FINAL DE JUEGO
Donde se habla del principio de inercia y se propone un enigma galileano
› Por Leonardo Moledo
–Estuve leyendo a Galileo –dijo el Comisario Inspector–. Y es interesante contar a nuestros lectores que, pesar de lo que comúnmente se cree, Galileo no enunció la ley de inercia moderna.
–Era una especie de inercia circular –dijo Kuhn.
–Algo así –dijo el Comisario Inspector–. Galileo razonaba más o menos así: tenía claro que algo que estaba en movimiento no podía detenerse por sí solo. ¿Por qué razón tendría que hacerlo? La esfera que rueda ni siquiera sabe que se mueve. Sin embargo, si siguiera con su movimiento uniforme sobre una recta, y puesto que la recta es infinita, iría hasta el infinito, cosa que, creía Galileo, no podía ser. Y por lo tanto, supuso que la esfera rodante, el móvil o el proyectil, seguirían la circunferencia de la Tierra. Es decir, imaginaba, efectivamente, una inercia circular.
–Con el argumento de que si se movía de manera circular, estaría siempre a la misma distancia de su “lugar natural”, a saber, el centro de la Tierra.
–Aquí se le deslizaba un poco de aristotelismo –dijo el Comisario Inspector–, así como el eterno miedo al infinito, pero es importante aclarar que el tratamiento que hace Galileo es completamente moderno.
–Desde ya –dijo Kuhn.
–Y luego, está su gloriosa ley sobre la caída de los cuerpos: todos los cuerpos caen con la misma aceleración, y los caminos recorridos son proporcionales a los cuadrados de los tiempos transcurridos. Puesto en fórmulas, es:
s proporcional t2
Y lo pongo, porque tiene que ver con el enigma de hoy.
–Un enigma galileano –dijo Kuhn.
–Sí –dijo el Comisario Inspector–. Cuando Galileo enunció por primera vez su ley, dijo que “los espacios recorridos estaban entre sí como los tiempos siguiendo la serie de los números impares”. ¿Qué quiso decir?
¿Qué piensan nuestros lectores? ¿Qué quiso decir Galileo?
Correo de lectores
solucion
En principio, el cabo tiene una probabilidad de un tercio de haber elegido el calabozo correcto y de dos tercios de que el preso se encuentre en alguno de los otros dos. Cuando el sargento muestra un calabozo vacío (suponiendo que no es tan tonto como para mostrar el calabozo con el preso), los dos tercios de que el preso no se encuentre en el calabozo elegido equivalen a una probabilidad de dos tercios de que se encuentre en el calabozo restante. Cambiando su elección, el cabo acierta dos veces de cada tres. Al sargento no le conviene la apuesta. Suponemos también que los calabozos no tienen rejas que permitan que el cabo vea dónde está el preso, sin tantas vueltas.
Este problema aparece cada tanto en medios de todo el mundo, levantando protestas de todo tipo ante la respuesta presentada. Ocurrió aquí cuando Jaime Poniachik lo planteó en La Nación en el 2000. Otro caso bastante resonante en el ambiente matemático-acertijero tuvo como protagonista a Marilyn vos Savant, considerada la persona más inteligente del mundo. Se dice que más de mil cartas, provenientes de matemáticos y otros científicos, criticaron su solución, llegando a llamar “cabra” a la Savant (apellido que, en francés, quiere decir “sabio”, pero no es seudónimo).
Claudio H. Sánchez