ESCENAS
Mariana Mazover con Etiopía y Fabián Caero en Tan gris, tan primaveral demuestran que aún hay otros modos de contar la última dictadura militar o aquello que parecía inenarrable.
› Por Carolina Selicki Acevedo
Mal que le pese a ciertos sectores políticos y más aún al ejercicio crítico, la última dictadura militar aún exige un ejercicio de memoria que lleva a repasar y repensar los discursos que han circulado desde aquellos oscuros años o desde iniciada la democracia. Es entonces que se vuelve necesario no sólo el recorte de qué narrar sino desde dónde, también a través del teatro. Tanto para no recaer en lugares comunes o discursos unilaterales como para reafirmar por qué todavía hay mucho por ser deconstruido.
En Etiopía, la reciente pieza teatral escrita y dirigida por Mariana Mazover, obra ganadora del Premio Artei a la producción de teatro independiente 2015, Brumaria (Carolina Setton) y Germinal (Gabriela Julis) esperan la vuelta de Herminia, la pequeña hija de una pareja de militantes, mientras intentan recobrar algún dato de esa familia que no aparece por ningún lado. ¿Por dónde empezar a buscarlos? Un grabador, restos de otros juguetes, palabras, residuos que ofician de mapa. La obra sólo se sostiene en los diálogos entre ellas, en un lenguaje que comienza siendo extraño, casi maquinal, para pasar a ser verosímil. Herederas de un lenguaje que no terminan de descifrar nos introducen en un mundo que continuamente nos recuerda su carácter ficcional, pese a lo que evocan. Es que ambas son muñecas. De hecho, el único audio que se escucha también es parte de otro guión teatral: “Supongamos que comenzamos todo de nuevo (…) Supongamos que otros equivocados recogen nuestras equivocaciones y por equivocación hacen un mundo mejor (…) Supongamos que nos olvidan. Supongamos que no nos olvidan”. Tal vez uno de los momentos que llevan la historia a sus márgenes sea cuando Brumaria le pregunta a Germinal si Herminia accedió a contarle a su vecinito sobre sus padres, alarmada de que ese pequeño intercambio de datos haya sido fatal.
“Hace muchos años que quería hacer algo sobre mujeres montoneras, tenía varias figuras como Vicki Walsh o Graciela Daleo. Recuerdo cuando me desperté en medio de la noche y todo lo que era una marea de cosas sueltas se anudó. Me levanté y escribí la primera y la última parte de la obra”, cuenta Mazover, y agrega: “durante el proceso de escritura me trabé, me angustié mucho. Afortunadamente los textos los supervisé con Ricardo Monti, quien me dijo: “es una mediación en segunda instancia, tienen la distancia necesaria para contar, como te sucede a vos respecto de tu generación”. Y sí, una montonera no me entra en el cuerpo, ¿Con qué permiso?, ¿desde dónde contar lo que me urgía contar?”.
Ya con Piedras dentro de la piedra Mazover se había metido con un tema para nada sencillo: la Guerra de Malvinas, aunque con su propia versión sobre Los pichiciegos de Fogwill. Y la construcción de los personajes de esta obra se asemejan un poco a aquella. Pero también tiene un poco del universo de Esquinas en el cielo. Entre las múltiples lecturas aparecen Raquel Robles, Laura Alcoba, Paco Urondo, Walsh, de quien Mariana dice heredar el apasionamiento en tiempos de Comunicación en la UBA o Los rubios de Carri y en medio de la escritura de este guion, la aparición de Guido Carlotto.
Justamente, esta puesta cobra originalidad al poner el centro en discursos que han circulado en un cruce intertextual con la mirada de quien si bien no ha vivido en carne propia los hechos los vuelve necesariamente latentes, aunque el marco sea ficcional y da margen a la pregunta. Al respecto, Mariana explica: “Lo pienso como una época en la que me hubiese gustado vivir. Me pregunto todo el tiempo cómo hubiese sido, que clase de miedos tendría. Etiopía está escrita con la conciencia de que miles de hombres murieron por mí, nombrándome cuando decían mañana. Nunca sabremos qué habría pasado si se hubiera ganado esa Revolución. Qué presente habría producido su utopía”.
Mientras, en el Centro Cultural El Deseo, íntimo y lúdico espacio creado en 2012 por Fabián Caero, nos ofrece otra puesta también centrada en la última dictadura pero con arriesgado enfoque desde la técnica clown. En Tan gris, tan primaveral, con dramaturgia de Tato Cayón y dirección de Caero, cuatro clowns son detenidos y a cambio de su libertad le ofrecen a uno de ellos construir una máquina para desaparecer personas. El resto, forzado a tal pedido ignora que detrás hay otro fin. Su compañero intentará modificar las funciones de su creación y evitar más muertes. Paula Cohen Noguerol, Alejandra Martínez, Aníbal Brito, Luciano Rojas, Andrés Etiene y Fabián Caero se destacan llevando al límite a sus personajes. Si bien la trama está llena de gags que generan un clima de humor en el que habita el pedido siniestro de una máquina mortal o la imposibilidad de saber sobre el afuera de aquella oficina perdida en algún rincón de la ciudad, también se da lugar a un incipiente amor. Las distintas escenas llevan distractivamente hacia el final, a lo que aún duele, a los ideales que nunca podrán callar.
Frente a la pregunta de si es posible tratar un tema tan complejo como este desde el clown, Caero explica: “Un clown es un ser puro al que le pasa de todo y tiene la posibilidad de jugarlo al público, puede abordar cualquier tema. No pasa por la impunidad sino porque al clown se le ve todo lo humano y el desafío siempre es poder mezclar todo, lo alto, lo bajo, las zonas oscuras y las más transparentes”. Fabián Caero, además, es parte de los creadores de Puente Clown, a través del cual alegra a muchos de los pacientes de sanatorios y hospitales del país, achicando las distancias entre la medicina y el arte. “El desafío del clown como de todo artista es poder dar otra mirada a la vida y crear un nuevo mundo, ver lo que pasa y poder transformarlo, incorporando matices y juego. El límite siempre es respetar lo que moviliza el tema. Tan gris, tan primaveral remite a un sabor agridulce de nuestro pasado. A su vez, remite a las historias de cada personaje, tan humanos y como tales, tan contradictorios”.
Ambas obras además de abordar una tragedia que con las décadas se ha convertido en temática de revisión no sólo histórica, tienen en común el trabajo con la memoria. La primera con el vaciamiento que van teniendo las muñecas de aquellas palabras que no deberían saber, que no deberían repetir en caso de que llegue el enemigo (aunque siempre se ponga en duda quién o quiénes pueden escucharlas) y en la segunda, planteando cómo desde el humor también se puede recordar y analizar.
Etiopía. Domingos a las 17.45. Teatro La Carpintería, Jean Jaurés 858.
Localidades: $ 120/ $100 para estudiantes y jubilados.
Tan gris, tan primaveral. Sábados a las 22. Centro Cultural El Deseo.
Saavedra 569. http://cceldeseo.wix.com/eldeseo Localidades: $ 100.
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