ESCENAS
En La mujer cama, de Diego Casado Rubio, el universo femenino se desbarata sobre un colchón para escaparle al espantoso monstruo de la rutina.
› Por Alejandra Varela
Para contar el dolor muchas veces se necesita recurrir a la tercena persona. Volverse narradora para tomar distancia, hablarle a la platea en estado de rabia para que la casa, el dormitorio, la cama entren como un cuchillo en el espacio público. Meter a lxs demás en la maleza de las sábanas sucias. La víctima devenida en relatora se vuelve furiosa, inquieta en el escenario. Contraste perfecto con la imagen de su madre que ha decidido no levantarse de la cama. Plan de evasión ante la trituradora de la vida doméstica. Si lo único que se tiene es una sucesión de platos a lavar, de comidas por hacer, de pisos que encerar, mejor mirar una arrumbada tele en blanco y negro.
La mujer cama es el título que encuentra Diego Casado Rubio para sintetizar la idea de lo femenino como mueble, como objeto a utilizar, como ser que cumple su función en el plano horizontal. Por eso el hundimiento de la madre en ese espacio y la agitación que la hija provoca cuando salta y se despatarra en esa cama mancillada, señalan las diferencias de las dos mujeres frente al conflicto.
Mientras la madre entiende su rebelión desde la inacción para acercar al hombre, al padre a la incertidumbre de la cocina sucia, al limbo de una casa sin orden. La hija asume el rol de contar y de ese modo se desprende de la caracterización de mártir. No borra el ultraje pero el director necesita de la aparición de otra actriz para poner el cuerpo, para reconstruir la escena que ocurre cuando la hija grita y la madre se tapa en esa cama donde nadie duerme.
En ese relato, donde la actriz subraya como la narradora de una novela los parlamentos dichos de aquellos que se quedan atragantados como un pensamiento que jamás se enuncia, la palabra opera como una herramienta que anuda el dolor con la crítica, que hace de la insistencia de un recuerdo la posibilidad de encontrar jirones de lucidez mezclada con ironía para no quedar estancada en el trauma y sospechar que se puede sobrevivir.
Los demás personajes, en cambio, o son capturados por la mudez, como el hermano que acompaña la escena desde su violín, figura de ambiente que no opina. O repiten un discurso estereotipado como es el caso del padre, representación del macho que no encuentra límites para su dominación y que, por esa razón, ya no se detiene ni ante lo prohibido. La ley es su deseo. Si bien la exposición del tema puede resultar, por momentos, bastante esquemática, es interesante ver cómo Casado Rubio utiliza la amplificación de lo masculino para entender que su sola reproducción es una máquina de irradiar violencia. No hay escape en un sujeto sostenido por esa lógica.
La voz de la madre, más allá de su expresividad descanada, de su parlamento estallado, parece ser mucho más interna que la manifestada por la hija. No ha logrado todavía traspasar esa cama. Es el resultado del agobio frente a lo que ya no se soporta pero no alcanza para contagiar a su crisis de un espesor social.
Hay algo vintage en la puesta de Casado Rubio, con las actuaciones de Leticia Torres, María Rosa Frega, Lorena Viterbo, Manuel Katz y José Márquez. Como si recuperara del teatro de los años ochenta esa voluntad de soltarse, de hacer del gesto y la palabra una estética directa que señalara lo que ya no se quería vivir ni tolerar. Entonces se podría identificar en La mujer cama alguna cercanía con la reciente visita de Judith Butler, ya que la filósofa norteamericana encuentra en la proliferación de feminicidios una forma de terrorismo, en la repetición y sumatoria de acciones violentas una ideología del terror que se institucionaliza en el consentimiento de las fuerzas de seguridad. Entonces el tono encendido de la protagonista que encarna Leticia Torres es el de esa mujer que no quiere ser víctima pero que no puede dejar de pensar su vulnerabilidad porque es la experiencia de un drama político. Un cuerpo es el resultado de las relaciones entre otros cuerpos y es allí, en el abandono de los vínculos rígidos, propagadores de brutalidad, donde se pueden encontrar otras formas de protección y de defensa.l
La mujer cama. Viernes a las 21 y a las 23 en El Estepario Teatro. Medrano 484, CABA.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux