La compulsión por la alimentación sana parece apoyada en los últimos adelantos científicos, y para las clases medias argentinas, comer sano (o más bien, denunciar a la comida insana) se ha convertido en un deporte vecino a las psicoterapias; la cruzada en favor del pan con salvado y el agua mineral tiene algo de orgullo nacional, o clasista. Por eso ¡Buen provecho!, escrito por científicos alemanes, puede convertirse en la Biblia de todos los pecadores que se resisten a abandonar el churrasco y la manteca, pese a tantas injurias apocalípticas. El libro se deja resumir con facilidad: casi cuatrocientas páginas, muy bien traducidas, de ataques certeros y divertidos a buena parte de lo que hemos escuchado estos años con relación a una alimentación sana. Los autores detallan los peligros de los alimentos integrales y de los probióticos, se burlan de los productos light y de las dietas que miden calorías, vitaminas y minerales, argumentan contra el terror a esa palabra monstruo –el colesterol– y cantan las maravillas de los estimulantes naturales. La conclusión es de un sentido común demoledor, aquí y en Alemania: durante los últimos diez años, la salud fue cada vez más compañera de la censura moral. Esto no nos volvió más sanos. Pero, ¡ay!, sí más culposos.

Sergio Di Nucci