Stephen Jay Gould (1941-2002) fue siempre un autor muy leído y, en general, solía caerle simpático a sus lectores. Tal vez por eso la gente se extraña cuando se entera del odio que despertaba en ciertos círculos académicos. Gould era un erudito. Para la mayoría era simplemente un sabio. Gould podía hablar, así, como quien no quiere la cosa, de los más variados temas de este mundo, y de otros también: ciencia, historia, religión, cine, béisbol, arquitectura, que parecían ser elementos del medio ambiente cotidiano gouldiano. Lo cierto es que el “síndrome Sagan” ataca a quienes entienden el conocimiento en un sentido realmente democrático. Sin embargo, poco se puede hacer contra los éxitos editoriales, sobre todo en ciencia, donde son especímenes realmente raros. Gould ganó y perdió batallas, pero en todas supo esgrimir un arma que nadie se animó a criticar: su excelente pluma.
Compararlo no tiene sentido. Explicarlo es una tarea titánica, casi imposible por lo extenso y diverso. Resumirlo, un sacrilegio y, para colmo de males, sus libros (en la Argentina) son caros. Es por eso que la aparición del tomo de la editorial Crítica titulado Gould Esencial, donde se recopilan sus principales artículos, es un evento sumamente bienvenido.
En pocas palabras, este tomo no adolece de ninguno de los defectos propios de los libros de divulgación: no es un resumen, no es una explicación, no pretende abarcar a Gould y, además, es mucho más económico que la mayoría de sus obras. Treinta años de las Reflexiones de Historia Natural (recopilación de los artículos mensuales publicados a lo largo de 25 años en la columna This view of Life de la revista norteamericana Natural History) pueblan este volumen en una selección que, aunque difícil, encuentra el nudo gouldiano de la cuestión. En palabras del excelente compilador y curador español, Joandomènec Ros: “Transmitir al lector algunas pinceladas del maestro de la pintura de la naturaleza que es Gould, con el propósito de que se anime a descubrir su obra entera, es el propósito de este libro”.
Luciano Levin