futuro

Sábado, 20 de septiembre de 2003

NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

La peste y sus culpables

NewScientist Hay controversias que pueden durar meses, años e incluso siglos. Y si no se hace nada para disolverlas, pueden quedar irresueltas por mucho tiempo más. Al parecer, ese parece ser el cauce que está tomando la disputa en torno a las causas biológicas de la temible Peste Negra que en el siglo XIV sembró la muerte en su camino: entre 1347 y 1352 mató a 25 millones de personas en Europa (casi un tercio de su población).
Durante el último siglo, la culpa recayó sobre la bacteria Yersinia pestis, transmitida por ratas y pulgas, y que origina la peste bubónica (caracterizada por malestar general, fiebre alta, alteraciones nerviosas y la aparición de manchas –primero rojas y después negras– y de un ganglio conocido como “bubón” en el punto de la picadura, en la ingle o la axila). Sin embargo, un estudio realizado recientemente por científicos ingleses sobre los restos de las víctimas no reportó evidencia molecular alguna de la bacteria. El equipo liderado por Alan Cooper de la Universidad de Oxford (Reino Unido) analizó 121 dientes de 66 esqueletos encontrados en cinco pozos y cuevas, entre las que se incluía una en East Smithfield (Londres) cavada para víctimas que sucumbieron ante la plaga en 1349. Ni un solo diente presentó muestras de ADN de Yersinia.
Cooper cree que, en cambio, el responsable debe haber sido algún tipo de virus hemorrágico (como el Ebola). Aun así, los científicos admiten que la ausencia de esta bacteria no significa que la bacteria Yersinia sea inocente en el caso del famoso “azote negro”. Simplemente, la bacteria pudo no haber penetrado los dientes y sí otros tejidos blandos.
La disputa en torno a qué causó la “muerte negra” no se agota en una curiosidad histórica. Al contrario de lo que hasta hace poco se creía, la peste está lejos de haber sido erradicada: todavía hay personas en los trópicos que sucumben ante la Yersinia, y se teme que pueda ser usada como arma química, desparramando por el mundo una nueva plaga. Hace apenas un año, en la India, más de seis mil personas enfermaron de peste y de ellas murieron 58. Entre 1978 y 1992 se notificaron a la Organización Mundial de la Salud unos 15.000 casos y 1500 muertes.

El pasado de venus

NewScientist Si el infierno verdaderamente existe, está en Venus. Sin embargo, un nuevo estudio sugiere que, durante buena parte de su historia, el planeta más cercano a la Tierra habría sido un lugar mucho más agradable. Incluso, apto para la vida. Actualmente, Venus está envuelto por una espesa atmósfera de dióxido de carbono (cien veces más densa que la nuestra) que, entre otras cosas, actúa como una terrorífica jaula de calor. Ese efecto invernadero lo convierte en el planeta más caliente del Sistema Solar: su temperatura media ronda los 500º C, suficiente para fundir el plomo. Sin embargo, muchos astrónomos y geólogos planetarios sospechan que las cosas no siempre fueron así de malas y que, alguna remota vez, Venus tuvo una atmósfera más fina, temperaturas más bajas, y hasta grandes masas de agua líquida en su superficie.
Hasta ahora, los modelos tradicionales indicaban que la “primavera” venusina sólo habría durado unos cientos de millones de años. Y que luego, hace unos 4000 millones de años, el planeta comenzó a calentarse progresivamente, a manos de un efecto invernadero galopante. Pero un nuevo modelo –que considera, especialmente, el índice de reflexión de luz solar por parte de las antiguas nubes venusinas– sugiere que aquella etapa hospitalaria fue mucho más extensa: según David Grinspoon, un climatólogo del Southwest Research Institute, en Boulder, Colorado (Estados Unidos), la transición comenzó recién hace 2 mil millones de años. Y que, hasta entonces, Venus gozó de un clima razonablemente hospitalario, con agua líquida y buenas chances para la aparición y desarrollo sostenido de la vida. ¿Venusinos? Tal vez, sólo tal vez, pero allá lejos en el tiempo.

Altair: el avion robot

Discover No hay más que ver la foto para darse cuenta que Altair es un avión bastante exótico. Esta máquina voladora, de 10 metros de largo, es un prototipo desarrollado por la NASA, con la colaboración de la empresa aérea General Atomics Aeronautical Systems, de San Diego, California. Y más allá de su diseño ultramoderno (que incluye una hélice propulsora en su parte trasera), Altair tiene una notable particularidad: vuela solo. En realidad, no se trata de un mero chiche tecnológico, sino la punta de lanza de un ambicioso plan de la NASA para desarrollar una flota de vehículos aéreos autónomos, capaces de realizar vuelos científicos de larga duración, y a gran altura, sobre zonas especialmente peligrosas. La idea, claro, es no arriesgar tripulación humana. “Altair volará sobre volcanes, incendios forestales, y remotas zonas del Pacífico, el Artico y la Antártida, sitios donde es muy peligroso enviar aviones tripulados”, dice Dave Bushman, del Centro Dryden de Investigación de Vuelo de la NASA. El modernísimo avión robot ya hizo su vuelo inaugural sobre el desierto de Mojave, y al parecer, está preparado para volar 32 horas a una altura máxima de 16 mil metros, llevando una carga útil de más de 300 kilos: sensores, radares y cámaras, entre otros instrumentos científicos.

Compartir: 

Twitter

 
FUTURO
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.