Sábado, 26 de abril de 2014 | Hoy
Por Mariano Ribas
Vaya a saberse por qué, la noticia del descubrimiento de Kepler-186 f tuvo un ingrediente local sumamente raro. Disparatado. Completamente absurdo: en muchos medios de comunicación de nuestro país se dijo que este exoplaneta está a “500 millones de años luz de la Tierra”. Millones, sí (para comprobarlo ahora mismo, alcanza con poner en un buscador de Internet “planeta gemelo de la Tierra” y “500 millones de años luz”). La cifra correcta, por supuesto, es 500 años luz (y si nos ponemos a hilar fino, parece que son 490). Y “500 años luz” es lo que decían los cables y las fuentes originales de la noticia... ¿Y entonces?
Publicar y repetir (varias veces y sin chequear) esta cifra completamente desquiciada implica, al menos, dos grandes errores conceptuales. Empecemos por el menos grave: el factor de detección. Actualmente es absolutamente imposible –para cualquier método de observación y detección– dar con un planeta a “500 millones de años luz” (dicho sea de paso, tampoco es posible “resolver” una estrella a semejante distancia, y mucho menos que eso también, salvo que se trate de una “supernova”). Pero tampoco sería posible detectarlo a distancias 100 mil veces menores que eso: todos los exoplanetas conocidos hasta hoy (unos 1800) están a decenas o, a lo sumo, unos 500 a 1000 años luz de la Tierra. No se los puede buscar más allá que eso. Al menos, por ahora.
El otro gran error conceptual es mucho más profundo: decir (o escribir) “500 millones de años luz” en lugar de “500 años luz”, para un mundo situado dentro de la Vía Láctea (cosa que queda clara en las fuentes originales de la noticia), implica ignorar completamente las escalas del Universo. Nuestra colosal galaxia mide algo más de 100 mil años luz de diámetro. Es decir, es 5 mil veces más chica que “500 millones de años luz”. Y el hallazgo de Kepler-186 f no sólo se produjo “dentro” de nuestra Vía Láctea, sino también “aquí nomás” del Sistema Solar. En realidad, a escala galáctica, nosotros y Kepler-186 f compartimos un mismo rinconcito de nuestra galaxia. Apenas eso. Podemos hundirnos más en el espacio para acercarnos, de a poco, a semejante cifra: todo el “Grupo Local” de galaxias del que formamos parte (unas 60 en total) ocupa unos 10 millones de años luz en el espacio. Y el centro del “Cúmulo de Virgo” (del que, a su vez, forma parte nuestro “Grupo Local”) está a unos 65 millones de años luz. “500 millones de años luz” es una distancia incluso mayor de la que nos separa de “otras” súper metrópolis galácticas, como el “Cúmulo de Coma” o el “Cúmulo de Hydra”.
Es cierto: las cifras astronómicas suelen abrumarnos. Y a veces parecería que todo da más o menos lo mismo: millones de kilómetros, miles de millones de kilómetros, algunos años luz, miles de años luz, millones de años luz..., al fin de cuentas son números que desbordan por los cuatro costados nuestra sencilla cotidianidad de metros y kilómetros. Pero vale la pena hacer el esfuerzo y, al menos, tener cierta idea de cómo son las cosas en el Universo. Especialmente cuando se comunica. Y más aún cuando se pretende dar información científica. No se trata de ser obsesiva e innecesariamente preciso, técnico y aburrido. Tampoco se trata de, a la inversa, decir y publicar cualquier cosa. En el medio de esos extremos indeseables hay un buen espacio para contar la ciencia de otra manera.
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