Vie 12.04.2002
las12

POLíTICAS

Ecos de Monterrey

Por Lucía Alberti

Caminar las calles de Monterrey fue una experiencia sumamente agradable. La gente es amable, cálida y acogedora. El estado de Nuevo León alberga un foco importantísimo de desarrollo cultural y académico, lo cual se nota a simple vista en esa pujante ciudad. Además, ¿quién puede sustraerse al encanto que irradia México de una u otra manera y sea en el distrito que sea?
La Conferencia de Financiación para el Desarrollo Sustentable con Equidad convocó a más de 50 países en Monterrey y a cientos de organizaciones de la sociedad, para participar del Foro de ONG correspondiente, el cual se llevó a cabo en la “Fundidora”, lugar muy considerado en el afecto de sus habitantes, porque fue el corazón de la fundición de hierro mexicano, que durante gran parte del siglo pasado se constituyó en uno de los sustentos primordiales del país.
A la luz de los acontecimientos que le siguieron, tanto al Foro como a la Conferencia, podemos asegurar que su más alta repercusión fue lograda por la ola de rumores de diversa índole que la precedió y la acompañó en todo su trayecto. Si concurría el presidente de EE.UU. o no concurría, si Fidel Castro llegaba o no llegaba. Si sería considerado o no el aumento de la ayuda para los países más empobrecidos. Si la tasa especial a las transacciones financieras tendría alguna cabida. Si sería escuchada la Argentina o sólo se recibirían sus reclamos sin que se abriera ninguna compuerta, en medio de un evento muy discursivo. Así sucesivamente se encimaban los comentarios y trascendidos. Seguramente toda esa ola de murmullos contribuía a incorporar un cierto valor agregado a la misma Conferencia.
Pero los más fuertes y persistentes trazados gruesos lo ponía el articulado bombardeo de rumores previniendo por los posibles destrozos y acciones de los llamados globalifóbicos, lo cual se convirtió en una verdadera contrafobia respecto de cualquier reclamo por justo que fuera. Casi podríamos aseverar que era la auténtica fobia que circulaba insistentemente, de modo tal que quienes proveníamos de países castigados por el modelo neoliberal a ultranza, aplicado desde hace demasiados años, sentíamos que esa contrafobia o verdadera fobia nos estaba incluyendo para menguar nuestras propuestas y opiniones. A tal punto se dio esto que integrantes de muchas organizaciones se preguntaban si el objetivo era desmovilizar totalmente el Foro. Porque lo que se escuchaba también en sus países cuando se hablaba de la Conferencia era para meter miedo, y con eso se apuntaba a debilitar la concurrencia de las organizaciones sociales y sus proposiciones a favor de un modelo diferente del actual, inclusivo e integrador. A pesar de todo, el Foro pudo decir y hacer lo suyo, aunque imaginamos con certeza que no se tocaría ni un punto ni una coma en la Conferencia al documento de consenso previo aceptado por los gobiernos.
Dice el refrán que para muestra basta un botón. Así lo vivenciamos el sábado en que finalizó el Foro de ONG. Ya entrada la noche, y cansadas de tanto trajinar, buscábamos un lugar donde comer. El señor del taxi, que decentemente decidió no clausurar su reloj, como sí habían hecho muchos de sus colegas para cobrar más, enumeraba a nuestro pedido algunos lugares económicos para saciar el hambre. Buscábamos comer los típicos tacos en sitios no turísticos. El nos mira y nos suelta en tono precavido que tuviéramos cuidado en la calle con las personas de las ONG, porque yaestaban sin dinero y, desesperadas de hambre, asaltaban a cualquiera. Así le había advertido una pasajera policía, agregando que lo despanzurrarían ahí nomás, por unas monedas.. Las tres entrecruzamos miradas y leves sonrisas, le dijimos que nos parecían apreciaciones muy particulares de esa pasajera y que no se preocupara. Pero el señor estaba seriamente convencido, porque algo similar le habían comentado a otros compañeros. A eso le sumaba todo lo que se advertía por TV y claro, viendo a tres mujeres solas, sentía la obligación de ponernos al tanto. Lo que no sabía el señor, para su tranquilidad, obviamente, es que éramos miembros de esas organizaciones. Claro que dispuestas a pagar por nuestros tacos y sin intención de despanzurrar a nadie. Así era, gran parte del clima generado en torno a la reunión de ONG, mediante una sucesión de operaciones comunicacionales. Todo lo cual era acompañado por un despliegue de seguridad impresionante.
No cabe duda de que alrededor de esa Conferencia oficial y también del Foro se cifraron enormes esperanzas, como manifestó el secretario general de la ONU, quien no dejó de solicitar que se redoblaran los esfuerzos de los países desarrollados hacia los países en desarrollo, de modo concreto aportando 50 mil millones más de dólares para ayuda. Tema que está lejos, demasiado lejos de ser atendido por los respectivos gobernantes y los organismos internacionales de financiación.
Antes de dejar Monterrey, concluida ya la Conferencia, después de tantos discursos de ministros, presidentes, organismos financieros, empresarios y ONG, estaba cargando en exceso mi maleta con materiales de la Conferencia. Impactada por el retiro espectacular de Castro y el negativo resultado para la Argentina, me pregunté desde el centro de mi corazón y mi cerebro: ¿servirá para algo todo esto que se ha hablado y escrito? ¿Será posible un modelo distinto si todo continúa tal como lo vivimos en Monterrey? Porque, sin duda, lo más urgente y válido, que fue planteado descarnadamente por diversos países del Sur, por líderes sociales, por el Consejo Mundial de Iglesias y por el mismo secretario general, en su esfuerzo para atenuar la pobreza y el humillante dolor de millones de seres humanos, allí en Monterrey encontró una desarrollada variedad de audífonos descompuestos.

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