Vie 26.02.2016
las12

RESISTENCIAS

Gronchas en todos lados

Así como los estadounidenses llaman “mexicanos” a quienes vivimos de su frontera sur hasta la Antártida, para el racismo todxs somos negrxs aunque te reconozcas afrodescendiente, pobre, indix, desempleadx, lesbiana, maricón, trava o trans. De lo que se trata es de borrar toda identidad detrás de la amenaza de ese otro oscuro y monstruoso. La discriminación nunca es sutil. Y por eso este verano termina movido. Allá, Beyoncé y los Grammy levantan la bandera del black power. Acá, la detención de Milagro Sala. Pero si el racismo es lo que subyace a situaciones tan distintas –y que generan también opuestas indignaciones– lo cierto es que también alientan que se afiancen las alianzas antineolibrales, los liderazgos colectivos, las TICs, el feminismo popular y hasta el pogo.

› Por María Mansilla y Dante Leguizamón

“Las fiestas tenían un propósito”, asegura una de las cabezas parlantes de What Happened, Miss Simone? El documental de Netflix sobre Nina Simone (nominado al Oscar 2016) repasa vida y obra de quien se transformó por broncapropia en la primera gran voz de los derechos civiles de los afrodescendientes. “Cantar para ayudar a mi pueblo se convirtió en el pilar de mi vida”, decía la sacerdotiza del soul al tiempo que especulaba sobre su fama: “¡Quiero sacudir a la gente con frialdad!”. Y lo lograba. Tiempos de Black Panther Party. En esas fiestas, la “santa patrona de la rebelión” conoció a los líderes intelectuales del movimiento por la identidad y el poder negros. Luther King, Malcom X y más gente -quizás Rosa Parks- le daban letra y sentido al talento de la autora de “Young, Gifted & Black”, el pegadizo himno del movimiento racial, 1969, música disco para hacer la revolución.

Casi medio siglo después, Beyoncé, la artista negra más poderosa del momento -según Forbes-, vino a usar otra fiesta para su propósito. En el mediático Super Bowl presentó lo que la BBC adjetivó como “polémica canción política”. Justo ahora, que su país revive una época de masacres raciales en medio de una campaña presidencial, Queen Bey agitó la bandera. Salió a la cancha acompañada por un ejército de performers guerreras, cantó y bailó “Formation”; su nuevo tema habla de racismo y violencia policial.

Claro: en inglés “party” significa “partido”.

“Cada época escribe una historia nueva. Sin embargo, el relato del racismo y la discriminación a nivel mundial se reinventa todo el tiempo sobre los mismos ejes –destaca Javier Ortuño, ex director de Afrodescendientes, programa que las nuevas autoridades del Ministerio de Cultura acaban de levantar–. Artistas como Beyoncé son comunicadoras a nivel internacional, pueden instalar agenda, y tiene mucho valor que ella decida hacerlo en este momento. El tema de la negritud está atravesado por la lucha de clases, y aquí y allá se repiten políticas del siglo pasado.”

En estas semanas, Javier Ortuño, de origen afro, es uno más en el Acampe de Plaza de Mayo que reclama la liberación de Milagro Sala. Afrodescendientes, feministas, gráficxs, cristianxs, indixs, abogadxs, activistas, referentes de más de 40 organizaciones de la sociedad civil también circulan por ahí: Movimiento Social Campesino Indígena, Amnesty, Radio Gráfica de La Boca, Cristianos Comprometidos Por el Pueblo, Movimiento Cultural de Wilde, Movimiento de Trabajadores Excluidos, Colectivo Ni Una Menos.

La causa de Sala es un símbolo no sólo por su ilegitimidad. La dirigente social y parlamentaria del Mercosur “es una emergente del poder popular que escapa a la domesticación del Estado. Es EL modelo de construcción de parte de una organización social, de un poder paraestatal que reemplaza al Estado pero que a la vez lo complementa -entiende Mariano Jegier, abogado, miembro de MTE (Movimiento Trabajadores Excluidos) y CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular)-. La razón de ser de los movimientos sociales es atender lo que la burocracia no hace porque no le importa, es un ámbito de defensa hacia el avance del sistema excluyente. Y también pone límites, como los piquetes. Son los cuerpos diciendo: ´No pasan´. Y ahí, las mujeres en primera línea”.

Sala rompió el techo de cristal que relega a las mujeres de sus pueblos de la participación política, y por otro lado demuestra que la llamada “etnicidad de museo” es un estereotipo construido por los manuales de historia.

El Colectivo Ni Una Menos, además, presentó un pedido de Habeas Corpus presionando por su liberación. Y más allá del caso, ¿qué representa este abrazo para un movimiento tan masivo, tan transversal, tan clase media? “El aporte de esta acción es desactivar cierta neutralidad que algunos sectores ven en el Ni Una Menos respecto del proceso social más general -explica Florencia Minici, una de sus integrantes, además de ensayista editora de Revista Mancilla-. A los efectos de conformar un feminismo popular, novedoso, no es posible desentenderse del hecho de que este gobierno toma como primera presa política a una mujer a la vez que intenta establecer alianzas con sectores del feminismo. Esto debe quedar claro: las violencias son sociales, y es necesario ubicar al feminismo en las luchas de los derechos humanos.”

Sin grises

“En la Argentina, quien es racista discrimina por igual al negro, al indio, al cabecita negra y al puto”, reduce Ortuño arengado por unas semanas en las que también afuera pasó de todo. Angela Davis, vieja Pantera Negra, intentó visitar (no se lo permitieron) a Arnaldo Otegui, el preso emblemático de los luchadores independentistas vascos. El Papa Francisco estuvo en México y les habló a los aborígenes de Chiapas, a las víctimas de la narcoviolencia en Ciudad Juárez. El Super Bowl no fue la única fiesta “con propósito”: mientras Donald Trump crece en las encuestas con sus promesas de amurallar México y deportar latinos, el Grammy tuvo como favoritos a Kendrick Lamar (que le rapea al racismo y le canta a Sudáfrica) y a Bruno Mars (de padre puertorriqueño, para muchos “el nuevo Michael Jackson”).

Fueron semanas en las que los indios también hicieron lo suyo: el Carnaval, esa fiesta política que si se llena de políticos “es señal de mal augurio”, como escribió Milagro Sala desde la cárcel en clara alusión a la participación de Mauricio Macri en las celebraciones del NOA. En el mismo posteo contó: “Creo en las ceremonias, creo en las tradiciones de nuestros abuelos. Nos hacen bien y nos esclarecen. Invitamos a chamanes aymaras y kallahuayas, y participan todos los pueblos originarios, desde los kollas hasta los guaraníes y mburumbichas.”

Freedom is the new black

En una misa pública realizada en el Acampe por la libertad de la líder de la Tupac Amaru uno de los curas acusó a la justicia de “racismo sutil”, el nuevo concepto que intenta delinear al racismo moderno.

El diferente debe ser resistido, alejado, atacado y expulsado. Neonazis piqueteando la llegada de los refugiados a Europa, chicos estigmatizados por portación de cara en Córdoba, Milagro detenida aún antes de ser denunciada en Jujuy y vendedores ambulantes senegaleses –vistos como “inmigrantes”, nunca “extranjeros”– denunciando razzias de la Metropolitana son parte de un mismo combo que se justifica en argumentos que no esconden –más bien ensalzan- su fundamento racista.

Lo negro es peligroso, es malo, es incorrecto, es invisible. En nuestras pampas, la alevosa sutileza está en los chistes que tratan a las paraguayas de muquis, a los militantes de grasas, a las madres militantes de malas madres, al pobre de corrupto (“¿Cómo puede tener casa con pileta?”) o desperdicio, al estatal de ñoqui, a la afrodescendiente de puta, al mapuche de borracho. Y está en los sloganes (“como te ven te tratan”). Imposible no vincular estas categorías a las que han atravesado nuestra historia: gaucho, cabeza, subversivo, chorro, yegua, montonera. Imposible no vincular al racismo con la criminalización de la protesta social. No es casualidad que en el ex programa Afrodescendientes y en las escuelas de la Tupac hubiera una materia en común: autoestima y autodeterminación.

Eso sí. Si quien es diferente es capaz de “dialogar” en términos “políticamente útiles” para el establishment -como parece haberlo hecho Félix Díaz, patriarca Quom, con el nuevo gobierno-, no pierde su condición de extranjero pero se asimila al mito ilustrado de Jean-Jacques Rousseau convirtiéndose en el “Buen Salvaje”, una especie de niño inocente pero irresponsable que al tomar contacto con la civilización necesariamente resultará beneficiado.

“¡El racismo en la Argentina nunca fue sutil! Tenés que estar preparada para la guerra. Como artista, escribo sobre ser negra y mujer en un país que niega mi cultura. Y como parte del AFRO LGTB puedo contar historias terribles de discriminación por ser negra, mujer y lesbiana”, avisa la cantante Laura Omega. Como artista-activista dice: “El rap siempre habló de la injusticia social. Ahora le dan trascendencia porque su presidente es afro, entonces se ven mundialmente presionados a hablar de nuestra cultura suburbana.”

