SECRETOS
del corazon En ejemplares quizás un poco ajados pero de lectura irresistible para chicas de corazón tierno y desprejuiciado, Susy ha vuelto a circular con sus secretos del corazón tan ingenuos como irreales. Cuentos románticos de hadas, ideales para tenerlos en la mesita de luz y leerlos a escondidas.
› Por Moira Soto
La novela rosa es indecorosa, empalagosa e inverosímil, pero así
es la fantasía sentimental de cualquier mortal”, decía con
certera franqueza el escritor Eduardo Mendicutti, hace pocos años en
un curso sobre ese denigrado género que condujo en El Escorial, España,
Guillermo Cabrera Infante, otro defensor de esta literatura considerada “femenina”
(con todo el desprestigio inherente a este adjetivo). Lo de Mendicutti, de todos
modos, remitía a “la otra novela rosa”, la de la temática
gay, pero para el caso Susy, secretos del corazón que hoy nos desvela
con sus ensueños idílicos, viene totalmente a cuento. El interés
de Cabrera Infante por este color encarnado pálido que se suele aplicar
tanto a novelas (novelitas, claro), historietas, películas, fotonovelas
(cuando las había) y telenovelas viene desde la época en que era
corrector de la revista (femenina) Vanidades, y editaba los relatos de Corín
Tellado (tan vilipendiada a priori por tantos/as que no la leyeron lo suficiente),
y ya en 1967 había escrito el ensayo Una inocente pornógrafa.
Otra escritora que escapó al lugar común de desacreditar el género
en la persona de Tellado es Rosa Regás, expresando en reiteradas ocasiones
el aprecio por sus novelas, particularmente las escritas antes de la censura
franquista.
No hay tu tía: el género rosa en cualquiera de sus manifestaciones
hay que mirarlo, leerlo con mirada rosa. De otra manera, nos perdemos en el
prejuicio, en el desdén por el desdén. Obvio es aclarar que en
este género el tema es el AMOR, y el camino para conquistarlo siempre
será escarpado, difícil, tachonado de obstáculos. Pero
si se trata de AMOR VERDADERO con el HOMBRE CORRECTO, la felicidad quedará
misteriosamente garantizada en el cuadro final (beso en primer plano), a salvo
de traiciones, deterioros y otras malas yerbas que nos aquejan en la vida cotidiana.
Pero sin duda sería una estupidez buscar atisbos de realismo en producciones
que responden sin vueltas a leyes del género que indican que lo único
que realmente le da sentido a la vida es el AMOR.
Y si hubo una historieta consagrada a este tipo de romance excluyente fue –habría
que decir es, porque han vuelto a circular codiciados ejemplares de antaño
que se consiguen en subastas por Internet– Susy, secretos del corazón.
Esta publicación de la mexicana Editorial Novaro, distribuida en la Argentina
por Acme, se promocionaba como “una interesante serie sobre el más
hermoso sentimiento humano” (¿hace falta decir cuál?). Susy
prometía revelar “con apasionada ternura la edad de los románticos
idilios, cuando la vida es tan bella y al mismo tiempo tan complicada por sus
dulces alegrías y tristezas. 32 páginas a todo color”. La
verdad es que Susy cumplía sus promesas a través de historietas
como Entre dos amores, El hombre de mi futuro, No quiero amar, Tímida
para el amor, Los amo a los dos, Mi amor secreto, No me quites a mi hombre.
Parientas próximas
Las historietas de Susy, a menudo con una calidad de diseño que se inscribe
en la línea pop instalada por Roy Lichtenstein, no exhiben firma de dibujantes
ni de guionistas. Basadas en originales norteamericanos de los ‘40 y los
‘50 (Secret Hearts, Heart Throbs, Young Love y otros), las publicaciones
mexicanas eran una adaptación, a veces simplificada, de sus fuentes.
