LIBROS Y PUBLICACIONES
Las aventuras del marxismo
Las aventuras del marxismo
Gisela Catanzaro y Ezequiel Ipar
Buenos Aires, Gorla, 2003. 204 págs.
› Por Sergio Di Nucci
En el hemisferio occidental, las relaciones entre el marxismo y la Academia fueron por lo menos zigzagueantes durante el siglo XX. Contra toda plácida expectativa, continúan siéndolo en el XXI. En Las aventuras del marxismo, Gisela Catanzaro y Ezequiel Ipar (reluctantes sociólogos de la Universidad de Buenos Aires) constatan sin escándalo y con sobrio realismo esta situación para la Argentina post dictadura y aun post debacle 2001.
Se trata de un libro dividido en dos partes complementarias. En la primera, de título suave o irónico, “¿Por qué la Historia y no más bien la nada?”, Catanzaro argumenta cerradamente sobre las relaciones entre la temporalidad y la causalidad. Una falacia identificada en latín se llamaba post hoc, ergo propter hoc (después de esto, por lo tanto a causa de esto): Marx, Benjamin y Althusser, pero también De Ipola o Jameson, leídos sin facilidades, son recursos de los que se vale Catanzaro en una argumentación que busca ser elegante y rigurosa. No le falta stock de municiones a la autora, y nadie podrá defender alegremente la “miseria del historicismo” después de sus cien páginas.
Nunca gustó a las academias el filósofo húngaro Georg Lukács (1885-1971), que casi llegó a ser profesor universitario recién en la tercera edad. Durante años, fue la presa fácil de los cursos fáciles de Ciencias Sociales occidentales por su obstinado comunismo en la Guerra Fría, por su fundada animadversión contra los fetiches Franz Kafka-Marcel Proust-James Joyce que presidían, como una religiosa Trinidad, todo taller literario que se respetara. Hoy en día, por el contrario, en coloquios o cursos organizados en Padeborn, Buenos Aires o Tokio, Lukács reemerge como el nuevo Hegel por su Historia y conciencia de clase (1923) o como el nuevo Aristóteles por su póstuma Ontología. Entre reacción y revolución ubica Ipar su ensayo “Georg Lukács y la cultura moderna”. Un realismo crítico que, como predicaba el marxista de Budapest, encontraba en su dificultad actual una dificultad nunca menor.