NOVEDADES EN CIENCIA
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Hormigas muy locas
Unas pequeñas hormiguitas invasoras han alterado el ecosistema de una
isla australiana. Y un grupo de ecologistas está tratando de ponerlas
a raya, antes de que la cosa pase a mayores. Las protagonistas de esta historia
son las llamadas hormigas locas amarillas, que a principios del siglo XX llegaron
accidentalmente a la pequeña Isla de la Navidad, Australia, en barcos
procedentes de la India. Durante décadas, estos insectos fueron desparramándose
lentamente, sin llamar la atención. Pero hacia 1995, y por razones no
del todo claras, sus poblaciones crecieron abruptamente. Entonces, comenzó
el descontrol ecológico: los ejércitos de hormigas locas diezmaron
a las poblaciones de los pobres cangrejos rojos de tierra, típicamente
locales. Los atacaban de a montones, los mataban con ácido fórmico,
y luego se los comían sin reparo. Y por eso empezaron a ser comunes las
migraciones de cangrejos, que al escapar en masa de las terribles agresoras
se convirtieron en una verdadera atracción turística de la Isla
de Navidad (ver foto). Pero además, los cangrejos se alimentan de plantas
del suelo de los bosques, y al emigrar éstas empezaron a expandirse sin
freno. Y bien, ante este escenario caótico, un equipo encabezado por
el biólogo y ecologista Dennis O`Dowd (Universidad Monash, Australia)
ha tratado de controlar la situación, arrojando pesticidas desde helicópteros
sobre las colonias de hormigas. Y así han reducido notablemente su número.
Sin embargo, todavía es temprano para saber si todo volverá a
la normalidad. Por eso, O`Dowd y los suyos están pidiendo un mayor control
de los barcos para evitar la entrada de especies invasoras, un problema que
viene afectando a muchos otros ecosistemas del planeta.
Discover
Avión a láser
A primera vista, no parece más que un simple avión de aeromodelismo:
tiene un metro y medio de envergadura, pesa poco más de 300 gramos, tiene
un motorcito eléctrico, y en la punta lleva una pequeña hélice.
Sin embargo, es un prototipo de lo que podría ser toda una nueva generación
de aviones: no necesita combustible para volar, sino un simple rayo láser.
Esta novedosa máquina voladora es la creación de un grupo de investigadores
del Dryden Flight Center de la NASA, en California. Y hace poco hizo su exitoso
vuelo inaugural.
Desde siempre, la cantidad de combustible ha sido el principal factor que limita
el tiempo de vuelo de los aviones. “Estábamos buscando una nueva
forma de mantener un avión en el aire por largos períodos de tiempo”,
dice el ingeniero David Bushman, manager del proyecto. Y después de idas
y vueltas, Bushman y su equipo la encontraron. Las alas de su criatura están
cubiertas de paneles fotovoltaicos conectados al motor. Y cuando un rayo láser
–apuntado desde tierra– les pega de lleno, las células fotovoltaicas
lo convierten en electricidad, que alimenta el motor de la ultraliviana aeronave
(construida con fibra de carbono y madera balsa). El vuelo de prueba se hizo
en el interior de un hangar cerrado, y sólo duró 15 minutos. Pero
los resultados fueron muy prometedores. Según estos científicos
de la NASA, la misma tecnología podría aplicarse a aviones mucho
más grandes, que podrían volar, sin parar, durante semanas o meses.
Y sus principales aplicaciones serían las telecomunicaciones y los estudios
geológicos, ambientales y meteorológicos.
SCIENTIFIC AMERICAN
Seis grados de separación
En término de relaciones, el mundo es lisa y llanamente un pañuelo:
como demostraron varios experimentos sociológicos realizados en los setenta
y recientes investigadores sobre las redes que componen Internet, a cualquier
persona, la que sea, del planeta la separan de otra sólo seis contactos
(o menos). En pocas palabras, uno conoce a alguien que conoce a tal que conoce
a... y así. El fenómeno no es sólo entendido como una curiosidad
sociológica ideal para comentar en cuanta reunión social a la
que uno sea invitado (y competir para ver quién está más
cerca de la actriz o actor del momento) sino que es aprovechado a la hora de
diseñar estrategias globales de vacunación.
Hasta ahora, los programas aleatorios de inmunización requerían
que grandes segmentos de la población fueran vacunados para detener la
propagación de una enfermedad. El número de gente necesaria descendía
abruptamente solamente si se hallaba en el conjunto a ciertas personas (conocidos
como “super-spreaders”, o sea que tienen mayor potencial para infectar
a muchas personas) con mayor número de conexiones individuales. Desgraciadamente,
no siempre se cuenta con esa información.
Reuven Cohen y sus colegas de la Universidad de Bar-Ilany (Israel), en cambio,
proponen una táctica alternativa. Llamada “acquaintance immunization”
(inmunización de conocidos), el procedimiento consiste en seleccionar
al azar un grupo reducido (pero influyente) de la población y pedirles
que identifiquen a sus amistades, las cuales son vacunadas. Según los
cálculos de los científicos, ya que los super-spreaders conocen
a tanta gente, hay una alta probabilidad de que ellos sean nombrados al menos
una vez. Como resultado, la inmunización de una fracción más
pequeña de la población puede detener la transmisión de
una enfermedad. Pero el uso del fenómeno de “seis grados de separación”
no se agota ahí. “También es viable para desarticular redes
terroristas –puntualiza Cohen–. Los resultados sugieren que una
manera eficiente de desintegrar la red consiste en poner la lupa sobre aquellos
individuos cuyos nombres se obtienen de otros miembros de la red”. Se
ve que para algunas cosas es bueno tener un millón de amigos, y para
otras no.
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