FINAL DE JUEGO
Donde se propone un enigma con atletas rusos y se sigue con la guerra de las ciencias
› Por Leonardo Moledo
–Es increíble –dijo el Comisario Inspector–, pero por Internet está circulando un mail con la nota de Caletti del sábado pasado (Sobre la guerra de las ciencias y el grandote del barrio), con el título “otro frente de ataque para sociales”.
–¿Por qué increíble? –preguntó Kuhn–. En rigor de verdad, a mí no me sorprende.
–En realidad, es todo un aporte a la discusión.
–Pero es ridículo –dijo Kuhn–. La nota de opinión de Caletti es una acendrada defensa de las ciencias sociales, a mi ver, bastante razonable.
–Sí –dijo el Comisario Inspector–. Claro que es ridículo. Pero vamos a ver cómo viene la mano. En principio, se hace un café científico sobre “la guerra de las ciencias”, en el que una filósofa posmoderna y un cosmólogo coinciden mucho más de lo que era dable imaginar. Lo cual desata la furia de Caletti, que se enfurece porque la discusión “se soterró”, y no hubo la guerra de demolición necesaria para el bienestar humano en contra “del cientificismo y la ciencia dominante”. Esto es, no se puede pactar, ni acordar, ni hay puntos en común. La “ciencia dominante”, de paso, la misma que logró posar aparatos en Marte, vacunas, y la teoría de la relatividad..., una explicación bastante coherente y razonable del mundo...
–...y la bomba atómica –dijo Kuhn-. Digo, ya que estamos.
–Ahora bien –dijo el Comisario Inspector–. La misma respuesta de Caletti en defensa de las ciencias sociales y contra “la ciencia oficial” es considerada un ataque, porque el mismo hecho de que haya discusión les parece un ataque. Es lo mismo que ocurría con la interpretación de la Biblia antes de la Reforma. No es que si uno hacía una interpretación equivocada se transformaba en un hereje. El mismo hecho de hacer una interpretación –aunque sea la correcta– está prohibido. Aquí es exactamente igual. Lo malo no es estar en contra, sino el mero hecho de sugerir la discusión. Ni siquiera se puede defender la misma posición de los acusadores.
–Extraordinario, en verdad –dijo Kuhn–. Y una pésima estrategia. Porque estoy seguro de que este suplemento está abierto a las respuestas y las discusiones. Y ahora, el enigma.
–Bueno –dijo el Comisario Inspector–. Un conjunto de atletas se dispone en una formación de diez filas por diez columnas. Rodrigo Vishinsky es el más alto de su fila, y Dmitri Rodríguez es el más bajo de su columna.
–¿Ese Vishinsky será pariente del “tristemente famoso”?
–No lo sé –dijo el Comisario Inspector–. Podríamos preguntárselo a nuestros lectores.
–¿Y el enigma cuál es?–preguntó Kuhn.
–Este –dijo el Comisario Inspector–. ¿Quién es más alto, Vishinsky o Rodríguez?
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Quién es más alto? ¿Y Rodrigo Vishinsky es o no pariente del “tristemente famoso”?