Hablando de trascendencia, en estas semanas también se viralizó una parodia que Saturday Night Live realizó a partir del nuevo tema político y polémico de Beyoncé. En el sketch The day Beyonce Turned Black, a la manera de La guerra de los mundos de Orson Welles, el pánico general de la población blanca estadounidense explota cuando reconoce el black power de la chica. “¡Creo... que... ella... es... negra!” “¡No puede ser, si está en la ABC!” “No entiendo, puede ser negra. Y mujer. ¡Las dos cosas nooooo!”.

Sin documentos

“La xenofobia es sutil porque se instala desde la institucionalidad. Hay sutil xenofobia cuando hay alguien excluido, y cuando ese otro a quien no querés ver, cuestiona. Mientras los indios fueron folklóricos y se dedicaron a hacer el carnaval de Purmamarca (N.d.R. pensemos en las imágenes del presidente Macri con el gobernador Morales y el diputado Massa bailando para los medios en Jujuy) no había problema. Cuando se organizaron, se pusieron el nombre de un precursor de la independencia que atacó el poder de los blancos, dejaron de ser folklóricos para cuestionar la mismidad”, analiza Mariano Jegier. El abogado habla con LAS 12 en el Café Margot, sentado por azar bajo un afiche 110% peronista (“Gran fiesta-Baile de los Descamisados, Teatro al aire libre. Exposición de la industria argentina. Estrellas del cine, radio y teatro. 24/02/1947).

Jegier opina también sobre el juicio a Reina Maraz, la mujer quechua que vino de Bolivia a Buenos Aires, que no habla castellano y permaneció tres años detenida sin que le facilitaran intérprete, sin poder declarar ni defenderse cuando la acusaron de asesinar a su marido. Maraz es inmigrante, pobre, india, y víctima de violencia de género. “Es cierto que la defensa estatal no tiene capacidad técnica ni numérica para atender tantos casos que le llegan. Esto muestra, además, que si no se cuestionaron la forma de escucharla es porque la justicia, como el poder, no escuchan.”

En la lista de nuevas señales del racismo moderno y del regreso a políticas del siglo pasado, se anota haber devuelto a la policía porteña la autoridad de pedir DNI para averiguar antecedentes. La medida anticonstitucional golpeó a Carlos Catrile, origen mapuche, periodista de la agencia Telam. Su relato en Facebook se viralizó cuando contó que esperaba el subte y un policía no sólo le pidió el documento sino que lo tuvo diez minutos demorado.

Catrile creció en Trelew y conoció la prepotencia policial desde chico. Empezó como lustrabotas y canillita a los 8 años, a la misma temprana edad en la que su mamá entró a limpiar casas de familia, cama adentro; su papá es cosechero y mecánico de barcos. “Fue impactante la repercusión de mi catarsis, me alegró, quiere decir que la denuncia pública tiene su efecto. Si sos víctima o testigo, tenés que reaccionar, sacar fotos o grabar como una especie de resguardo”, afirma Carlos que, como miembro del C.A.I.A. (Coordinadora Audiovisual Indígena de la Argentina), participó en la redacción del artículo de la Ley de Medios que trata el derecho a la comunicación con identidad.

Pero la ley de medios ya no está. La ley de medios que promovía radios para las comunidades aborígenes. Y hay una coyuntura inédita: la saturación policial y el control de toda esa fuerza -Metropolitana, Bonaerense, Prefectura, Gendarmería, Aeroportuaria- bajo la misma dirección política. Y con nuevas facultades, también, para reprimir las marchas. En la masiva manifestación federal del miércoles 17/2 por la liberación de Sala, sólo en Jujuy 13 personas fueron detenidas por estar ejerciendo su derecho a la libertad de expresión y 2, demoradas por averiguación de antecedentes. La medida había sido derogada después del Caso Bulacio, asesinado tras una razzia que la Federal realizó en la previa de un recital de los Redonditos de Ricota.

Catrile dice que aquella tarde, cuando le pidieron DNI, ni discutió con la policía; necesitaba salir del brete lo antes posible, volar a Plaza de Mayo a llevarle un cargador de batería al compañero que estaba de guardia en el Acampe. “Compartimos ese espacio con las distintas organizaciones indígenas. Estamos los mapuches, que a su vez tenemos mucho acercamiento a los procesos de Chile y, en mi caso, al movimiento piquetero. Están los kollas, con tanto acercamiento al proceso de Bolivia. Más allá de las diferencias hoy quedamos del mismo lado: el neoliberalismo o nosotros.” Intercambian cargadores de batería, ideas, preocupaciones, números de teléfono, saberes.

