LIBROS Y PUBLICACIONES
› Por Federico Kukso
UNA HISTORIA SENTIMENTAL DE LAS CIENCIAS
Nicolas Witkowski
Siglo XXI Editores
280 págs.
Así como en la literatura están de un lado los que hacen culto al relato corto –y logran encapsular en escuetas líneas una historia compacta pero gigante– y enfrente aquellos que necesitan de las grandes extensiones que les garantizan las novelas para explayarse con tranquilidad y soltura, la divulgación científica se parte al medio entre explicaciones breves y relatos interminables. Obviamente en ambos casos siempre hay alguno que otro rebelde que se cruza una y otra vez de campo según los vaivenes del mercado editorial o algún capricho pasajero. No es precisamente el caso del físico, editor y escritor francés Nicolas Witkowski (así, sin acento en la “a”), quien siempre consideró que una buena historia se puede contar en al menos tres páginas. Así lo demostró cuando se puso al frente de la coordinación editorial del Dictionnaire culturel des sciences (un gabinete de curiosidades que derrumba la rigidez habitual con la que se comunica el quehacer científico) y así se aprecia también en cada uno de los 35 minicapítulos que completan su reciente Historia sentimental de las ciencias.
Allí, Witkowski –físico con fuertes inclinaciones literarias– se atreve a mirar a los grandes nombres de la ciencia que descollaron entre el siglo XVI y XIX (Kepler, Newton, Darwin, Maxwell) como individuos comunes y corrientes dentro de su genialidad, cuya curiosidad no se aplacó únicamente en las áreas que cobijaron sus descubrimientos más resonantes, sino que navegó también por zonas consideradas a veces ridículas o extremas. Así, en relatos muy cortos, el autor logra desarrollar una historia episódica de las ciencias, impulsada no sólo por la razón sino también por la emoción que despiertan los experimentos insospechados y desafiantes.
En las fronteras del arte, la literatura y la religión, Witkowski ofrece de este modo un compendio de narraciones atractivas –los experimentos de Galvani con la electricidad y los muertos, la ciencia de Edgar Allan Poe, la niebla y Charles Wilson– que muchas veces desaparecen de los libros clásicos (y rígidos) de historia de la ciencia, que habitualmente pecan de agigantar a hombres (más que a mujeres), retratándolos exclusivamente como seres inhumanos sin obsesiones, ni pasiones ni curiosidades alternativas más allá de aquellas en las que brillaron y jugaron a ser dioses.
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