branzei
Editorial Iamiqué, 78 págs.

Si existe la basurología, no hay razón para que la “asquerosología” (la ciencia de las cosas que dan asco) no tenga algún lugarcito entre tantas y pomposas disciplinas científicas. Asquerosólogos sobran: cualquier persona con un poco de curiosidad y un ojo afinado para ver esa otra realidad (microscópica, escondida, casi infinita) que rodea la realidad está al borde de sacar título y comenzar a capturar la atención en fiestas, cumpleaños y copetines con los temas más vomitivos habidos y por haber. Así es el espíritu “asquerosólogo” que rodea e impulsa una serie de libros de divulgación científica –para chicos y grandes– que les hace honor desde su título: Asquerosología de la cabeza a los pies, Asquerosología del cerebro a las tripas y Asquerosología animal, que cuentan ahora con un nuevo integrante de la colección, Asquerosología del baño a la cocina.

Escrito por la norteamericana Sylvia Branzei, ilustrado por Jack Keely y adaptado por Ileana Lotersztain, la última versión hogareña de esta serie de libros escatológicos y bien divertidos (originalmente llamada Grossology) se divide en cuatro llamativas secciones: “en tu habitación” (los ácaros del polvo, el aliento de Sultán, el quesillo del pie), “en tu baño” (el inodoro, la prueba del papel higiénico, las caries, las hemorroides, las heces de Michi), “en tu cocina” (las cucarachas, comida podrida, los gérmenes, cómo criar tus propias bacterias) y “en tu comedor”.

La estrategia de la autora salta a la vista: llamar la atención con un catálogo de hechos asquerosos, inmundos y repulsivos y, una vez cautivado el lector, aportar datos científicos coloridos, cifras que causan espanto, las más disparatadas curiosidades históricas y hasta experimentos caseros y fácilmente realizables.

Lo nuevo de esta última entrega es que no hay que ir muy lejos para ver, oler, tocar y experimentar con los propios sentidos los dichos de la autora. En esta ocasión, la casa es el laboratorio del asquerosólogo, allí donde ver con otros ojos lo que se ve todos los días, resignificando una práctica cotidiana, una experiencia hasta el momento repetitiva y sin sentido (como ir al baño, lavarse los dientes, abrir la heladera, lavar los platos), sacudiendo algo tan asentado y sospechoso como es el sentido común.

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