Jules Ostin (Anne Hathaway) es la creadora de una empresa exitosa de venta online. El sitio se llama About the fit y ofrece ropa de calidad, pero además orienta al posible comprador con respecto al modelo que le quedaría mejor según su tipo de cuerpo. Jules dirige la empresa y se ocupa personalmente de supervisar las entregas, el embalaje de la ropa y todo lo que puede, pero cada vez está pudiendo menos. Es que, por más que se haga la canchera andando en bicicleta por la oficina y llevando la ropa más cool al trabajo, por más que aparezca todas las mañanas impecable, taconeando fuerte y asustando levemente a sus empleados, a Jules se le está yendo todo de las manos. Tuvo la idea, pero no sabe todavía si tiene el coraje que se necesita para ser la jefa de un proyecto que no para de crecer.

Ben Whittaker (Robert de Niro) está en el extremo opuesto del mundo laboral: se retiró hace tiempo de un trabajo de muchísimos años en una empresa que se encargaba de hacer la guía telefónica, algo tan obsoleto como él mismo. Además enviudó, y ahora se aburre. Después de explotar por unos meses esa promesa que está al fondo de toda vida laboral como la zanahoria que persigue el burro, la de tener por fin, después de décadas de soportar horarios, jefes, trajes, rutina –si se piensa en el modelo de la generación de nuestros padres, esos que se pasaron toda una vida en una misma empresa-, algo de tiempo para él mismo y para hacer lo que se le diera la gana, Ben descubrió que trabajar era lo único que le daba ganas y sentido. Nada de pasatiempos, nada de esa disponibilidad infinita de lo que ya cumplieron: lo que quiere Ben es que alguien lo necesite.

El encuentro entre Jules y Ben es lo que cuenta Pasante de moda, la nueva película de Nancy Meyers que a esta altura es una experta en comedias con actores mayores (cosa que no merecería un rubro aparte si no fuera porque el cine y el mundo están copados por los 20-40) como De Niro, Steve Martin o Diane Keaton. Y también es una experta en el brillante, liso confort de la vida burguesa de suburbios arbolados o departamentos de Nueva York en calles arboladas en los que lo moderno y lo antiguo se fusionan armónicamente. Meyers piensa que el cine clásico y las personas de más de sesenta tienen mucho para decirles a las nuevas generaciones, y eso aparece en sus películas desde el tipo de relatos hasta los decorados, pasando por personajes como el del memorable Eli Wallach, un actor de esos que sabían hablar, que en El descanso (2006) interpretaba al guionista retirado de Hollywood encargado de enseñarle al personaje de Kate Winslet, mostrándole películas viejas con damas fuertes, cómo era eso de tener un poco de agallas y ser la heroína de tu propia vida.

En este caso es Ben, un señor de los de antes, un caballero, el que le enseña a Jules. Ben siempre tiene la ropa impecable y lleva un pañuelo en el bolsillo, listo para ser ofrecido a cualquier dama que moquee o llore. También tuvo un matrimonio hermoso y fiel con una mujer a la que amaba mucho, es prolijo, siempre está listo para recibir órdenes y todas las cumple a la perfección. Pero va todavía un poco más allá, porque no es como los jóvenes de ahora que se conforman con hacer lo mínimo. Ben no vacila, no tiene miedo, no le cuesta nada aprender a manejar una cámara o una notebook, ni llamar a una mujer más joven para invitarla a salir, ni ganarse con su simpatía a la familia de Jules. No se cansa, no tiene hambre, no tiene sueño y mucho menos inseguridades. La película de Meyers quiere tomar a una chica de ahora y completarla con algo de esa seguridad de poder manejar el mundo de los señores de antaño. Y eso tiene su encanto pero el personaje de De Niro le salió tan blindado que la relación se parece más a la que tiene una nena con su papá, mientras ella es muy chiquita y el es tan grande que parece indestructible y perfecto.