NOVEDADES EN CIENCIA
A
FLOR DE PIEL
Es increíble lo que se puede aprender al abrir un libro y dejarse llevar
por la cadencia hipnótica de párrafos, imágenes y guiños.
No sólo se entra en contacto con nuevos conocimientos sino que también
se disipan falsas nociones, migajas del sentido común, como la que dice
que el órgano más extenso del cuerpo humano es el intestino delgado.
Nada más erróneo: en verdad, el órgano que se lleva la medalla
de oro en tamaño corporal es la piel que en un adulto de 70 kg puede llegar
a medir aproximadamente dos metros cuadrados.
Pero aún más increíble es la última patente que consiguió el
imperio Microsoft, cuyos productos sofocan a las computadoras del mundo. La compañía
del ambicioso Bill Gates se alzó con los derechos de propiedad intelectual
de algo que hasta ahora se pensaba impatentable: el cuerpo humano. Así es:
bajo la etiqueta US Patent 6,754,472 (solicitada formalmente el 22 de junio)
y con el nombre de “Método y manera de transmitir energía
y datos utilizando el cuerpo humano”, se esconde lo que muchos presumen
una nueva forma de negocios –una nueva gama de artículos electrónicos
capaces de reproducir datos (como sonidos e imágenes)– que reportaría
a los de Microsoft sumas millonarias. Los portavoces de la empresa se mantienen
con la boca cerrada y hasta ahora no revelaron los planes que tienen entre manos.
Ante el silencio, lo que abundan son los rumores: que se podrían fabricar
aros capaces de transmitir el sonido desde un teléfono sujeto al cinturón;
anteojos que permitirían ver imágenes de video; sensores capaces
de recopilar información sobre la salud del individuo; o hasta que no
sería extraño intercambiar electrónicamente información
con un apretón de manos. A pesar de la sorpresa de la noticia, no dejó a
todos pasmados. Después de todo, el clic y el dobleclic del mouse ya tienen
propietario: Microsoft.
TESTIGOS EN PRIMERA FILA
Cuando llega la muerte, ya está: no hay vuelta atrás, ni titubeos
ni medias tintas. Pero sí testigos, aunque en la mayoría de los
casos no tengan brazos, piernas ni cerebro. Se trata de moscas, gusanos, termitas
y escarabajos cuyo sentido del olfato es tan agudo que son capaces de detectar
un cadáver fresco a 3 km de distancia. Lo primero que hacen los insectos
es atacar el tejido blando, devorando piel y tendones. Luego escarabajos
y termitas acaban con los huesos.
Los entomólogos forenses que examinan escenas de crímenes en busca
de pruebas confían en que estos devoradores de cadáveres develarán
los pormenores de los últimos suspiros de vida de la víctima y
determinarán con obstinada precisión su hora de muerte. Por eso
una investigadora australiana tiene en claro que si su aspiración es rozarle
los talones a Sherlock Holmes, Hércules Poirot, Phillip Marlowe o Columbo
debe esforzarse más en conocer a los escurridizos (y para algunos
deliciosos) gusanos.
“Dependiendo de donde se esté, pueden pasar entre diez minutos y
cuatro horas para que el cadáver sea visitado y consumido por moscas
y gusanos, atraídos por heridas abiertas y orificios”, dijo la
entomóloga
forense Michelle Harvey, del Centro de Ciencias Forenses de la Universidad
de Western Australia. Una vez que se conoce la especie de la mosca, la temperatura
y la extensión de los gusanos, se puede establecer el momento de la
muerte, por ejemplo. Pero estos cálculos a veces pueden ser engorrosos.
Por eso Harvey propone utilizar técnicas genéticas –como
el análisis
de ADN mitocondrial– para identificar con mayor precisión a los
gusanos. Su colección crece día a día y ya cuenta con
muestras de Australia,Sudáfrica, Brasil, Italia, Gran Bretaña,
Taiwán,
Tailandia, Nueva Zelanda y Estados Unidos, para ver si lo que escribió alguna
vez Emily Dickinson en un poema (“Escuché el zumbido de una mosca
al morir”) difiere de un lado a otro del océano.
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