Sáb 09.12.2006
futuro

LIBROS Y PUBLICACIONES

Weil y la ciencia

› Por Federico Kukso


SOBRE LA CIENCIA
Simone Weil

El cuenco de plata
256 págs

Las cartas y escritos hallados póstumamente tienen siempre cierto reverso melancólico. Tal vez porque tuvieron la mala suerte, el destino trágico y trunco de no haber llegado (sin haber partido). Sin el visto bueno final del autor, estos textos huérfanos, luego de descubiertos, fluyen a la deriva, como piezas incompletas de un mapa mayor inconcluso. En el mejor de los casos, tienen la suerte de caer bajo la mano dócil de un compilador tan astuto como hábil que hace lo mejor que puede y los aglutina con ingenio para lograr que la desconexión –inherente e inevitable– se olvide al menos por un rato. Más o menos, tal intento es lo que se percibe enSobre la ciencia de la francesa Simone Weil, una de las mentes más brillantes y combativas del siglo XX que hizo de la vida de los obreros en una fábrica de Renault –donde trabajó– el núcleo de su pensar (expuesto en su obra clave, La condición obrera) sin pasar por alto las inclemencias de la Guerra Civil Española y su adhesión completa a la Resistencia francesa.

En Sobre la ciencia (escrito entre 1929 y 1930), Weil toma un descanso de las luchas proletarias (“Allí recibí la marca del esclavo”, expresó sobre su paso por Renault) y se aleja un poco de la situación rusa, Stalin y la doctrina marxista, para internarse de lleno en la cuna del pensamiento occidental: la Grecia clásica. Allí se siente cómoda. Y se percibe. Con una lucidez filosófica (y un estilo fluido), examina los momentos sublimes de la historia de la ciencia como el (a su entender) “mayor momento de la historia” –la aparición del geómetra Tales de Mileto–, la consagración de la matemática y la ciencia como discurso dominante (“los científicos verdaderamente han sucedido a los sacerdotes de las antiguas teocracias, con la diferencia de que una dominación usurpada es reemplazada por una autoridad legítima”, dice), la física y la percepción en Descartes (“Descartes fue el primero en entender que el único objeto de la ciencia son las cantidades mensurables”), la enseñanza de las matemáticas, el futuro de la ciencia y la teoría de los quanta.

El resultado es sorprendente: una mirada no trivial ni acumulativa (sus ensayos no se caracterizan por ser una sumatoria de fechas y nombres) que retoma los hilos argumentativos que se dispararon con Tales y su invención de la geometría, momento, según Weil, en el que se destruyó el imperio de los sacerdotes y se “empezó a saber”.

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