Víctor Saldaño es cordobés y está condenado a muerte en USA. Vivía en Texas, no hablaba inglés, mató a un hombre, lo hicieron firmar una confesión que no entendió, no pudo defenderse ante la policía ni ante la justicia. En el juicio se argumentó que según las estadísticas ”el origen latino lo hacía más peligroso por pertenecer a otra raza”. El caso generó tal revuelo internacional que Texas sancionó la “Ley Saldaño” que prohíbe invocar cuestiones de raza como prueba en un proceso penal. Como fue sancionada con posterioridad al hecho, esa ley no beneficia a Víctor Saldaño, que espera la inyección letal en el Corredor de la Muerte.

Como dijo el jazzero Wynton Marsalis: “En mi país, la discriminación es un problema de los tribunales”. Si la justicia argentina tarda tres años en otorgarle un intérprete a Reina Maraz, ¿cuánto tardará en reconocer la “sutil xenofobia” en la detención de Milagro Sala?

Ocupar la ciudad, habitar la política

Asistimos a una necesidad de ocupar el espacio público con la urgencia de manifestarnos. “El lugar de un militante no es el Estado, es con la gente”, dijo Cristina Fernández antes de irse. Panteras Negras y Tupac no sólo ocuparon las calles sino también el territorio y desafiaron al Estado.

El latido del 19 y 20 de diciembre, el reflejo de la primavera árabe, los mileuristas de Europa, la okupación de Wall Street, los estudiantes chilenos... Con ese eco y con la prepotencia de la coyuntura, la vida cotidiana en Buenos Aires se puso interesante: no hay distancias densas si se trata de poner el cuerpo para escrachar a la editorial Perfil por sacar una tapa misógina sobre CFK, de correr al Afsca a defender el organismo, de decir Presente en la puerta de la Legislatura para honrar a Lohana Berkins y generar un movimiento para llevarla como bandera en las marchas contras los despidos, de apoyar a lxs colegas del Grupo 23 que convocan a un Festival, de ovacionar a los murguistas reprimidos por Gendarmería que suben al escenario con Fito Páez. Más espontáneas, con otra estructura, así son de nómades y convocantes las nuevas plazas, con micropolíticas y la apuesta a los liderazgos colectivos, demasiado soberanos quizá por la falta de impacto electoral y de respaldo sindical.

“Penosa” es la palabra que elige Florencia Minici, de Ni Una Menos, cuando le consultamos cómo le laten, desde su militancia, estas fiestas con propósito nac & pop. Y amplía: “En nuestra sociedad se observa una fragmentación entre las luchas de género, raciales, sexuales, y las disputas sociales macro en torno a la economía y lo político. Esto desatiende un aspecto interesante de la potencia de la política de dichos colectivos. En toda política general debe darse, además, una política de los afectos. Cuando esto falla, difícil será una transversalidad sincera. No hablo de la transversalidad solo en términos de clase, sino en los términos de las diferentes percepciones de qué es lo político, dónde se ubican las radicalidades necesarias para transformar la vida.“

¿Y qué tiene que ver el pogo con todo esto?

El abogado Mariano Jegier encuentra una relación entre el salto punk incorruptible y la politización de la inteligencia colectiva. Habla “del pogo más grande del mundo” y menciona los recitales de los Redonditos de Ricota, el Aguante de Charly García. “¿Por qué necesitábamos ir a poner el cuerpo ahí, qué potencia había ahí que la policía quería reprimir? El arte, en los ´90, nos permitía juntarnos, aguantar, prepararnos ¿para qué lucha? Era un entrenamiento. No había posibilidad de poner el cuerpo en lo político. Cuando comienza a abrirse ese otro espacio, el cuerpo colectivo de los pogos sale a la calle, incluso esas bandas desaparecen. Bueno, después vinieron los asesinatos de Maxi y Darío, después Cromagnon... -dice Jegier, que cada día es uno más entre cartonerxs, feriantes, detenidxs, campesinxs-. Se viene la organización de un cuerpo colectivo, un organismo que para resistir se hace más elástico y más fuerte. Se viene un tiempo de organización no estatal. Capaz que soy muy optimista pero creo que esto nos va a permitir, otra vez, construir algo nuevo.”

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