LIBROS Y PUBLICACIONES
LAS DESIGUALDADES PERJUDICAN: jerarquías, salud y evolución humana
Richard Wilkinson
Colección Darwinismo Hoy
Editorial Crítica, 111 págs.
› Por Federico Kukso
Del cerebro humano se dice y dijo de todo: que hacemos uso de él sólo en un 10% (lo cual es falso); que se desarrolló simplemente para solventar los problemas del entorno material, y que se puede “arreglar” –como si se tratase de un auto– extrayendo ciertas partes (lobotomía), azuzándolo con electricidad (terapias de electroshok) o perforando un minúsculo agujero en la corteza de la frente que lo separa del exterior (trepanación). También están aquellos que ven en él una aceitada computadora interior, con un apetito voraz por nuevas experiencias y nuevas sensaciones, provisto de varios softwares que le permiten al sujeto que lo porta comunicarse fluidamente con otras computadoras con piernas y brazos.
En Las desigualdades perjudican, en cambio, Richard Wilkinson (profesor de Epidemiología Social de la Universidad de Nottingham, Gran Bretaña) prefiere cruzar la vereda y pensar mejor que el cerebro es un órgano social, altamente sensible al status social, la amistad y las circunstancias sociales y económicas sorteadas, soportadas y sufridas por los individuos (sociales) así como éstas tienden a ser tan nocivas y destructoras como virus y plagas.
Aunque por momentos incurre en flagrantes obviedades (como recomendar que para crear una sociedad más incluyente la reducción de las desigualdades debe ser el objetivo político prioritario), Wilkinson aporta –valiéndose de la teoría de la evolución– una mirada original al problema de la salud humana y el bienestar psicosocial cuando las afectados son desempleados (que padecen minuto a minuto, hora a hora, la sensación de “pérdida de dignidad”), afligidos por la pobreza (“la peor forma de violencia”) y excluidos por un sistema que pasa sin inmutarse a las personas por la picadora de carne y que fabrica consumidores antes que ciudadanos decentes y honestos.