Fuentes que no siempre fueron tan conformistas como se suele creer, aunque por
lo general el sexo prematrimonial no existía, el divorcio resultaba algo
chocante y si alguna chica no era virgen se debía a que había
estado casada antes, como señala Trina Robbins en From Girls to Grrrls,
un ensayo sobre la historia de los comics de mujeres. En las historietas de
amor de los ‘40 podía aparecer una chica con veleidades de autonomía
(“¡Sin escape!”, de Girl Comics) y hacer su experiencia como
dueña de un restaurante en Alaska, con modales desenvueltos y jeans bien
puestos. Hasta que aparecía el hombre indicado, una situación
de riesgo, ella se ponía un vestidito y se acicalaba, y él sentenciaba:
“No hay nada más poderoso en el mundo que una chica bonita”.
Ella asentía: “Creo que en adelante olvidaré mi tonta idea
de actuar como un hombre”. Corría 1949, y las mujeres en los Estados
Unidos tenían que volver al hogar.
En 1947, Jack Kirby y Joe Simon (creadores de superhéroes famosos) largaron
Young Romance con gran suceso. Hasta fines de la década se multiplicaron
los títulos románticos –llegó a haber 120 títulos
en el mercado–, algunos de los cuales, antes de que empezara a tallar
el Código Hays, se acercaban a temas adultos. Varias de estas historietas
–como las de Kirby y Simon– tenían excelentes dibujos, pero
se notaba a la legua que estaban hechas por hombres que –además
de alimentar los sueños románticos de las mujeres– daban
forma a sus fantasías masculinas, particularmente en lo relativo a la
mujer ideal (guapa, curvilínea, pelo largo, etc.), cuyo principal objetivo
en la vida era casarse. En los ‘50, Archie Comics seguía en el
candelero con menos títulos y en 1962 apareció Sabrina, la bruja
adolescente. Pero a fines de esa década, la mayoría de las editoras
de comic books se habían fundido, y ya en los ‘60 apenas sobrevivían
Charlton, Marvel y DC. Las cosas estaban cambiando y algunas heroínas
pasaron de ser camareras o amas de casa a estudiantes universitarias o estrellas
de rock, siempre desde el punto de vista masculino. Pese al intento de Simon
y Kirby con la notable Mod Love (una única edición) con dibujos
estilo Yellow Submarine, el comic de amor se moría en los Estados Unidos
mientras renacía en México y llegaba a estas playas para el deleite
de chicas de toda edad y condición.
Bésame mucho, dulce amor mío
Los secretos del corazón de las heroínas de Susy se despejan cuando,
luego de sufrir un poquito, meter la pata o resistirse, encuentran al hombre
que el destino les tenía reservado para hacerlas felices. En general,
son historias cortas –hay pocas por entregas–, que se resuelven
en ocho o diez páginas y, a diferencia de las novelas rosa o las telenovelas
al tono, en Susy no suele haber fortunas en danza, ni villanos de una pieza,
ni poderes en juego: sólo importa el amor. Todo lo demás -trabajo,
salud, problemas familiares, carrera, labores domésticas– queda
rigurosamente excluido, salvo como apoyatura circunstancial.
En Susy jamás de los jamases las protagonistas tendrán relaciones
sexuales con sus novios: sólo bailarán y se besarán. Los
besos son el test definitivo para descubrir el VERDADERO AMOR. Por ejemplo,
en Entre dos amores, Ana no sabe si ama a Adán, el formal, o a Jaime,
el mundano. Cuando desfallece en brazos de Adán, comprende que él
es el hombre de su vida. Sin embargo, en la fiesta de compromiso aparece Jaime,
la atracción resurge, Ana se deja engatusar y huye con él. Por
fortuna no llega lejos: se acaba la gasolina, y Jaime hace un comentario despreciativo
sobre Adán. A ella se le hace la luz y regresa rauda a la fiesta. El
bueno de Adán ya se estaba inquietando:
–¿Dónde estabas? ¿Te perdiste?
–Sólo un momento, Adán, pero aquí estoy.
SUPERBESO. Fin.
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