NOVEDADES EN CIENCIA
nature
La
precisión del pez arquero
Del
otro lado del mundo, existen unos peces capaces de derribar insectos arrojándoles
chorritos de agua y, por si fuera poco, calcular con toda precisión dónde
caerán sus víctimas. El pez arquero (Toxotes jaculatrix) vive
en ríos y zonas costeras de la India, el sudeste de Asia y Australia.
De cuerpo fino y cabeza puntiaguda, el pez arquero llega a medir más
de 30 centímetros en estado adulto. Pero lo que siempre ha llamado la
atención de estos animales es su sofisticada técnica de caza:
se acercan a la superficie del agua y, una vez allí, buscan insectos
que puedan estar sobrevolando el lugar, o bien, alguno que esté apoyado
en alguna hoja o ramita de un arbusto de la orilla. Una vez que ubican a su
presa, sin vacilar, apuntan su trompa y, gracias a los poderosos músculos
de sus mandíbulas, le lanzan un potente chorro de agua. Todo en cuestión
de segundos. De más está decir que tienen muy buena puntería.
Pero la cosa no se termina allí. Hace poco, y tal como cuenta la revista
Nature, el biólogo alemán Stefan Schuster (Universidad Albert
Ludwigs, en Friburgo) estuvo filmando a varios peces arquero con cámaras
de alta velocidad. Y al analizar las películas, cuadro a cuadro, descubrió
que una vez que el insecto ha sido golpeado por el chorrito de agua y comienza
a caer, el pez arquero analiza rápidamente la situación, y en
una décima de segundo se lanza hacia el lugar donde calcula que podría
caer su víctima. Y casi siempre con total precisión. “Para
ellos es muy importante ser rápidos, porque de otro modo, otro pez arquero
podría quedarse con su presa”, dice Schuster.
Science
Granizo
de 200 kilos
Durante
los últimos tiempos, y en distintos lugares del planeta, varios testigos
han presenciado la caída de grandes pedazos de hielo del cielo. Sin ir
más lejos, este mismo año un granjero español encontró
un fragmento de 16 kilos. Otros objetos de más de 10 kilos cayeron recientemente
en México y Australia. Pero el que se lleva todas las palmas es uno que
cayó en Brasil: una mole de hielo de increíbles 200 kilos. Según
algunos expertos, el origen de los “megacriometeoros” no es astronómico,
sino atmosférico. Y un científico español cree que la causa
de esta suerte de supergranizo es el calentamiento global.
Desde hace más de dos años, Jesús Martínez Frías,
director de Geografía Planetaria del Centro de Astrobiología de
España, en Madrid, ha estado estudiando este misterioso fenómeno
(que, dicho sea de paso, ha provocado la destrucción de autos y algunas
casas). Según el investigador, los niveles y la distribución de
algunos componentes de la atmósfera, como el ozono y el agua, están
variando a causa del cambio climático. Lo mismo ocurre con algunas nubes
de cristales de hielo que duran más tiempo y alcanzan tamaños
muy grandes. Según Frías, entonces, los megacriometeoros se originarían
en el centro de estas nubes, e irían ganando masa a medida que caen a
través de la atmósfera. Una explicación posible.
SCIENTIFIC AMERICAN
Cajas
chinas en el centro terrestre
Como
se descubrió en 1936 con sorpresa, debajo de capas y capas de roca y
a 2985 kilómetros de la superficie descansa, en el interior de la tierra,
un macizo núcleo de hierro fundido y níquel del tamaño
de Marte. Pues bien, científicos de la Universidad de Harvard, Estados
Unidos, afirman que dentro de esta enorme pelota de hierro de 2440 kilómetros
de diámetro habría otro núcleo aún más pequeño,
de sólo 600 kilómetros de diámetro.
Las mediciones de las ondas sísmicas producidas por terremotos son los
únicos datos con los que cuentan los investigadores para intentar resolver
tales misterios. La forma en que estas ondas se propagan permiten deducir que
el núcleo de hierro y níquel tiene una parte más externa
fluida con temperaturas que rondan los 4600C, y un centro sólido por
efecto de la extrema presión. Ahora bien, a partir del análisis
de la información de 300.000 terremotos producidos entre 1964 y 1999,
Miaki Ishii y Adam M. Dziewonski encontraron en el centro mismo del núcleo
una alteración en la velocidad de propagación de las ondas sísmicas.
Resulta que viajan más despacio cuando su trayectoria está a 45
grados de la línea este oeste. La desviación de las ondas sísmicas
(anisotropía sísmica) indicaría la existencia de este núcleo
más pequeño de 600 km, en el centro mismo del núcleo grande,
y diferenciado de éste. Al parecer, este pequeño núcleo,
aseguran los científicos, indicaría que el centro terrestre se
formó en dos momentos separados y no en uno solo como se creía,
hace 4500 millones de años.
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