Jueves, 24 de diciembre de 2015 | Hoy
MONDO FISHION
Por Victoria Lescano
Desde uno de los patios de la casa del 1800 que cobija al Museo Nacional de la Historia del Traje –MNHT– vestido con un traje negro y un foulard al tono, flanqueado por floreros rebosantes de calas, el experto en docencia (tiene una cátedra en la UBA) y además es teórico en historia de la moda Jorge Moragues, flamante director del Museo situado en Chile 832, cautivó a los asistentes al enunciar: “tenemos un tesoro de 9000 piezas indumentarias: el museo es de ustedes”. Sus dichos fueron celebrados por lxs asistentes, de lxs diseñadores Gonzalo Barbadillo, Martín Churba, Constanza Martínez, la arquitecta Andrea Saltzman, el diseñador José Otero a los expertos en moda e industria Alejandro Ogando y Maxi Iriart y un grupo de estudiosos del Inti. Porque mientras que los museos del traje y sus acervos ganaron popularidad en el circuito de la moda y el arte (de los diálogos entre Prada y Schiaparelli, la muestra de Mc Queen, en el Victoria &Albert, a los festivales de historia del diseño que suceden en el Met), el MDT vernáculo no representaba un destino habitual para lxs estudiantes ni para lxs seguidores de la moda, tal vez por anteriores gestiones tan celosas del patrimonio que ni siquiera lo exhibían en su totalidad.
Unos días más tarde de la apertura y tras siete meses de obras para restaurar paredes, pisos y boisseries de la casa que además ostenta el título de casa museo, Jorge Moragues recibe en su escritorio de la planta alta, flanqueado por un cuadro que destaca el largo vestido blanco de Cora Lavarello Balestra. Su mesa de trabajo oficia de reunión para las colaboradores y empleadas del museo (de la experta en arquitectura del siglo diecinueve Dafne Roussos a la laboriosa encargada del archivo de trajes de la colección Liliana Ascher, quien trabaja en el museo hace veinte años y también Diana Sanmartino). Cual hormiguitas laboriosas ingresan asistentes a diversos sectores, alguien retira una araña con caireles para ser colgada en una de de las salas dedicada a la silueta de los años 40. El costumbrismo y los modales de las casas chorizo de antaño parecen emerger en cada escena cotidiana y contemporánea.
Desde hace varios años el museo tiene un abordaje didáctico porque recibe a niños de escuelas primarias y de secundarias que vienen a participar de un recorrido y de visitas guiadas por la casa y que participan de juegos con réplicas de indumentaria de la Revolución de Mayo, pero hay otra franja de estudiantes, los de diseño de indumentaria, que no solían visitar este museo y me interesa llegar a ellos. Vamos a invitar a exponer a los diseñadores contemporáneos y también considero destinar las últimas salas para que los fotógrafos de moda exhiban sus trabajos. Es fundamental el armado de una biblioteca textil para que los estudiantes puedan tener acceso a los materiales, porque muchos estudiantes y algunos diseñadores tienen grandes confusiones de épocas en la relación a la historia de la moda; estamos armando una biblioteca de textiles para consulta de los estudiantes, allí van a estar los textiles originarios pero también los clásicos que vienen de Europa y de Oriente las telas high tech. En esta primera nueva instancia y la primera muestra dedicamos una sala a los oficios, llamada “Las manos” y que ahora exhibe prendas religiosas.
Las tres primeras salas reflejan al cuerpo como soporte, la vestimenta como cobijo y sistema de comunicación y la conformación de una identidad nacional a través de distintas influencias. El guión arranca con la vestimenta en los inicios del 1800, de la moda Imperio de 1800 a 1820 y la moda federal de 1830 ahonda en las premisas de los cuerpos diseñados entre 1850 y 1910, cuando se forjó la consolidación de la Nación y pasea por el Romanticismo, el Art Nouveau, la Belle Epoque. En la sala cinco, apodada “La moda no incomoda” se pueden apreciar los cambios indumentarios de 1920 y 1930, cuando el diseño se volvió funcional. Mientras que en Francia, Coco Chanel y Madeleine Vionnet ganaron protagonismo, la reciente clase media argentina, conformada por la fusión entre la población local y grandes cantidades de inmigrantes, adoptó rápidamente esta nueva moda. En la sala seis se exhibe la moda propia de los años 40, los modelos elegidos son los que representan la silueta que adoptó Eva Perón. (N de la R: corresponde destacar que si bien no están los originales de los trajes sastre con hombreras realizados por Luis Agostino, las realizaciones de galas a medida de Henriette ni de Dior que supo vestir Evita, hay buenas prendas locales y foráneas).
Otra sala del nuevo recorrido está dedicada a las evoluciones estéticas, políticas y culturales de 1960 y 1970, con eje en el movimiento hippie y el arte pop. Desde allí cautiva un vestido corto de picote y con bordados de Mary Tapia, la pionera en otros usos del barracán- lo lleva un maniquí contemporáneo con sus piernas cruzadas- y un conjunto de babucha y chaleco de Medora Manero, la diseñadora que fuera habitúe del museo. La última sala, destinada a diseños para espectáculos y la labor de vestuaristas, exhibe el traje de gaucho rico en ornamentos que Carlos Gardel vistió en el film El día que me quieras.
Voy a convocar a una donación, no tenemos ropas de diseñadores después de 1970, me encantaría sumar prendas de Kelo Romero y de otros diseñadores de la Primera Bienal. El protocolo de donaciones consiste en que las cosas se depositan en un baúl junto con una carta (algunas traen fotos de las prendas y de sus dueñas vistiéndolas) que luego se presenta ante una comisión que analiza su importancia. Necesitamos concluir la realización de vitrinas, tenemos las maderas pero no los vidrios. Y las vitrinas son fundamentales en la museografía para la mejor conservación de las prendas y de los accesorios.
Más info: funmuseodeltraje.com.ar
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.