RAMOS GENERALES
Nuestro propósito es que los países identifiquen sus fortalezas y debilidades y, además, que aprendan de otras naciones más exitosas en cuanto a la promoción de la igualdad entre mujeres y hombres.” Con esas palabras el director del Programa de Competitividad Mundial del World Economic Forum, Augusto López Claros, presentó esta semana el “Indice de Desigualdad entre Géneros” que mide indicadores de equidad de género en diferentes campos: la participación económica (a igual trabajo, igual salario), la oportunidad económica (las oportunidades y condiciones de acceso al mercado laboral), el fortalecimiento político (la participación efectiva de las mujeres en instituciones y lugares de decisión), el acceso a la educación y la salud y el bienestar. Los resultados, en verdad, dicen que hay mucho que aprender sobre la brecha de géneros en Argentina, aunque no terminen de resultar novedosos. En cuanto a los logros educativos, Argentina es el tercer país del mundo a la hora de demostrar paridad: los años de escolaridad, las tasas de inscripción en los ciclos primario, secundario y terciario y la tasa de alfabetización demuestra que, tras Suecia y Uruguay, nuestro país es el tercero en el ranking de equidad. Algo similar señalan año a año las estadísticas realizadas por el Indec y avaladas por los registros de matriculación de las universidades: ellas también son, si no la franca mayoría, al menos la mitad de las inscriptas, y ellas son al menos la mitad de las recibidas en carreras de grado. Sin embargo, otros datos marcan cierta esquizofrenia: a pesar de los logros educativos, “la tasa de participación de las mujeres en el mercado laboral es inferior a la de los hombres y también hay más desempleadas que desempleados”, señaló López Claros. Y es que en las categorías de participación económica Argentina rankeó en el puesto 55, esto es, entre los más discriminadores a nivel mundial (por debajo de Pakistán, y en condiciones apenas mejores que Egipto), mientras que en cuanto a salud y bienestar pasa algo muy similar: se ubica en el lugar número 54, por detrás de Egipto, Colombia, Brasil y muy, muy lejos de Suecia, Dinamarca y Japón (los más favorablemente evaluados). No es curioso, pero precisamente esta misma semana otro informe corroboró esa feminización de la precariedad laboral y el frágil acceso a la autonomía económica de las mujeres, con conclusiones igualmente apabullantes a las que el Instituto para el Desarrollo Social Argentino arribó a partir de datos facilitados por el Indec: mientras cerca de la mitad de los varones (el 46%) accede a un empleo de calidad, sólo el 27% de las mujeres lo logra (“la diferencia se explica por el empleo asalariado registrado, que es del 37% para los varones y del 23% para las mujeres”). Además, “lo que prevalece son las mujeres inactivas, que representan el 35% del total de mujeres entre 25 y 65 de edad”.
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