Compuesto originariamente en formato hipertexto, aunque ahora convencionalmente encuadernado, este libro podrá convertirse en un motivo más de aflicción para aquellos a quienes alarmen los triunfos de la cultura audiovisual. Porque su autor, Christian Vandendorpe, profesor de Semiótica en la Universidad de Ottawa (Canadá), analiza con ánimo abierto y aun celebratorio las “mutaciones” que sufrieron el texto y los hábitos de lectura en la era digital. Vandendorpe describe la evolución de la comunicación escrita a partir de la noción de tabularidad. Y observa que el hipertexto ofrece una conjunción de elementos de los cuales el libro, por su propia naturaleza, carece. Esto, potencialmente, vuelve al hipertexto más rico, “más interactivo y estimulante” que cualquier otro medio. E incluso más provechoso en tiempos en que la rapidez prima sobre la exigencia de seriedad, lo visto sobre lo conocido, el presente sobre el pasado, la inmediatez sobre la distancia, lo visible sobre lo invisible, la imagen sobre la idea, la emoción sobre la explicación. Pero Vandendorpe se apoya además en autores como Lipovetsky, Lyotard, Foucault, Derrida e incluso Rousseau (convertido así en un inesperado camarada posmoderno o posestructuralista), para decretar que la defensa del libro responde a lógicas sociales (y educativas) caducas. Sin duda, la posición de Vandendorpe es la de un autor hipertextual emergente que coincide con la emergencia del polimorfo hipertexto. Más limitada, lector, esta reseña está impresa en caduco papel, al igual que el libro de Vandendorpe, que sin embargo encontró ya antes su forma eterna en el cielo platónico de Internet.

Sergio Di Nucci