FINAL DE JUEGO
› Por Leonardo Moledo
–El desciframiento de los jeroglíficos por Champollion fue muy impresionante –dijo el Comisario Inspector–, porque prácticamente abrió los archivos de la cultura egipcia.
–Una cultura que era ya antiquísima cuando la visitó Heródoto –dijo Kuhn– si pensamos que a nosotros nos separan de Heródoto unos 2500 años y a él, de las pirámides unos dos mil trescientos, más o menos.
–También lo relata muy bien Marguerite Yourcenar en Las Memorias de Adriano –dijo el Comisario Inspector–; en un momento, Adriano visita Egipto, y allí los templos de Karnak, y se entretiene en mirar los grafiti grabados en la piedra: “Un tal Ereikos había estado aquí seiscientos años antes que yo”.
–Hay otra historia de ese tipo –dijo Kuhn– cuando se firmó el tratado de paz entre el Egipto de Tutmosis III y el país de Hatti. La princesa de Hatti fue a Egipto a casarse con el faraón, o con el hijo del faraón y esto era más o menos 1200 años antes de Cristo, es decir, cuatrocientos años por lo menos antes de que se fundara Roma. Y bien, con motivo de los festejos se compuso un poema, donde se hablaba de la magnificencia de esos mismos festejos y el poeta decía que “nunca los antiguos vieron nada semejante”. Que para nosotros alguien de entonces considerara “antiguos” a sus antecesores resulta extraño y relativiza nuestra situación cotidiana.
–Alguien muy pronto nos considerará antiguos a nosotros, que usábamos computadoras y ese tipo de chatarra –dijo el Comisario Inspector.
–Es que en el fondo somos antiguos, y con el tiempo lo seremos más –dijo enigmáticamente Kuhn.
–Y ya que estamos en cosas de la antigüedad, contemos pues el desciframiento de la escritura cuneiforme por Grotefend. La vez pasada hablamos un poco de cómo hizo Champollion, suponiendo que los cartuchos de la piedra Roseta eran nombres de reyes y utilizando analogías con el copto –dijo el Comisario Inspector– sin contar con que la misma piedra tenía la traducción al griego. Pero lo interesante de Grotefend es que descifró la escritura cuneiforme en un idioma que desconocía.
–Y cuya traducción no tenía –dijo Kuhn.
–Efectivamente –dijo el Comisario Inspector–. Pero tuvo una idea genial. Examinando estelas cuneiformes, observó grupos de signos que se repetían de manera regular y supuso que, como se trataba de estelas triunfales, esos grupos debían ser el rey x, hijo del rey y, hijo del rey z y así. Y entonces buscó una serie donde hubiera solamente dos seguidos: el rey x hijo del rey y hijo de z. Es decir un tipo que no hubiera sido rey, pero cuyo hijo y nieto sí. Y buscó por analogías históricas esas sucesión y consiguió la equivalencia de los nombres, además de la palabra “rey” y “hijo de”.
–La verdad parece genial –dijo Kuhn.
–Como todas estas historias de ruptura de códigos –dijo el Comisario Inspector–. La vez que viene vamos a contar una relacionada con María Estuardo.
¿Qué piensan nuestros lectores de la idea de Grotefend? ¿Se les hubiera ocurrido? ¿Y qué quiso decir Kuhn con eso de que en realidad somos antiguos y cada vez lo seremos más?
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