Sáb 08.02.2003
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NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

EL QUASAR MAS LEJANO
Nuevo record astronómico: un equipo internacional de científicos anunció el descubrimiento del quásar más lejano hallado hasta la fecha. La misteriosa y superenergética criatura está a la impresionante distancia de 13 millones de años luz de la Tierra. Los quásares son los núcleos de galaxias extremadamente antiguas y distantes y se caracterizan por una brutal emisión de energía, cuya causa más probable es la presencia de enormes agujeros negros devorando materia –estrellas y nubes de gas y polvo– a un ritmo arrollador. Recientemente, y tal como cuenta la revista especializada Astronomy, un grupo de astrónomos pertenecientes a un programa de investigación conocido como Sloan Digital Sky Survey detectó tres quásares en una pequeña zona del cielo perteneciente a la constelación de la Osa Mayor (prácticamente invisible desde la Argentina). A pesar de que estaban trabajando con un telescopio de 2,5 metros de diámetro, ubicado en un observatorio de Nuevo México, la apariencia de los objetos era extremadamente tenue como para analizar correctamente su luz (lo cual ya daba cierta idea de su lejanía). Y por eso tuvieron que pedirles ayuda a otros tres telescopios más grandes, entre ellos uno de los gemelos Keck (de 10 metros de diámetro), instalado en la cima de un volcán en Hawai. La cuestión es que el análisis espectral de la luz de los quásares reveló algo sorprendente: estaban en los límites del universo observable. Por lo tanto, sus imágenes son extremadamente antiguas (porque la luz ha tenido que viajar muchísimo tiempo para llegar hasta aquí). Según Xiaohui Fan, líder del grupo, uno de ellos es el más distante que jamás se haya visto: “Está a 13 mil millones de años luz de la Tierra y pertenece a una época en la que el cosmos tenía sólo 800 millones de años”. Son vistas –y protagonistas– de la infancia del universo.

TIBURONES EN BAJA
Al igual que tantísimas otras formas de vida, parece que los tiburones también están en peligro. Un nuevo estudio publicado en la revista Science dice que en los últimos años las poblaciones de varias especies de tiburones han mermado en forma alarmante. Durante los últimos meses, la doctora Julia K. Baum y sus colegas de la Universidad Dalhousie, en Halifax, Nueva Escocia, han analizado más de quince años de informes recopilados por el National Marine Fisheries Service de los Estados Unidos que, entre otras cosas, contiene abundantes datos sobre la cantidad y distribución de nueve especies de tiburones del norte del océano Atlántico. Y a partir de esa base de datos, Baum y los suyos concluyeron que, a excepción de una de esas especies (los mako), la cantidad de estos peces ha declinado en más del 50 por ciento desde 1986. Y los máscastigados han sido los famosos “cabeza de martillo”, que disminuyeron en un 89 por ciento. Según estos investigadores, estos inesperados y alarmantes resultados indican que los tiburones ya mismo deberían recibir mucha atención por parte de los esfuerzos conservacionistas. La inmediata reducción de la pesca y la delimitación de áreas de reserva marina serían dos de los puntales claves en la estrategia para salvarlos de la extinción.

TROYA DESENTERRADA
Homero tenía razón. Al menos, así lo cree un grupo de geólogos estadounidenses que afirman que las descripciones de la ciudad de Troya que aparecen en La Ilíada se corresponden con una serie de sedimentos de tres mil años encontrados en la costa del Turquía. No es un dato cualquiera: por más de dos mil años –hasta la llegada de Schliemann en el siglo XIX– los estudiosos del tema se preguntaron si la mítica ciudad siquiera había existido.
John Kraft, investigador de la Universidad de Delaware (Estados Unidos), dedicó los últimos años a estudiar las relaciones entre los principales enclaves arqueológicos e históricos y los cambios ocurridos, en diez mil años, en la geomorfología costera, centrándose principalmente en las costas de Grecia y Turquía. Allí, en la colina turca de Hissarlik, los arqueólogos encontraron evidencia de una ciudad de la misma edad que la antigua Troya. Los investigadores analizaron los sedimentos que tras seguidas inundaciones habían sido desplazados por los ríos Simois y Scamander (hoy llamados Dumrek Su y Kara Menderes) sobre la bahía en donde, según Homero, estaba Troya. Pasó el tiempo y el paisaje cambió: según parece, la línea costera en donde estaba asentada la ciudad se desplazó varios kilómetros en más de una ocasión. Es más: luego de comprobar cómo los movimientos de las placas tectónicas produjeron una ligera elevación de la península de Anatolia, los investigadores realizaron varios análisis de radiocarbono de los fósiles encontrados en las columnas de los sedimentos y lograron reconstruir (teóricamente) el paisaje troyano: aparentemente, el lugar fue primero una bahía inundada, luego una ciénaga y después una laguna.
Como se sabe, la investigación de Kraft no es la primera en el asunto: en 1873, el gran arqueólogo aficionado alemán Henri Schliemann, que creía al pie de la letra los poemas de Homero, encontró escondidas en la colina de Hissarlik no una sino nueve ciudades superpuestas, entre las cuales identificó a Troya como la tercera, contando desde abajo. De alguna forma y como homenaje a Schliemann, Kraft vino a hacer más precisos los notables descubrimientos del alemán y a asegurar que la Troya homérica correspondería al sexto estrato.

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