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Sábado, 29 de marzo de 2003

LIBROS Y PUBLICACIONES

Disparen contra el gen

El racismo del gen Biología, medicina y bioética bajo la férula liberal Jacques Testart y Christian Godin Fondo de Cultura Económica, 119 páginas Por Martin De Ambrosio y Leonardo Moledo Los genes son, quién puede negarlo, uno de los temas de nuestro tiempo, y en torno de ellos se despliegan problemas netamente científicos, problemas que bordean lo científico y otros tan alejados de la ciencia como Margaret Thatcher del amor por los obreros, pero que flotan, tal como Margaret Thatcher en (otros) aciagos tiempos, en el imaginario social. Tal como podría imaginarse con sólo echarle una mirada al título, El racismo del gen: Biología, medicina y bioética bajo la férula liberal encara algunas de esas cuestiones. El libro –en rigor, un diálogo entre el filósofo Christian Godin y el biólogo Jacques Testart, ambos franceses– condensa casi toda la gama de planteos posibles, con especial hincapié en los temores que suscita la manipulación biotecnológica en el imaginario social y en la “vida real”. Eugenesia y seleccion genetica El tono general, que permea todo el libro, es de condena: tanto Godin como Testart protestan contra el “fetichismo del gen”, esto es, la perniciosa costumbre de “otorgarle al gen más cualidades de las que el gen tiene”; atacan la adoración que se le prodiga como si constituyese una brillante síntesis del ser humano, y se burlan de extravagancias tales como proponer la creación de amuletos genéticos: medallas que contengan fragmentos de ADN provenientes de estrellas de rock o atletas famosos... Más allá de adoraciones vulgares, advierten de la existencia de peligros un tanto más importantes en los que puede caer la biotecnología. Como la eugenesia, esto es, la elección de los bebés según su capacidad genética. Además de que la idea de “capacidad genética” no es en absoluto clara: ¿cómo sabemos que un gen que nos parece pernicioso hoy, no será considerado “muy precioso en el futuro como inversión de la especie humana para una nueva enfermedad aún desconocida”? ¿Y cómo sabemos que no perderíamos una de las principales ventajas evolutivas, como es la disposición de un arsenal genético, expectante y alerta ante las variaciones del ambiente y que quedaría afectada gravemente? Y así siguiendo. También le llega el turno al genoma: “El desciframiento del genoma, una empresa que todo el mundo imagina como la cúspide del progreso, lo mejor de lo mejor en materia de conocimiento, es una ciencia de asnos”, una actividad únicamente descriptiva comparable con la de los biotecnólogos con los anatomistas del Renacimiento que hacían dibujos gruesos, e ignoraban “la fisiología, las funciones, la vida, es decir, encontrar la complejidad”. Y por supuesto, secuenciar no es conocer, la clonación es una fantochada, una creación marketinera. Y ni hablar del tema del patentamiento. Así las cosas, podría decirse que El racismo del gen... practica una especie de reduccionismo inverso al de aquellos que cada tanto anuncian haber encontrado el gen de la creatividad, de la homosexualidad o de la adicción al chocolate. Y, como todo reduccionismo, caen en un tipo similar de exageraciones: ¿qué tiene de grave hacer amuletos con forma de ADN, o réplicas de la doble hélice (que al fin y al cabo sí es uno de losdescubrimientos más interesantes de la historia de la biología)? Naturalmente, es verdad que la genética (al contrario de lo que predican sus apóstoles) es una disciplina por completo embrionaria, cuyos primeros 50 años, nada, se cumplen el 25 de abril de este año. Pero de ahí a considerarla una “ciencia de asnos”, todavía hay un paso. Al fin y al cabo, los anatomistas del Renacimiento –Vesalio, por nombrar a uno–, hicieron verdaderamente una gran obra, que sentó las bases de la medicina moderna. Y desde ya que “un ser humano no es sus genes” (como podría sostener un reduccionista ingenuo, o la vulgata genética), pero también es verdad que los genes (aunque sepamos muy poco de ellos, como acertadamente señalan los autores), proveen un marco general, que casi con seguridad no determina posibles propiedades emergentes como la subjetividad, pero que en algún nivel la condiciona. A pesar de todo, vale la pena leerlo, aunque sólo sea como un interesante ejercicio de separar la paja del trigo, y enterarse de algunos de los vericuetos del patentamiento.

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