Sáb 30.10.2004
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NOVEDADES EN CIENCIA

Novedades en ciencia

LA SORPRESA DEL ORNITORRINCO
[ Nature ]
No es nada nuevo que el ornitorrinco es un animal excéntrico, extraño, diferente, de aquellos que rehúsan ser agrupados con ejemplares que destilan normalidad. Nativos de tierras (y aguas dulces) australianas, a estos mamíferos simpáticos de 30 a 45 cm de largo, con pico de pato y famosos por su raro hábito de poner huevos (y su esqueleto con rasgos reptiloides) les cuesta demasiado no llamar la atención científica: no contentos con un par de cromosomas sexuales, el platypus u Ornithorhynchus anatinus tiene cinco.
En la mayoría de los mamíferos (y por ende, de los humanos), el sexo está determinado por la combinación de un par de cromosomas (X e Y): a los hombres les toca XY y a las mujeres, XX. En los pájaros, el sistema es parecido: ZW hembras, ZZ machos. Y ahí viene la rareza: en los ornitorrincos, en cambio, la combinación XXXXXXXXXX da como resultado hembras (u “ornitorrincas”) y XYXYXYXYXY, machos.
Tantas Xs e Ys sorprendieron al biólogo Frank Grützner y a sus colegas de Universidad Nacional de Australia quienes se valieron de etiquetas o marcadores fluorescentes para estudiar en vivo estas marañas de hilos genéticos, antes de deslizarlas bajo el microscopio.
Hasta ahora se pensaba que la manera en que los cromosomas determinaban el sexo en los mamíferos y en aves había evolucionado por carriles opuestos después que estas dos clases se separaron hace 300 millones de años. Ahora, el peludo ornitorrinco con su sistema mixto, arroja un poco de duda sobre esta creencia y presenta un nuevo interrogante: ¿para qué tantos cromosomas? Sólo el ornitorrinco lo sabe.

CEREBRO DE LATA
[ NewScientist ]
Prótesis cerebrales de silicio para reemplazar tejidos dañados; un cuadrapléjico capaz de enviar un e-mail con el pensamiento gracias a un chip implantado en su cerebro que se conecta directamente a las neuronas. La pregunta ya no es cómo, sino cuándo: la neurología está a punto de despegar (una vez más) en esta ocasión impulsada por los motores de fabulosos microchips high tech, y se enfila para causar estragos en la memoria y en la individualidad humana. Desde hace diez años, seis equipos de investigadores –al menos en Estados Unidos– cooperan entre sí para crear un cerebro artificial con todas las funciones pertinentes para imitar a su contraparte biológico. Pero como la tarea –evidentemente– no es nada sencilla, mueven las fichas de a poco y con cautela.
Uno de los “crea-cerebros” es el profesor Theodore W. Berger, director del Centro de Ingeniería Neural de la Universidad del Sur de California, quien tuvo la buena idea de empezar por lo que él llama “el corazón de la bestia”: el hipocampo, o sea, el área en el cerebro encargada de coordinar el almacenamiento de la memoria y el estado de ánimo. Y aunque aún no logró probarla en seres vivos, ya tiene la prótesis cerebral lista: un chip de silicio para que aquellas personas con desórdenes de memoria (debido a enfermedades como el Alzheimer, epilepsia o accidentes cerebrovasculares) recuperen su habilidad de guardar recuerdos, alegrías y tristezas.
El primer paso para desarrollar este dispositivo –del tamaño de una pequeña pastilla– consistió en estudiar puntillosamente el funcionamiento del hipocampo y elaborar luego un modelo matemático que imite su funcionamiento en diversas condiciones. Sólo bastaba traducir las funciones matemáticas en un microchip, y así lo hicieron. Y los resultados fueron increíbles: la investigación llevada a cabo en rodajas de cerebro de ratas conservadas con nutrientes indicaron que el chip funcionó con un asombroso 95 por ciento de precisión. Lo que se viene ahora es la fase II: Berger y los suyos estiman que dentro de dos o tres años tendrán listos modelos matemáticos de hipocampos para probar en seres vivos (ratas y monos). Y entonces verán si la tecnología y la biología quieren darse nuevamente la mano.

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