Sáb 14.09.2002
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NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

El regreso del bebe Neandertal

NATURE La paleoantropología ha recuperado uno de sus más preciados tesoros: el esqueleto de un bebé Neandertal. El valioso fósil había sido descubierto en Francia a principios del siglo pasado, y desde entonces se le había perdido el rastro. Finalmente, y luego de una búsqueda minuciosa, un investigador francés lo encontró anónimamente mezclado en la colección de un museo.
Esta curiosa historia comenzó en 1914 en Le Moustier, al sudoeste de Francia, cuando un grupo de científicos encontró un pequeño esqueleto fosilizado, casi completo, e incrustado en una capa de rocas. Eran los restos de un bebé de unos cuatro meses de edad, y posteriores estudios revelaron que había muerto hace 40 mil años. Por sus características, era evidente que “Le Moustier 2”, tal como se lo bautizó, pertenecía a esa enigmática y sofisticada especie de homínidos perdida en la evolución hace 30 mil años: el hombre de Neandertal. Pero luego de haber sido estudiado y descripto, y guerras mundiales mediante, la pieza quedó en el olvido.
Durante las últimas décadas, algunos científicos intentaron, sin suerte, averiguar el paradero del bebé Neandertal. La versión más fuerte decía que “Le Moustier 2” había ido a parar a París. Pero no fue así: en realidad, el pequeño esqueleto había permanecido todo este tiempo guardado en el Museo Nacional de Prehistoria de Les Eyzies, una ciudad muy cercana a Le Moustier. Y allí fue precisamente donde lo encontró, en 1996, Bruno Maureille, un antropólogo francés de la Universidad de Bordeaux. Ahora, luego de un largo estudio, y tal como informa la revista Nature, Maureille ha confirmado que efectivamente se trata del fósil perdido hace más de ochenta años. “Está maravillosamente conservado –dice el investigador– y nos proveerá de mucha información sobre las características físicas neonatales y sobre el crecimiento del hombre de Neandertal.”
Hasta ahora, sólo se han encontrado cinco esqueletos infantiles de los Neandertal. Y este es probablemente el más completo (como se puede apreciar en la foto). Al ser un bebé, y esto es especialmente valioso, “Le Moustier 2” presenta las características “vírgenes” de su linaje, a diferencia de los esqueletos de los adultos, que son modelados por factores como el medio ambiente, la actividad física o las enfermedades. El bebé Neandertal es un producto puro de los genes de esta especie perdida. Un tesoro paleoantropológico que seguramente tendrá todavía mucho más para contar.

FISICA EXPERIMENTAL
Miden la velocidad de la gravedad

La Teoría General de la Relatividad, formulada por Albert Einstein en 1916, está nuevamente a prueba. El fin de semana pasado, un grupo de científicos de la Universidad de Missouri, Columbia, Estados Unidos, realizó un notable experimento: aprovechando una rara alineación entre la Tierra, Júpiter y un cuásar lejano, se intentó comprobar uno de los principios relativistas, al medir por primera vez la velocidad de una fuerza de la que nada ni nadie escapa: la gravedad.
Todo cuerpo, desde la más diminuta partícula subatómica hasta la galaxia más lejana, está sujeto a la fuerza de gravedad. Una fuerza relacionada de manera directa con la masa del objeto y que actúa aun sobre los rayos de luz.
Y ocurre que la fuerza de gravedad, tal como la describía la Ley de Gravitación Universal de Newton, se propagaba en forma instantánea, esto es, con velocidad infinita; pero la Teoría de la Relatividad de Einstein, que prohíbe a cualquier fenómeno propagarse más rápido que la luz, puso fin a la pretensión de instantaneidad: el campo gravitatorio, según los principios relativistas, no puede sino propagarse a la velocidad de la luz (300 mil kilómetros por segundo), como tantas cosas de este mundo. Y aunque existen evidencias indirectas de que esto es verdad, la velocidad de la gravedad nunca fue medida de forma directa.
La historia es que, el domingo 8 de septiembre, Júpiter se interpuso entre la luz que viene de un cuásar –un cuerpo celeste a miles de millones de años luz– y la Tierra. Ahora bien, las ondas gravitatorias producidas por el desplazamiento del campo gravitacional de Júpiter tienen que, según la teoría, curvar la delgada línea de luz proveniente del distante cuásar, haciendo que éste se vea, por unas horas (mientras dure el pasaje del gran planeta a través del haz de luz cuasárico), “movido” sobre el fondo del universo. Ahora bien: la curvatura de la luz (y el desplazamiento del cuásar) dependen de la velocidad de propagación del campo gravitatorio de Júpiter. Entonces, si uno mide el desplazamiento del cuásar puede calcular esa velocidad, y verificar si, como predice la teoría, es la misma que la de la luz.
“La idea del experimento, que terminó el jueves 12 de septiembre, consistió en usar la desviación gravitacional de la luz que genera Júpiter, al alinearse entre la Tierra y el cuásar, con el fin de comprobar el grado de desviación angular de las ondas gravitatorias del lejano objeto”, afirmó a Futuro el físico ruso Sergei Kopeikin, director del equipo de la Universidad de Missouri.
Las observaciones se realizaron utilizando una red de diez telescopios de 25 metros de diámetro del Observatorio Nacional de Radioastronomía de Estados Unidos (NRAO), instalados desde las Islas Vírgenes hasta Hawai, y con un radiotelescopio de 100 metros en Effelsberg, en Alemania. “La información fue grabada en videos y será procesada luego; tendremos los resultados en noviembre”, agregó Kopeikin.
El equipo de científicos tendrá la oportunidad de repetir estas mediciones sólo dentro de diez años.

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