Achaques cibercondriacos
Un nuevo trastorno viene dando coletazos. Sigilosamente y al galopante ritmo en que se esparce Internet, cada vez más pacientes se presentan a los consultorios médicos luego de haberse autodiagnosticado con información obtenida en la World Wide Web. El diagnóstico: “cibercondría”, nombre de una nueva condición que sólo en Estados Unidos aflige a unas 110 millones de personas (en 1998, las estadísticas indicaban 54 millones).
Si bien Internet acerca la información, acorta distancias y, hasta podría decirse, cambia la percepción que uno tiene del mundo, para el hipocondríaco puede ser un arma de doble filo: nuevos tratamientos, procedimientos quirúrgicos de último momento y noticias de milagrosos remedios están a solo un click, agudizando su ya trastornado estado.
Ahora bien, lo malo no es la información por sí misma (aunque pueda estar incompleta o ser errónea), sino el uso que de ella hace el enfermo. Los discursos que circulan por la red no son para nada homogéneos sino que muchas veces llegan a contradecirse entre sí. Según un estudio realizado por las organizaciones estadounidenses Harris Interactive y The Pew Internet & American Life Project con 309 cibercondríacos norteamericanos y 327 franceses, los sitios más visitados en Estados Unidos son journals médicos (45 por ciento), páginas comerciales de salud (44 por ciento) y de instituciones académicas (43 por ciento). En Francia, en cambio, el 52 por ciento acude a los sitios comerciales y la otra mitad a páginas de grupos de investigación. Pero eso no es todo: la investigación además concluyó que los cibercondríacos no sólo buscan noticias para ellos mismos sino también para sus esposas, hijos, amigos, padres y otros parientes.
Por otro lado, la información a la que accede el cibercondríaco suele caerle más mal que bien: con todo el caudal de datos y cifras que recogen, algunos pacientes se crean falsas esperanzas o hasta suelen llegar al médico y demandar los mismos tratamientos que descubrieron en los recovecos de la red.
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