futuro

Sábado, 22 de septiembre de 2007

LIBROS Y PUBLICACIONES

 Por Federico Kukso


LA HISTORIA DE “EL ORIGEN DE LAS ESPECIES” DE CHARLES DARWIN
Janet Browne

Debate, 192 págs.

No hay muchos libros de los que se pueda decir con holgura que cambiaron el mundo. Están desde ya los religiosos –la Biblia y el Corán–, los económicos –El Capital de Marx y quizá La riqueza de las naciones de Adam Smith– y, por supuesto, la gran biblia científica cuyo título –correcto y extenso– es Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia (1859), de Charles Darwin. Es magnífico desde donde se lo mire: en su estilo personal, cordial y casi de confesionario –en el que se puede advertir solapada cierta sensación de asombro y maravilla–, en la ausencia de gráficos y fórmulas engorrosas y, por supuesto, en la claridad con la que transformó la manera en la que el ser humano observa y comprende todo lo que tiene a su alrededor y, sobre todo, cómo se ve y entiende a sí mismo.

El origen de las especies –título compacto y más fácil para su rememoración– abrió un mundo siendo el mismo libro un mundo en sí. Porque como ocurre con todos los libros, el de Darwin es mucho más que las 502 páginas que lo conforman: habla de la vida de un hombre y de todo lo que le pasaba por la cabeza por entonces, habla de una época y de un lugar (la Inglaterra de los relatos de Dickens), habla de un viaje intelectual que tuvo como marco un viaje alrededor del mundo y habla también de una estocada a una concepción religiosa y bucólica de la naturaleza. Los sucesos que rodean a El origen... son tantos que incluso podrían llenar otro libro. Así lo creyó (y llevó a cabo) Janet Browne, conocida historiadora de la ciencia, que sin perder de vista el libro de Darwin pone más atención en su contexto de producción y recepción.

La historia de “El origen de las especies” de Charles Darwin es en sí una excelente guía de lectura. Y es también un libro que desnuda por completo a este inglés de barba papanoelesca. Sin obviar una escueta biografía, Browne junta todas las piezas que confluyen en el rompecabezas “Darwin”: su viaje abordo del Beagle –que marcó también su evolución intelectual–, su paso por el continente americano y por las islas Galápagos, su escepticismo religioso, sus enfermedades, sus debates internos (sobre si publicar o no el libro)... Lo mejor del libro de Browne es cuando deja de lado su fanatismo darwiniano (está siempre al borde de santificarlo) y ahonda en el backstage de El origen...: las variantes de títulos que Darwin probó, las reescrituras, sus rencillas con Alfred Russel Wallace (que llegó a los mismos resultados pero no alcanzó la misma fama), el extremo cuidado en cada palabra (para no ser considerado un subversivo) y más.

En definitiva, el libro de Browne se puede leer con El origen de las especies como también se lo puede leer por separado. Lo que sí, es fiel al canon darwiniano. Al fin y al cabo, su máxima ventaja es la de explicar cómo evolucionó la teoría de la evolución.

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