FINAL DE JUEGO
Sobre el Cafe Cientifico y los experimentos medicos
Señores: Redacción de Futuro
Me permito molestar la atención de ustedes, por segunda vez en mis quince
años de lector de este periódico, para manifestarles mi extrañeza
por algunas opiniones vertidas por el Sr. Julio Nudler, publicadas en este suplemento
el día sábado 24 de agosto, en relación con los protocolos
de investigación clínica. En sus palabras hay una interpretación
maliciosa de los ensayos clínicos, equiparándolos a actividades
delincuenciales de los médicos, solamente motivadas por un desmedido
afán de lucro de los profesionales y a una monstruosidad cognitiva de
la industria farmacéutica. Sugiero releer el párrafo: cuando
cualquiera de nosotros va al médico...
Sorprende que en un suplemento de alto nivel científico y ético
se distorsione la realidad tan burdamente. He aquí muy sucintamente mi
repuesta.
1. Los ensayos clínicos son una de las herramientas más
útiles que ha desarrollado la medicina del siglo XX, permitiendo evaluar
con criterio científico, rigor estadístico y caridad para el prójimo
la utilidad de ciertas terapias que han revolucionado la medicina actual. Se
pueden medir por decenas de miles los seres humanos a quienes se ha podido curar,
mejorar sustancialmente su calidad de vida y prolongar de manera sorprendente
su sobrevida. Sobran ejemplos como para abrumar con ellos al lector culto de
este suplemento.
2. Estos protocolos, como todo el mundo vinculado a la investigación
sabe, tienen cabida luego que se completan satisfactoriamente los estudios básicos
y los preclínicos y con una metodología de aproximación
perfectamente reglada.
3. En nuestro país, como en todo el mundo civilizado, los ensayos
se realizan en instituciones reconocidas y dotadas de infraestructura, humana
e instrumental, adecuada. En absolutamente todos los casos los estudios requieren
autorización del Comité de Docencia e Investigación y del
Comité de Etica de la institución y todos los pacientes a quienes
se les ofrece esta opción firman un consentimiento informado de su aceptación
para integrarse al mismo. En todos los casos se respeta la Declaración
del Derecho de los Pacientes, redactada en Helsinki por las Naciones Unidas
en 1949, adoptada por la República Argentina y que tiene rango constitucional.
4. Ninguna industria farmacéutica de punta, ni ningún profesional
argentino en su sano juicio proceden de otra manera, me consta. Lo que sí
es muy común es levantar datos estadísticos sobre la utilidad
de ciertos esquemas terapéuticos, internacionalmente aceptados, para
detectar si en nuestra población (hambreada, devaluada física
y moralmente por las autoridades, en pésimas condiciones sanitarias y
en peores condiciones nutricionales y ambientales) se dan los mismos resultados
que se obtienen en otros medios; no es de extrañar que los resultados
obtenidos sean paradójicamente distintos. Y eso es utilísimo para
nuestra política de salud.
5. Por todos estos motivos las opiniones que me permito comentar me parecen
desafortunadas, injustas y aun calumniosas. Espero que su autor reflexione al
respecto: estas malas expresiones vertidas en un medio de la difusión
y el prestigio de Página/12 crean innecesaria confusión entre
los lectores no especializados, quienes no comprenderán que la incorporación
a un ensayo clínico brinda al paciente la mejor asistencia médica
posible. Todo lo anteriormente expresado lo hago en mi condición de médico
oncólogo, responsable del área de Oncología Clínica
del Hospital Penna y, fundamentalmente, humilde discípulo del maestro
Roberto Estévez.
Agradezco la lectura de esta carta y creo que su publicación sería
una importante muestra de pluralidad democrática de pensamiento.
Raúl Pensel
También enviaron opiniones de un tenor parecido los doctores G. Pablo Díaz Ortego, Presidente del Colegio Médico del Sur de Chubut y Norberto Martín, Presidente del Tribunal de Disciplina de la misma institución, que no se publican por razones de espacio.
RESPUESTA
Espero sinceramente que en el sector de la salud, que en buena parte funciona
según yo creía saber como un negocio más dentro
de la economía capitalista, prevalezcan las irreprochables conductas
que describen los doctores Pensel y Díaz Ortego, y en tal caso retiro
todo lo que dije y pido disculpas por mi error y mi osadía. Pero no entiendo,
si ello es así, el motivo de la encarnizada discusión en torno
de los genéricos, que permite oír terribles acusaciones cruzadas
entre participantes de este sector, ni, entre muchos otros ejemplos, el escándalo
que acaba de estallar en Estados Unidos por la propaganda oculta de algunos
medicamentos que ciertos famosos personajes deslizan en entrevistas periodísticas,
sin informarle al público que reciben dinero de los laboratorios por
hacerlo. Tal vez todo consista en una gran difamación.
Julio Nudler
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