Sáb 24.07.2004
futuro

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¿Por qué es tan guapo el pavo real?
Carla Baredes e Ileana Lotersztain
Editorial Iamiqué, 59 págs.

Se sabe desde la llegada de Los Simpson o, tal vez, desde Los Locos Adams, que la familia ideal explotó por los aires. Ya hay familias de todo: de pájaros, de gatos, de termitas, de ballenas y de peces como las mencionadas en el pequeño pero interesante libro ¿Por qué es tan guapo el pavo real? (Editorial Iamiqué), un fresco recorte de la cotidianidad biológica que nos rodea (por lo menos desde el Discovery Channel). En el relato de la dupla física-bióloga Carla Baredes/Ileana Lotersztain, no existen familias tipo los Flanders –seguramente extinta en la lucha por la supervivencia– ni seres tan despreciables como es señor Burns. Sin embargo, abundan relatos de extraños grupos familiares de animales conformados, a veces, por un macho dominante y muchas hembras (no, no forman parte de ningún harén) o por parejas que se juran amor hasta que la muerte los separe.
El libro recorre velozmente la gran diversidad de estrategias que despliegan los animales para sobrevivir. Desde los millones de termitas obreras que no se reproducirán jamás pero cuidarán celosamente de la pareja real; pasando por el excéntrico padre caballito de mar que junta los huevos de sus numerosas novias y los guarda en su bolsa jugando el papel de “embarazado”; hasta los más de 2 millones de huevos que literalmente lanza al gélido Mar del Norte la hembra del bacalao deseándoles mucha suerte para que escapen de los siempre oportunos depredadores y de los pescadores noruegos con salero en mano.
No hay que olvidarse nunca de los hijos, como se sabe, aunque los hay de muy diversos tipos y gustos. Sin dudas, lo más parecido al diabólico Bart Simpson puede ser el hijo mayor del águila imperial ibérica, que por nacer unos cuantos días antes aventaja por mucho en fuerza y tamaño a sus pequeños hermanos. Pero los hermanos grandes también la pueden pasar mal: el rinoceronte negro juvenil sufre el “destierro” cuando nace el hermanito querido que acapara toda la atención de su madre.
Toda esta galería de personajes sencillamente no sería tan graciosa sin las ilustraciones de Esteban Tolú, pues en cada uno de los dibujos (que le roban a los textos el protagonismo) se nota la frescura y liviandad del cómic. Sin embargo, es bastante contradictorio el intento final del libro de despersonificar a los animales y presentarlos como ciegos seguidores del instinto en su intento de sobrevivir cuando durante las 59 páginas anteriores Baredes y Lotersztain los recubrieron de romanticismo e ingenio a la hora de buscar pareja. Al fin y al cabo, en realidad, ya se sabe que no son personas.

Diego Guerrieri

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