Sáb 07.09.2002
futuro

FINAL DE JUEGO

Correo de lectores II

Sobre el Cafe Cientifico y los experimentos medicos


Señores: Redacción de Futuro
Me permito molestar la atención de ustedes, por segunda vez en mis quince años de lector de este periódico, para manifestarles mi extrañeza por algunas opiniones vertidas por el Sr. Julio Nudler, publicadas en este suplemento el día sábado 24 de agosto, en relación con los protocolos de investigación clínica. En sus palabras hay una interpretación maliciosa de los ensayos clínicos, equiparándolos a actividades delincuenciales de los médicos, solamente motivadas por un desmedido afán de lucro de los profesionales y a una monstruosidad cognitiva de la industria farmacéutica. Sugiero releer el párrafo: “cuando cualquiera de nosotros va al médico...”
Sorprende que en un suplemento de alto nivel científico y ético se distorsione la realidad tan burdamente. He aquí muy sucintamente mi repuesta.
1. Los ensayos clínicos son una de las herramientas más útiles que ha desarrollado la medicina del siglo XX, permitiendo evaluar con criterio científico, rigor estadístico y caridad para el prójimo la utilidad de ciertas terapias que han revolucionado la medicina actual. Se pueden medir por decenas de miles los seres humanos a quienes se ha podido curar, mejorar sustancialmente su calidad de vida y prolongar de manera sorprendente su sobrevida. Sobran ejemplos como para abrumar con ellos al lector culto de este suplemento.
2. Estos protocolos, como todo el mundo vinculado a la investigación sabe, tienen cabida luego que se completan satisfactoriamente los estudios básicos y los preclínicos y con una metodología de aproximación perfectamente reglada.
3. En nuestro país, como en todo el mundo civilizado, los ensayos se realizan en instituciones reconocidas y dotadas de infraestructura, humana e instrumental, adecuada. En absolutamente todos los casos los estudios requieren autorización del Comité de Docencia e Investigación y del Comité de Etica de la institución y todos los pacientes a quienes se les ofrece esta opción firman un consentimiento informado de su aceptación para integrarse al mismo. En todos los casos se respeta la Declaración del Derecho de los Pacientes, redactada en Helsinki por las Naciones Unidas en 1949, adoptada por la República Argentina y que tiene rango constitucional.
4. Ninguna industria farmacéutica de punta, ni ningún profesional argentino en su sano juicio proceden de otra manera, me consta. Lo que sí es muy común es levantar datos estadísticos sobre la utilidad de ciertos esquemas terapéuticos, internacionalmente aceptados, para detectar si en nuestra población (hambreada, devaluada física y moralmente por las autoridades, en pésimas condiciones sanitarias y en peores condiciones nutricionales y ambientales) se dan los mismos resultados que se obtienen en otros medios; no es de extrañar que los resultados obtenidos sean paradójicamente distintos. Y eso es utilísimo para nuestra política de salud.
5. Por todos estos motivos las opiniones que me permito comentar me parecen desafortunadas, injustas y aun calumniosas. Espero que su autor reflexione al respecto: estas malas expresiones vertidas en un medio de la difusión y el prestigio de Página/12 crean innecesaria confusión entre los lectores no especializados, quienes no comprenderán que la incorporación a un ensayo clínico brinda al paciente la mejor asistencia médica posible. Todo lo anteriormente expresado lo hago en mi condición de médico oncólogo, responsable del área de Oncología Clínica del Hospital Penna y, fundamentalmente, humilde discípulo del maestro Roberto Estévez.
Agradezco la lectura de esta carta y creo que su publicación sería una importante muestra de pluralidad democrática de pensamiento.
Raúl Pensel

También enviaron opiniones de un tenor parecido los doctores G. Pablo Díaz Ortego, Presidente del Colegio Médico del Sur de Chubut y Norberto Martín, Presidente del Tribunal de Disciplina de la misma institución, que no se publican por razones de espacio.

RESPUESTA
Espero sinceramente que en el sector de la salud, que en buena parte funciona –según yo creía saber– como un negocio más dentro de la economía capitalista, prevalezcan las irreprochables conductas que describen los doctores Pensel y Díaz Ortego, y en tal caso retiro todo lo que dije y pido disculpas por mi error y mi osadía. Pero no entiendo, si ello es así, el motivo de la encarnizada discusión en torno de los genéricos, que permite oír terribles acusaciones cruzadas entre participantes de este sector, ni, entre muchos otros ejemplos, el escándalo que acaba de estallar en Estados Unidos por la propaganda oculta de algunos medicamentos que ciertos famosos personajes deslizan en entrevistas periodísticas, sin informarle al público que reciben dinero de los laboratorios por hacerlo. Tal vez todo consista en una gran difamación.
Julio Nudler

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